Riquezas - ¿Practica la Iglesia lo que predica?, por Warren W. Wiersbe

¿Practica la Iglesia lo que predica?, por Warren W. Wiersbe

Capítulo 10

Riquezas  

El hombre a quien se admira sobre todo hombre es aquel en el que no influye el dinero. . 
Cicerón  

¡Dios y dinero!, voceaba la portada de la revista Time del ejemplar del 3 de agosto de 1987. Comenzando en la página 48, Time anunció lo que el público había sospechado desde hacía mucho tiempo: que no a todo el que dice "Señor, Señor" se le puede confiar que gane dinero sinceramente o que lo admimstre con sabiduría. La gente no tardó en reaccionar ante las noticias y poco tiempo después, muchas organizaciones religiosas detectaron una disminución muy marcada en las contribuciones. Incluso los ministerios que habían tenido reputaciones impecables sufrieron esta reducción. El público había perdido confianza porque se trataba de una crisis de integridad. 

Esta no fue la primera ocasión en que cayera un imperio religioso, ni será la última; pero muy bien podría suceder que fuera el primer colapso en el que haya estado implicado tanto dinero y tantas personas, y haya recibido tanta atención de la prensa durante tanto tiempo. El dinero y la moral siempre interesará al público, de modo que la prensa aprovechó las circunstancias y no se les puede culpar, también ellos tienen que ganarse la vida. 

En el seminario se me enseñó que el orgullo, el dinero y el sexo cran las armas principales del enemigo para arruinar un ministerio, y que con frecuencia se presentan juntos. Un líder religioso llega a ser rico y famoso, luego se llena de orgullo y más tarde se  convierte en su propia ley y hace lo que le place. Después de todo, ¿no pueden los siervos de Dios de gran éxito vivir por encima de Su ley? Dado el hecho de que el Señor fue humilde, pobre y puro, sería de esperar que sus discípulos siguieran su ejemplo; pero no siempre sucede así. 

La secuencia nos resulta muy conocida. Primero, un hombre o una mujer sienten el llamado a un ministerio y desean servir con sinceridad genuina. No obstante, el ministerio requiere dinero. Incluso Jesús tenía amigos quienes le ayudaban a pagar sus deudas (véase Lucas 8:3) y Pablo aceptaba la ayuda económica tanto de iglesias (véase Filipenses 4:15-16) como de individuos (2 Timoteo l: 15-18). El ministerio requiere dinero; pero debemos ser cuida- doso de que el dinero no comience a apoderarse del ministerio. Cuando sucede esto, el ministerio se anula y las organizaciones se convierten en empresas de negocios religiosas. El dinero se transforma en un fin en sí mismo y deja de ser el medio para alcanzar un fin. 

La televisión es un medio costoso, de modo que no nos debe sorprender si los predicadores de televisión se preocupan por el dinero, sobre todo si llevan un estilo de vida extravagante por el que alguien tiene que pagar. Sin embargo, incluso el más modesto de los predicadores de televisión se ve obligado a satisfacer presupuestos descomunales con los que están tratando de servir sinceramente al Señor y que requieren dinero. La manera en que obtengan el dinero y la forma de administrarlo dependerá de su integridad. 

Existen por lo menos tres mitos respecto al dinero y la religión que debemos enterrar. El primero de ellos es que el dinero no es ni bueno ni malo, que es neutral y que todo depende de cómo se utilice. Si esto fuera cierto, ¿por qué Jesús se refirió a las "riquezas injustas" (Lucas 16:9)? ¿Y por qué nos advirtió sobre "el engaño de las riquezas" (Mateo 13:22)? El parece estar diciendo que la riqueza es contaminante y engañosa en sí misma, y que sólo Dios puede santificarla para usos nobles. 

Yo estoy de acuerdo con Richard Foster, quien dijo: — Detrás del dinero existen poderes espirituales invisibles, poderes que son seductores y engañosos, poderes que exigen una devoción absoluta. 

La riqueza es peligrosa e incluso el cristiano más fervoroso puede encontrarse atrapado en la adoración a Mammón y ni siquiera darse cuenta de lo que está haciendo. 

Mammón es la palabra aramea para la riqueza de todos los tipos. Proviene de una raíz que significa "aquello en lo que se confía" o "aquello que se confía". Esto sugiere que la riqueza es algo que Dios nos ha confiado, algo en lo que Dios no quiere que confiemos. El desea que confiemos en él. Cuando los judíos utilizaban este vocablo, era casi siempre en un sentido negativo y es así como Jesús la usó. Declaró: "Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas" (Mateo 6:24). 

Mammón es la riqueza personificada y Cristo nos advirtió que no nos relacionemos con él en la forma en que nos relacionamos con Dios. No debemos esforzarnos por ponerlos en el mismo nivel en nuestras vidas. El dinero puede controlar nuestra atención y nuestro afecto si no somos cuidadosos. Foster señala que el "dinero" posee muchas de las características de una deidad. Confiere seguridad, puede inducir culpa, nos da libertad, nos otorga poder parece ser omnipresente. Sin embargo, lo más siniestro de todo es que ambiciona la omnipotencia.

El dinero reclama la lealtad y el amor que le pertenecen sólo a Dios, y posee el poder de atraparnos si no somos cautelosos. El dinero es un siervo maravilloso pero un amo terrible, y sólo una devoción disciplinada hacia Dios nos permite mantener a Mammón en su sitio correspondiente. En el mundo actual, el éxito se mide por el dinero y las posesiones, y es fácil que los cristianos apoyemos estos principios falsos si no nos cuidamos. Jesús dijo: "Mirad, y guardáos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee" (Lucas 12:15). "Porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abo- minación" (Lucas 16:15). 

Se puede ser rico; pero no mundano. Tanto la Biblia como la historia cristiana nos hablan de personas ricas que caminaron con Dios y se convirtieron en bendición para otros a través de su riqueza. No obstante, se observará que los líderes de las Escrituras tuvieron sumo cuidado en mantener sus manos limpias en lo referente al dinero, y no aprovecharon su posición o autoridad para explotar a otros. Escuchemos a Abraham cuando rehusó los despojos de Sodoma: "He alzado mi mano a Jehová Dios altísimo, creador de los cielos y de la tierra, que desde un hilo hasta una correa de calzado, nada tomaré de todo lo que es tuyo, para que no digas: Yo enriquecí a Abraham" (Génesis 14:22-23). 

Escuchemos al profeta Samuel: "Atestiguad contra mí delante de Jehová y delante de su ungido si he tomado el buey de alguno, si he tomado el asno de alguno, si he calumniado a alguien, si he agraviado a alguno, o si de alguien he tomado cohecho para cegar mis ojos" (l Samuel 12:3). 

Escuchemos a Pablo cuando se dirigió a los pastores de Efeso: "Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado. Antes vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido. En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir" (Hechos 20:33-35). 

Uno de los atributos necesarios para el ministerio es "no codicioso de ganancias deshonestas" (véase Tito 1 : 7). Por consiguiente, el pueblo de Dios tiene el derecho de saber si sus ministros manejan o no sus finanzas con sinceridad. Creo que esto se aplica a cualquier persona que por su propia voluntad vive del sostenimiento de otros, y esto incluye a los ministros de los medios masivos de comunicación tanto como a misioneros, evangelistas y pastores de iglesias locales. Los siervos de Dios deben recibir el sostén adecuado porque "el obrero es digno de su salario" (Lucas 10:7); pero deben usar ese salario con sabiduría y estar listos para rendir cuentas exactas del mismo. 

El ministro codocioso se convertirá ya sea en un charlatán o en un asalariado. El charlatán vende sus dones por dinero y utiliza su Biblia y su congregación del mismo modo en que un actor usa un libreto y una sala de espectadores. Es el que siempre renuncia cuando se le presenta un empleo más lucrativo. El asalariado trabaja por sueldo y hace lo que se espera de él; pero no más. Los días más importantes de la semana son el día de pago y el de asueto, y renuncia cuando se le presenta la oportunidad de un trabajo más liviano o cuando hay algún peligro que amenaza al rebaño (véase Juan I0: 12-13). 

Pablo le advirtió a Timoteo que la "raíz de todos los males es el amor al dinero" (l Timoteo 6: 10) y le ordenó que transmitiera este mensaje a los ricos de su congregación. Santiago advirtió a los ujieres de la iglesia que fueran cuidadosos en la forma en que sentaban a los ricos y a los pobres (véase Santiago 2:1-13), y también reprendió a los hombres de empresa ricos que explotan a sus trabajadores (véase Santiago 5:1-8).  Tengo la impresión de que Santiago se estaba dirigiendo a cristianos confesos y no a inconversos. 

El dinero no es neutral sino esencialmente malo, y debemos estar alerta ante sus poderes seductores. Es de particular importancia que los líderes de la iglesia eviten el amor al dinero: "Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sio con ánimo pronto" (l Pedro 5:2). 

El segundo mito que debemos sepultar es que el dinero no satisface. Con cuánta frecuencia, en mis días de escasez en el ministerio dije: — ¡El dinero no da felicidad! ¡No trae satisfacción! 

¡Ah! Era fervoroso y dedicado; pero estaba equivocado. Hay millones de personas en este mundo que son felices y se sienten satisfechas por lo que el dinero puede hacer. No son ricos; pero viven con comodidad y gozan la vida. El problema es que no disfrutan la vida en un plano más elevado. 

Algunas personas no saben que la palabra disfrutar está en la Biblia y que Pablo la utilizó en 1 Timoteo 6: 17: "A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni ponga la esperanza en las riquezas, las cuáles son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todos las cosas en abundancia para que las disfrutemos". La teología en este punto es clara. Dios hizo las cosas y las cosas son buenas (véase Génesis 1 :31). Dios sabe que necesitamos cosas (Mateo 6:32) de modo que él nos las da y quiere que las disfrutemos. Sin embargo, aquí cabe una advertencia, debemos disfrutar los dones de Dios con humildad, porque son "regalos" y con cuidado porque la riqueza es incierta y puede esfumarse en cualquier momento; pero lo más importante de todo es que no debemos dejar que los dones de Dios tomen el lugar de Dios mismo. 

John Piper escribe lo siguiente: — Lo que Pablo estaba advirtiendo, no era contra el deseo de ganar dinero y satisfacer nuestras necesidades y las de otros, sino contra el deseo de tener más y más dinero, y el desarrollo desmedido del ego y los lujos materiales que puede proporcionar' Es por esto que Pablo escribió: "Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo" (l Timoteo 6:9, las itálicas son mías). El problema no es que el dinero no satisfaga sino que sí satisface. No obstante, satisface sólo a aquellos que están dispuestos a vivir al nivel bajo en el que el dinero es el que les otorga la máxima dicha. Esto es lo que Cristo quiso decir cuando declaró: "Mas, hay de vosotros, ricos! porque ya tenéis vuestro consuelo" (Lucas 6:24). También hizo una declaración similar hablando de los fariseos excesivamente piadosos y ricos: "De cierto os digo que ya tienen su recompensa" (Mateo 6:2). 

H.H. Farmer escribió que "para Jesús, lo terrible de tener los valores equivocados en la vida y buscar las cosas erróneas no es que está uno destinado a una decepción amarga, sino que no lo está; no que no logre lo que desee, sino que lo hará." 

La pregunta que todos debemos contestar es :¿qué es lo que me satisface realmente? ¿Nos contentamos con tener alimento, ropa y abrigo? ¿O deseamos algo más que las comodidades básicas?" Es bueno tener las cosas que el dinero puede comprar a condición de que no se pierdan aquellas que el dinero no puede comprar. Las personas que "ya tienen su recompensa" se han conformado con algo de segunda calidad. 

Ahora entendemos mejor por qué el "evangelio de la prosperidad" y los estilos de vida ostentosos de algunos predicadores de la televisión y sus esposas atrae la admiración y el apoyo de tantos espectadores. Ese es el nivel de vida que ellos desean y puede ser que Dios se los conceda. Sin embargo, esto es todo lo que obtendrán porque ya habrán recibido su recompensa y, cuando la vida termine, no recibirán otras recompensas. Sus oportunidades se habrán agotado. 

La Biblia no exalta ni el lujo ni la pobreza, simplemente nos dice que debemos aprender a contentarnos con cubrir las necesidades básicas de la vida. (La mayoría de los que vivimos en Estados Unidos tenemos mucho más que nuestras necesidades básicas y una abundancia por la que tendremos que responder.) "Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis" (Hebreos 13:5). "Así que, teniendo sustento y abrigo, estamos contentos con esto" (1 Timoteo 6:8). Debemos decidir cuáles son realmente nuestras necesidades y vivir a ese nivel. Las riquezas adicionales que el Señor nos envíe las podemos utilizar para satisfacer las necesidades de otros. El simple hecho de que tengamos un ingreso mayor no constituye una obligación para vivir con más lujo, sino que debemos compartir lo que tenemos con mayor desprendimiento. 

El tercer mito que necesitamos sepultar es que nuestra responsabilidad concluye cuando somos dadivosos. Las personas que adoptan esa actitud terminan a menudo desperdiciando lo que les queda y permitiendo que las organizaciones que apoyan desperdicien lo que reciben. Ambas cosas son pecado.
 
Todo lo que tenemos proviene de Dios y debemos emplearlo como él nos ordena. "Acuérdate de JEHOVA tu Dios porque él te da el poder para hacer las riquezas" (Deuteronomio 8:18). Dios es el propietario, nosotros los mayordomos. No importa cual sea la proporción de nuestro ingreso que le damos, lo que queda sigue estando bajo su autoridad. El dar el diez por ciento o incluso el cincuenta por ciento no nos concede el privilegio de desperdiciar el resto. 

Puesto que un día debemos dar cuentas de nuestra mayordomía, es preciso que seamos cuidadosos del uso que le damos a la riqueza del Señor. Una amiga mía quien hizo una donación importante a una organización de reputación dudosa, me dijo:
— Bueno, de todas maneras yo obtendré mi recompensa. Yo se la di al Señor y él conoce mi corazón.

Puede ser, pero si ella realmente hubiera deseado dársela al Señor y agradarlo, habría investigado la forma en que dicha organización manejaba sus fondos y cuáles eran sus metas. ¿Cuán honrado se sentiría si alguien hiciera un donativo en su nombre a la "Sociedad para la recuperación de las tapas usadas de botella" o al "Comité de rescate para gusanos perdidos"? La mayordomía bíblica significa que debemos dar un donativo digno, en una forma digna a una organización o persona dignas para que se utilice en un ministerio digno. 

La base teológica de la manera cristiana de dar se describe en 2 Corintios 8-9. Pablo hizo hincapié en que la manera de dar cristiana debe estar motivada por gracia y no por un sentido de culpabilidad. El vocablo griego charis (gracia) se utiliza por lo menos diez veces en estos capítulos. El dar de gracia quiere decir a pesar de nuestras circunstancias (2 Corintios 8:1-2), dar con entusiasmo y gozo (2 Corintios 8:3-4) y dar en respuesta a los dones que Dios nos da (2 Corintios 8:7). La gracia dadora fluye desde el interior, de un corazón agradecido y no se extrae a fuerza. 

Lo que a Dios le preocupa es la voluntad del creyente (2 Corintios 8:10-12), sus posibilidades (2 Corintios 8:13-14) y su fe (2 Corintios 8:15). Cuando damos, Dios ve la proporción, no sólo la porción, y escudriña el corazón tanto como la mano. Sabe que no podemos dar lo que no tenemos; pero desea que seamos generosos con aquello que sí poseemos. El dar de gracia requiere una actitud de fe en el Dios vivo. El tipo de fe que tiene el sembrador que siembra su semilla (2 Corintios 9:6-11). 

No obstante, Pablo no sólo tenía algo que decir respecto al dar, también se refirió al recibir (2 Corintios 8:16-9:5). La iglesias gentiles eligieron una delegación para que viajara con Pablo con el fin de recibir la dádiva de amor y llevarla a los creyentes judíos pobres de Judea. ¿Por qué Pablo no llevó el donativo él solo? ¿Por qué involucrar a todos esos hombres? Por una parte, era obvio que resultaba muy peligroso que un solo hombre llevara todo ese dinero y también, Pablo deseaba que la ofrenda promoviera la unidad cristiana, de modo que se tuvo la representación de varias iglesias en esa misión.

Sin embargo, había una tercera razón: "Procurando hacer las cosas honradamente, no sólo delante del Señor, sino también delante de los hombres" (2 Corintios 8:21). Pablo no quería darle a nadie motivo alguno para que pusieran en duda su manejo del dinero, de ahí el comité representativo. No bastaba con que Pablo le dijera a las iglesias: "El Señor sabe lo que yo estoy haciendo con este dinero". El era recto y sincero en sus manejos financieros, y deseaba que las iglesias supieran lo que estaba haciendo. A sus enemigos les habría encantado acusarlo de deshonestidad. 

La norma de Pablo me sugiere que toda organización religiosa debe cuidar que todo ingreso se maneje con extremo cuidado. Esto significa que los donativos se reciban y utilicen para los fines para los que se ofrendaron. Además,que los fondos limitados a uso especial conserven este carácter y que todos los fondos se asignen de acuerdo con un presupuesto aprobado. Una buena administración económica exige que se presenten informes regulares a la junta, además de una auditoría anual. La junta debe cuidar que ningún miembro de la organización se beneficie personalmente del ministerio y que la información financiera esté a la disposición de todo aquel que la desee. 

Al igual que la mayoría de los cristianos, mi esposa y yo recibimos mucha correspondencia de organizaciones que solicitan apoyo. Esto no nos contraría porque apreciamos el valor de saber lo que está sucediendo en el mundo evangélico. Hemos aprendido que el Señor no espera que apoyemos a todos; pero sí desea que nos mantengamos bien informados. Parte de esta correspondencia va derecho a la basura porque las organizaciones que las envían no nos inspiran confianza. De lo que queda, lo leemos y examinamos. En el transcurso de los años, el Señor nos ha guiado a ofrendar a ciertos ministerios que sabemos son sólidos y confiables, y no sen- timos el menor remordimiento por no dar a los demás. Si Dios desea que demos así nos lo indicará y proveerá el donativo. 

El ministerio con el que colaboro en la actualidad, La Biblia dice... , ayudó a fundar el Evangelical Council for Financial Accountability (ECFA) (Consejo Evangélico de responsabilidad financiera), una agencia independiente de vigilancia que cuida que sus miembros mantengan un sentido riguroso de integridad en lo financiero y administrativo. También pertenecemos a la Interdenominational Foreign Mission Association (IFMA) (Asociación interdenominacional de misiones extranjeras) que también establece normas rigurosas para sus miembros. La agencia "vigilante" más reciente es la Ethics and Financial Integrity Commision (Comisión de integridad ética y financiera) de la National Religious Broad- casters (EFICOM) (Radiodifusoras religiosas nacionales). 

Con toda franqueza, conviene ser muy cauto al ofrendar a cualquier ministerio que no fuera miembro de alguna agencia de vigilancia digna de confianza, y cuando digo digna de confianza, me refiero a una que tenga normas rigurosas y que no tema disciplinar a sus miembros, sea quien sea. Se requiere más que una simple lista de normas para que la disciplina funcione; también debe haber valor, sobre todo cuando se disciplina a un ministerio conocido. 

Ahora que estoy presentando algunas advertencias, permítanme decir algunas palabras sobre los ministerios que tienen en sus juntas y nóminas un buen número de familiares del director: examínelos con extremo cuidado. 

También quiero advertirles sobre las organizaciones que emplean técnicas dudosas para recabar fondos, por ejemplo, las de inventar una o dos crisis anuales u ofrecer mercancía de mayor valor que la cantidad del donativo. No todo el mundo está de acuerdo con nosotros; pero a mi esposa y a mí no nos gusta vernos inundados con correspondencia— hemos recibido hasta tres cartas de la misma organización en una sola semana —y no vemos con bueno ojos las peticiones por teléfono. En una ocasión amenacé con obtener un número no listado, no porque los comerciantes locales nos estuvieran asediando, sino debido a la solicitud de ayuda económica de ministerios cristianos. Antes de que llamen ya he contestado: ¡NO!

Oí sobre un hombre que encontró una notificación de una carta certificada en su puerta al regresar de un viaje, de modo que se apresuró a ir al correo. ¡Después de todo, tal vez había ganado la lotería de Reader's Digest! Pero no, la carta— que era certificada — provenía de un teleevangelista en la que le pedía un donativo para su ministerio que padecía su crisis más reciente. El hombre sabía que nunca podría escapar de la lista de correo de ese ministerio, de modo que tomó dos decisiones: no volver a leer nunca la correspondencia de ese ministerio ni volver a ver jamás su programa. 

Un radioescucha de Ohio me llamó para compartir un problema y en la conversación me relató lo siguiente: 
— Tengo un número telefónico no listado. Una tarde, recibí una llamada de un ministerio de televisión y me pidió un donativo substancial. Me sentí realmente sorprendido y pregunté cómo habían obtenido mi número telefónico, ya que no era del dominio público, La chica le dio vueltas al asunto y terminó por decir que había muchas maneras de obtener los números particulares. Dígame, ¿cómo puede un supuesto ministerio cristiano violar la intimidad de una persona y luego mentir al respecto? 

¿Ha visto alguna vez en una carta o ha escuchado por radio y televisión lo siguiente? "¡A menos que nos ayude hoy mismo, nues tro ministerio desaparecerá al concluir la semana!" Espero que el lector no crea semejante amenaza. ¿Y qué le parece esto? "Si nuestro ministerio se derrumba, afectará la obra de evangelismo en todo el mundo". ¿Quién llevaba a cabo la "obra de evangelismo" antes de que esa persona entrara en escena? Este tipo de exageración monumental no tiene cabida en el ministerio cristiano. 

Tal vez estos sean casos extremos; pero ilustran a la perfección lo que me preocupa: los métodos poco éticos de obtener fondos. En la iglesia primitiva, los siervos de Dios pagaban sus cuentas trabajando, aceptando el sostén de individuos o recibiendo donativos de iglesias locales. Pablo no se avergonzaba de comunicarles a los demás sus necesidades y pedir ayuda. Es indudable que algunos de sus amigos no se limitaban a orar, sino que le enviaban donativos para ayudarlo en su trabajo. No veo nada de malo en escribir cartas a amigos que desean escuchar algo sobre nuestro trabajo y que les demos información exacta que les puede guiar en sus oraciones y donativos. La comunicación es una cosa, la manipulación es algo completamente distinto. 

Existe una conexión bien definida entre la responsabilidad f nanciera y la fidelidad en el ministerio. Las personas a quienes no se le puede confiar la riqueza de Dios tampoco se le puede confiar la verdad de Dios. Nuestro Señor dijo: "El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es Injusto, también en lo más es injusto. Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero?" (Lucas 16:10-11). 

La mayor riqueza del mundo es "el reino de Dios y su justicia" (Mateo 6:36). Esto es lo que debemos poner en primer lugar. Si lo hacemos así, Dios se ocupará de lo demás. 

Tengo el presentimiento de que muchos ministerios cristianos, incluyendo iglesias locales, van a sufrir pruebas difíciles en los meses venideros. Dios está sacudiendo las cosas "para que queden las inconmovibles" (Hebreos 12:27; pero léanse también los versículos 25-29). Será un tiempo de autoexamen doloroso; pero esto no le hará daño nunca a ninguna organización. También será una época de sacrificio y sumisión, tal vez incluso de persecución; pero estas tribulaciones nos deben acercar más a Dios. 

"Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios" (l Pedro 4:17). .  

Esto es lo que pienso.


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Riquezas - ¿Practica la Iglesia lo que predica?, por Warren W. Wiersbe Riquezas - ¿Practica la Iglesia lo que predica?, por Warren W. Wiersbe Revisado por el equipo de Nexo Cristiano on junio 05, 2024 Rating: 5
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