Santidad y justicia Tercera parte de la serie de enseñanza del Dr. R.C. Sproul "La santidad de Dios".
Transcripción
Si nos fijamos en el período del siglo XVIII, durante la expansión territorial americana, nos daremos cuenta de que durante el Gran Avivamiento había una idea recurrente en la predicación de ese entonces, una especie de doble énfasis. Por un lado, el mensaje de los predicadores era que el ser humano es muy, muy, muy malo y que Dios es muy, muy enojón. En otras palabras, hubo tal énfasis en el pecado humano y en la ira de Dios que casi algunos terminaron llamándola la «Teología del Miedo» la cual predominó durante ese período. Y luego, en el siglo diecinueve, vemos una dramática reacción en contra de esa clase de tendencia en la predicación, de modo que ahora el mensaje era: “Ok, el humano no es tan malo y Dios no está tan enojado”. El énfasis estaba ahora en el amor de Dios y la bondad del ser humano. Bueno, a fines de ese siglo, al principio del siglo XX, en Norteamérica hubo una respuesta a esa reacción dentro del mundo de la teología, con el advenimiento de una teología llamada » Teología de la Crisis » y fue llamada Teología de la Crisis, porque lo tomó prestado del término griego krisis, que significa juicio. Estos teólogos en Norteamérica dijeron que si iban a tomar en serio el retrato bíblico de Dios deberían, una vez más, tomar en serio lo que dice la Biblia acerca de la ira de Dios. Había algunos extremistas en ese grupo que decían que lo que vemos en las Escrituras, especialmente en ciertos momentos del Antiguo Testamento, es una expresión de algo que es irracional en el carácter de Dios mismo.
En otras palabras, ellos dijeron que sí, que es inevitable ver sin lugar a dudas una manifestación de la ira de Dios en el Antiguo Testamento, pero esa ira no es tanto una manifestación de la justicia de Dios o de Su santidad, sino una manifestación de un defecto en Su propio carácter. Aunque no lo crean, he leído a algunos teólogos que hablan del lado oscuro de Yahvé, dicen que dentro de Dios reside el elemento de lo demoníaco y que este aspecto demoniaco de Dios se hace notorio por manifestaciones repentinas, no provocadas, de una ira antojadiza, caprichosa y arbitraria. Algunos de los pasajes que se consideran incluyen algo de la narrativa que leemos en el libro de Levítico. Permítanme leerles esto brevemente.
Al inicio del capítulo diez de Levítico, leemos este relato: «Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario y pusieron en ellos fuego, sobre el cual pusieron incienso y ofrecieron delante de Jehová fuego extraño, que él nunca les mandó. Y salió fuego de delante de Jehová y los quemó y murieron delante de Jehová”. Ahora, en esta descripción discreta y concisa de la muerte de los hijos de Aarón, parece indicarnos un ejemplo de esa manifestación rápida y caprichosa de la ira de Dios. Cuando leo esto, trato de leer entre líneas y me pregunto: «¿Cómo reaccionó Aarón ante todo esto?» ¡Imagínenlo! Recuerden que antes en la Escritura hay una ceremonia muy elaborada ordenada por Dios para consagrar a Aarón como el sumo sacerdote de Israel, tal cómo Dios ordenó al detalle el diseño de las prendas que iban a ser usadas por el sumo sacerdote y que fueron planteadas para mostrar gloria y belleza. Entonces, pueden imaginarse cómo se sintió Aarón cuando vio a sus propios hijos consagrados al sacerdocio aquí están estos sacerdotes jóvenes, que hacen algo y no sabemos con exactitud qué fue, pero de alguna manera fueron al altar e hicieron como a menudo hacen los ministros jóvenes, experimentar un poco, alguna novedad, hacer bromas infantiles, perdiendo el tiempo en el trabajo, en un sentido mostrando inmadurez. Y sin previo aviso y sin reprensión alguna, mientras ofrecen ese fuego extraño en el altar ¡Zas! Dios los mata instantáneamente. ¿Pueden oír a Aarón? Él va a Moisés y le dice: «¿Qué está pasando aquí? ¿Qué clase de Dios es el que servimos? Dedico mi vida entera al ministerio y al servicio de Yahvé y ¿este es mi agradecimiento? Así no más, Así como así se lleva a mis hijos por una pequeña transgresión ¿Qué clase de Dios es este?» Escuchen lo que dijo Moisés: «Entonces Moisés dijo a Aarón: Esto es lo que habló Jehová, diciendo: En los que a mí se acercan me santificaré y en presencia de todo el pueblo seré glorificado.” Y luego leemos estas palabras: «Y Aarón calló». Será mejor creer que Aarón se quedó inmóvil. Cuando el Todopoderoso vino y dijo: «Mira, Aarón, sé que todo esto es muy duro para ti que haya tomado la vida de tus hijos, pero ¿Te acuerdas cuando establecí el sacerdocio? ¿Recuerdas el día que te aparté y te consagré para esta tarea sagrada para la cual dije que hay ciertos principios que no negociaría con mis sacerdotes? Seré considerado santo por todos y por cualquiera que se atreva a presumir de ministrar en mi nombre. Y ante el pueblo seré tratado con reverencia». Y cuando Dios habló, Aarón calló.
Pero hay otras ocasiones como esta, ¿no es cierto? Una de las historias más espeluznantes en el Antiguo Testamento es la historia de Uza, el coatita. Todos ustedes conocen la historia de Uza. No se trata de las siglas del país norteamericano. Es la historia del traslado del Arca de la Alianza. Recuerden que el Arca del Pacto era el trono de Dios. Era el artículo más sagrado en el lugar santísimo y había caído en manos de los filisteos; y luego a través de una serie de increíbles incidentes había sido devuelta al pueblo judío y guardada en custodia por un tiempo hasta que llegó el momento adecuado para que el Arca del Pacto fuera devuelta a su lugar en el santuario. Y David ordenó una celebración y pidió que el Arca del pacto sea transferida a la ciudad y las personas se alinearon en las calles y bailaban y cantaban mientras se movilizaban y veían la procesión del trono de Dios delante de ellos. Y se nos dice que el Arca del Pacto fue trasladada al ser puesta en una carreta de bueyes,
y la Biblia nos dice que a medida que el carro se desplazaba por el camino, los coatitas caminaban junto a ella para protegerla, cuidándola, uno de ellos se llamaba Uza. Y en medio de la procesión, de repente, uno de los bueyes tropezó y el carro comenzó a tambalearse y a inclinarse y parecía como si este artefacto santo de Israel estaba por deslizarse de la carreta de bueyes y caer al barro y ser profanado, Por instinto y de forma involuntaria, Uza extendió su mano para sostener el Arca y asegurarse de que este trono de Dios no cayera en el barro. ¿Qué sucedió? ¿Los cielos se abrieron y una voz bajó diciendo: «Gracias, Uza»? ¡No! Tan pronto como Uza tocó el Arca santa de Dios, Dios le produjo la muerte. Recuerdo haber leído la malla curricular de la escuela dominical en una de las iglesias donde trabajé. El documento venía de la oficina principal y vi textos como éste que decían: «Ahora entendemos que este tipo de historias que leemos en el Antiguo Testamento, como la de Uza y Nadab, como la de Dios destruyendo el mundo con un diluvio (hombres, mujeres y niños), de Dios ordenando la expulsión de una persona, o diciéndole al pueblo judío que fuera a Canaán y eliminaran a todos sus habitantes (hombres, mujeres, niños), esto no puede ser una manifestación del verdadero carácter de Dios, debemos entender estas historias del Antiguo Testamento simplemente como que personas judías antiguas, pre científicas, primitivas, seminómadas, interpretaron lo que vieron a la luz de su propia teología peculiar. Probablemente lo que pasó fue que Uza tuvo un ataque al corazón y murió; y el escritor judío atribuyó la causa de su muerte a una expresión despiadada de la ira cruel de Dios». En otras palabras, era impensable para los autores de ese currículo que Dios mismo realmente pudiera tener algo que ver con la muerte de Uza. Sin embargo, si vemos con atención el Antiguo Testamento y la historia de los coatitas, creo que la respuesta se hace evidente. Recuerdan que en el Antiguo Testamento, a las doce tribus de Israel se les asignaron ciertas tareas y asignaciones y que la tribu de Leví fue apartada para Dios como la familia que sería responsable del sacerdocio y de los asuntos del Templo, de la educación y otras cosas. Leví era esa tribu. Dentro de la tribu de Leví había otras familias importantes y a cada familia se le asignó una tarea especial. Ahora, Coat fue uno de los hijos de Leví y la familia de Coat fue separada por Dios para una tarea específica. Su trabajo, toda su razón de ser, la vocación de sus vidas era cuidar de las cosas sagradas y fueron entrenados y disciplinados desde la niñez con todas las descripciones y detalles meticulosos de la ley de Dios acerca de cómo estos objetos sagrados y los recipientes debían ser custodiados. Y el único principio absoluto y no negociable que se le inculcó a cada Coatita desde que era un niño fue este: Nunca, nunca, nunca, nunca, nunca toques el trono de Dios y Dios dijo: «Si lo tocas, morirás».
En primer lugar, nos preguntamos por qué transportaron el Arca en una carreta de bueyes. Tenía que ser transportada a pie. Había hoyos en el borde del Arca a los que se insertaban varas para asegurarse de que ninguna mano humana tocara ese trono, pero en vez de eso, tenían prisa y la pusieron en la carreta de bueyes. Y así se fueron y Uza hizo lo impensable, él tocó el trono de Dios. Pero nosotros decimos: «Espera un minuto. ¿Por qué lo hizo? Su motivo era puro. Estaba tratando de preservar el trono de Dios de caer al barro» el presuntuoso pecado de Uza fue este señoras y señores: Él supuso que sus manos estaban menos contaminadas que la tierra. No había nada en la tierra que profanara el trono de Dios. La tierra estaba allí en el suelo haciendo lo que Dios la había llamado a ser: ser tierra, convertirse en polvo cuando se secara y volverse barro al mezclarse con agua. Ella obedece las leyes de Dios día tras día haciendo exactamente lo que se supone que el polvo debe hacer. No hay nada profano ahí. Fue la mano del hombre de la que Dios dijo: «No la quiero sobre este trono.» En una palabra, Uza violó la ley de Dios y Dios lo mató. Pero aun así, ¿no parece esto una manifestación de un castigo cruel e inusitado?
Si nos fijamos, por ejemplo, en el Pentateuco y vemos la lista de crímenes capitales que se especifican en Israel, hay más de treinta delitos para los que Dios ordenó la pena de muerte entre los judíos, no sólo por asesinato en primer grado, sino por actos homosexuales, por adulterio. Si un niño era malcriado en público y ofendía a sus padres podía ser condenado a muerte. Era un crimen capital para un judío ir a un adivino. Por más de treinta delitos Dios ordenó la pena con la muerte y de nuevo, los teólogos miran esto y dicen: «¡Cuán primitivo, cuán sanguinario, qué severo! Esa no puede ser la palabra de Dios, sobre todo a la luz del espíritu de misericordia y amor del Nuevo Testamento».
Uno de los capítulos fascinantes o acotación de la historia de la iglesia es el hecho histórico que provocó la compilación formal de la Biblia como el canon de las Sagradas Escrituras; recuerden que es un libro compuesto de muchos libros individuales, veintisiete libros del Nuevo Testamento. Estas epístolas individuales y evangelios que fueron escritos muy temprano circulaban en la iglesia y eran reconocidos como Escritura y funcionaban como Escritura, pero nadie se molestó en ponerlos juntos y decir: «Esta es la Biblia». Hasta que un hombre llamado Marción produjo la primera edición formal de la Biblia, el primer canon de las Sagradas Escrituras. Fue un canon muy extraño. El Antiguo Testamento estaba ausente y mucho de los evangelios estaba ausente, sólo unos pocos comentarios del apóstol Pablo fueron incluidos en este canon porque el principio de trabajo de Marción fue: que cualquier referencia al Dios del Antiguo Testamento, Jehová, no podía ser Sagrada Escritura porque Jesús en el Nuevo Testamento revela una deidad distinta a esa deidad explosiva y mal geniada que tronó desde el Sinaí en el Antiguo Testamento.
¿Alguna vez lo habías pensado? Lo escucho hoy en día todo el tiempo. Hay Marciones en todas partes que me dicen: «Bueno, me gusta el Nuevo Testamento, pero ese Dios del Antiguo Testamento es más de lo que yo puedo soportar» Cuando comparamos el Antiguo Testamento con el Nuevo, el Antiguo pareciera severo. He encontrado ayuda para lidiar con esto en los escritos de un teólogo muy importante que es muy controversial en la Iglesia Romana. Su nombre es Hans Kung. En una de sus primeras y más importantes obras, escrita en alemán bajo el título Rechtfertigen y traducida al español bajo el título «Justificación». Allí el Dr. Kung habla de esta misma pregunta de la aparente injusticia de la ira de Dios que encontramos en la Biblia, en especial en el Antiguo Testamento y señala lo siguiente: Él dice: «el verdadero misterio de la iniquidad, el real rompecabezas no es que un Dios santo y justo deba ejercer justicia. ¿Qué hay de misterio en un creador santo que por su propia voluntad castigue a las criaturas desobedientes?» Y dice: «El verdadero misterio es por qué Dios, de generación en generación tolera criaturas rebeldes que cometen traición cósmica en contra de Su autoridad» ¿Lo has pensado así? Y Kung continúa reflexionando y dice: «Recuerden que, aunque hay treinta y tantos delitos capitales en el Antiguo Testamento, eso no representa una forma cruel e inusual de justicia en manos de Dios, sino que eso representa de por sí una reducción masiva en la cantidad de delitos capitales». «Acuérdense de las reglas establecidas en la creación, cuando Dios, el gobernante omnipotente de los cielos y de la tierra sopló sobre el polvo aliento de vida y formó una criatura a su imagen y le dio a esa criatura el estatus más alto en este planeta y la mayor bendición y regalo que en ningún momento estaba obligado a dar, el don de la vida, estampando su imagen en ese pedazo de barro y dándoles vida. Él dice: «El alma que pecare, esa morirá.» Todo pecado fue visto en la creación como ofensa capital y no que este castigo sería la muerte en algún momento después que se haya cumplido setenta años, sino bajo los términos de la creación. «El día que de él comieres, ciertamente morirás». Ahora sé que la gente lee eso y dicen que lo que el texto está diciendo es que el día en el que la transgresión toma lugar sufrimos la muerte espiritual. Eso no fue lo que Dios dijo. Eso podría ser verdad, que el hombre sufrió la muerte espiritual el día que transgredió la ley de Dios, pero los términos de la creación fueron: «El día que comas, mueres biológicamente. Se acabó.» Ahora, ¿Hay alguien que pueda condenar a un creador santo, perfectamente justo, que por pura misericordia crea una criatura y le da todas estas bendiciones? ¿Hay algo malo en que Dios extinga una criatura que tiene la audacia de desafiar la autoridad de Dios para gobernar Su creación? ¿Se ha detenido a considerar lo que está involucrado en el más mínimo pecado? Aun con un pecadillo, amados, decimos que mi voluntad tiene un derecho más alto que los de Dios. Me aterra que en nuestra cultura la gente practique cosas como el aborto y diga que tiene el derecho moral para hacerlo. Si sé algo acerca de Dios, es que Dios nunca ha dado a nadie el derecho moral de hacer algo como eso y me estremezco al pensar en lo que pasará cuando una persona se presente ante Dios y diga: «Yo tenía el derecho de hacer eso». ¿Quién te dio ese derecho?
Pero incluso un pecadito, sin contar algo abominable como el aborto, en el más mínimo pecado, (al que llamamos un pecadillo), en ese pecado ya desafío la autoridad de Dios. Insulto su majestad, reto la justicia de Dios. Pero estamos tan acostumbrados a hacer eso y a justificar con cuidado nuestra desobediencia que nos ponemos tercos en nuestros corazones. Nuestras conciencias se han endurecido y creemos que no es nada serio desobedecer al Rey del universo. Yo lo llamo la traición cósmica. Pero Dios lo que hizo fue esto, como lo dice el Dr. Kung, que en lugar de destruir la humanidad en el momento de ese acto de sublevación y rebelión a la autoridad de Dios, Él se adelantó y extendió Su misericordia. En lugar de la justicia, Él derramó su gracia y la historia del Antiguo Testamento, amados, es la historia de repetidos episodios de las manifestaciones de la paciencia llena de gracia de Dios y de un perdón misericordioso hacia un pueblo que desobedecía día tras día. Y Kung medita y dice: «Es verdad, no conozco los designios de Dios. No puedo leer la mente de la deidad, pero» él dijo, «me pregunto si la razón por la que encontramos periódicamente en la Biblia estos ejercicios raudos y repentinos de la justicia. Quizás sea que Dios ve necesario el interrumpir su patrón normal de clemencia, paciencia gracia y misericordia para recordarnos de su justicia. Él mismo dice que su paciente misericordia está diseñada para darnos tiempo para arrepentirnos; pero en vez de eso nos aprovechamos y pensamos que a Dios no le importa si pecamos, o aun que, si importase, no hay nada que pueda hacer al respecto. Vi una vez a un joven desafiar a Dios gritando a los cielos, «Si estás ahí, ¡Mátame con un rayo!» desafiando así al Todopoderoso. Yo no quise mirar. pero vi su cadáver al día siguiente, nunca lo olvidaré. Pero señoras y señores, estamos tan acostumbrados a los patrones normales de gracia y misericordia de Dios, que no sólo comenzamos a darlos por sentados, los asumimos y empezamos a exigirlos y si no los conseguimos enfurecemos. Hace poco hablé en el Seminario Teológico de Dallas. Compartí de un pasaje en el Nuevo Testamento donde Jesús habló de este mismo tema y utilicé mi ilustración favorita. Cuando yo era un joven profesor universitario, mi tarea era enseñar a 250 nuevos estudiantes Introducción al Antiguo Testamento; El mismo primer día de clases tuve que entregar los trabajos y tenía que ser muy cuidadoso con los requisitos, porque ellos tratarán de distorsionarlos para librarse de ellos. Y les dije: «Miren, tenemos sólo unos pocos ensayos, de tres a cinco páginas o de dos a cuatro páginas, pequeños escritos cortos » Y dije «son cuatro de ellos, si no se presentan a tiempo serán desaprobados a menos que hayan ingresado a la enfermería o se haya muerto un familiar cercano» y tuve que explicarles todo a ellos y dije, «¿Todos entienden?» «Oh, sí, estamos de acuerdo», » El primer plazo se vence el treinta de septiembre». El treinta de septiembre, 225 estudiantes diligentemente vienen con sus trabajos. Veinticinco de los estudiantes estaban de pie allí temblando asustados y llenos de miedo. Me dijeron: «Oh, Dr. Sproul, no alcanzamos a terminar nuestros trabajos, no administramos bien el tiempo. No hicimos la transición de la secundaria a la universidad. Por favor no nos vaya a reprobar ¡Denos una extensión de dos días!» Yo dije: «Ok. Voy a concederlo esta vez, pero no dejen que suceda de nuevo. Recuerden hoy que el mes que viene quiero esos trabajos a tiempo». Llegó el 30 de Octubre. 200 estudiantes llegaron con sus trabajos. Cincuenta de ellos no entregaron sus trabajos. «Entonces, ¿Dónde están sus trabajos?» Ellos dijeron: «¡Oh, profesor! Todo el mundo está con trabajos para esta semana y ésta fue el regreso a casa y estábamos ocupados con todos esos temas. Por favor dennos una oportunidad más». Y dije: «Ok, les voy a dar una prórroga de dos días» ¿Y saben lo que pasó? Empezaron a cantar espontáneamente, «Te queremos, Profesor Sproul, oh, sí que lo queremos» Yo era el profesor más popular en el campus hasta el 30 de noviembre. Noviembre treinta, 150 estudiantes llegaron con sus trabajos. Los otros cien entraron como si estuvieran yendo a comprar el pan. Estaban relajados, casuales. Dije: «¿Juárez?» Él dijo: «¿Sí, señor?» Le dije: «¿Dónde está su trabajo?» Él dijo: «Oiga profe ¿sabe? No se preocupe por él. Se lo voy a traer en un par de días». Así que saqué el libro negro y dije: «Juárez» Él dijo:»¿Sí?» le dije, «Tienes cero”. Pérez, ¿Dónde está su trabajo?» «No lo tengo, señor.» Le dije: «Cero”, “¿Martínez?, Cero», En ese momento alguien en el fondo de la sala gritó y usted puede adivinar lo que gritaba, ¿qué? «Eso no es justo!» «Jiménez, ¿dijo usted eso?» Él dijo «Sí.» Le dije: «¿Ha dicho usted que no es justo?» Y él dijo: «Correcto.» Le dije: «¿Recuerdo mal o usted no entregó la vez pasada su ensayo a tiempo?» Él dijo, «Es correcto.» Le dije: «Bueno, si quiere justicia va a tener justicia» Y yo escribí «Cero para ambos «. Y dije: «¿Alguien más? ¿Alguien más quiere justicia?» Señoras y señores, tenemos que entender la diferencia entre justicia y misericordia. Al momento que piensan que Dios le debe misericordia, una alarma debe sonar en sus cerebros que les advierta que ya no piensan más en misericordia, porque, por definición, ésta es voluntaria. Dios nunca está obligado a ser propicio a una criatura rebelde. Él no le debe misericordia. Como Él ha dicho: «Yo tendré misericordia de quien yo tenga misericordia». Y voy a cerrar con esto: Un Dios santo es justo y misericordioso, nunca injusto. No hay momento en ninguna página de las Escrituras, donde alguna vez se castigue a una persona inocente. Dios simplemente no sabe cómo ser injusto. Le doy gracias cada noche porque Él sabe cómo ser no-justo, porque la misericordia es no-justicia, pero no es injusticia. Y así los dejo con esto: Cuando oren, ni se le ocurra pedir a Dios que te haga justicia. Él podría hacerlo y si Dios fuera a tratar con nosotros de acuerdo a la justicia, pereceríamos tan rápidamente como Nadab y Abiú, Uza. Y Ananías y Safira en el Nuevo Testamento; pero vivimos, amados, por gracia, por su misericordia y nunca lo olvidemos.
Padre Nuestro, perdónanos por dar por sentada tu bondad amorosa, por exigirla, por enojarnos cuando no lo recibimos. Padre, ayúdanos a asombrarnos con tu gracia. Porque lo pedimos en el nombre de Cristo, Amén.
Santidad y justicia Tercera parte de la serie de enseñanza del Dr. R.C. Sproul "La santidad de Dios".
Revisado por el equipo de Nexo Cristiano
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febrero 17, 2021
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