Retrospección - ¿Practica la Iglesia lo que predica?, por Warren W. Wiersbe

¿Practica la Iglesia lo que predica?, por Warren W. Wiersbe

Capítulo 2

Retrospección 

Dios hizo los enteros, lo demás es obra del hombre. 
Leopold Kronecker 

Para entender lo que es la integridad, debemos comprender que hay dos fuerzas que compiten en el mundo de hoy: l) la de Dios, que busca unir las cosas, y 2) la del pecado, que las divide. Dios desea hacer "enteros", Satán desea hacer "fracciones". El propósito de Dios es "de reunir todas las cosas en Cristo" (Efesios l:10) y no puede aceptar la neutralidad. "El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama" (Lucas 11:23). El programa de Dios terminará por triunfar finalmente y un día, su universo se convertirá en un "entero" glorioso. No obstante, mientras no suceda esto, usted y yo debemos vivir en un mundo fragmentado y experimentar el problema que la fragmentación trae consigo.  

La iglesia de Dios es su principal instrumento en este mundo para unir las cosas, y para hacer bien este trabajo, la iglesia misma debe poseer esta calidad de "entero". Si hay un lugar en el que la gente quebrantada de nuestra sociedad debe encontrar su integridad, este es la iglesia local. Después de todo, los cristianos estamos reconciliados con Dios y unidos unos con otros, de manera que la gente tiene todo derecho de esperar que la iglesia sea íntegra. ¿Qué es integridad? El Diccionario Oxford de la Lengua Inglesa indica que la palabra se deriva del latín "integritas", que significa "calidad de entero, el todo, estar completo". La raíz es "integer", que significa "sin mácula, intacto, entero". La integridad es a la persona o al carácter lo que la salud es al cuerpo o la vista a los ojos. Una persona con integridad no se divide (esto es: doblez) ni se limitaría a pretender (esto es: hipocresía). La vida se combina en un todo y las cosas trabajan unidas en armonía. La gente íntegra no tiene nada que ocultar ni nada que temer. Sus vidas son libros abiertos, están completos. He aquí cómo Jesús describe la integridad: 

No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde los ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan y hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.  
La lámpara del cuerpo es el ojo, así que si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?  
Ninguno puede servir a dos señores; porque o abo- rrecerá al uno y amará al otro, o estimará a uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas (Mateo 6:19-24).  

Jesús expresó con toda claridad que la integridad implica la totalidad de la persona interna: el corazón, la mente y la voluntad. La persona con integridad es de un solo corazón. No trata de amar a Dios y al mundo al mismo tiempo. Su corazón está en el cielo y es ahí donde se encuentra su tesoro. "No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del padre no está en él" (1 Juan 2:15). La persona íntegra toma el siguiente mandamiento con toda seriedad: "Amarás al SEÑOR tu Dios de todo tu corazón" (Mateo 22:37).  

La persona con integridad es también de un solo pensamiento y una sola perspectiva (visión), lo que hace que se encamine en la dirección correcta en la vida. Después de todo, la perspectiva ayuda a determinar el resultado; "el hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos" (Santiago 1:8). Lot era un hombre de doble ánimo, lo que explica por qué escogió vivir en una casa en Sodoma en lugar de vivir en una tienda en el campo santo de Abraham (véase Génesis 13:6ff.). Lo que le ayudó a Abraham a mantener el camino recto fue su singular perspectiva. Era un extranjero y peregrino en la tierra, con los ojos de la fe firmemente puestos en Dios y en la ciudad celestial (véase Hebreos 11:13-16).  

Jesús dijo también que la persona con integridad tiene una sola voluntad, que busca servir a un solo señor. Peter T. Forsythe estaba en lo correcto cuando declaró: "El primer deber de toda alma es encontrar, no su libertad, sino su Señor." Una vez que la persona encuentra a su Señor, a Jesucristo, encontrará la libertad; así que, "si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres" (Juan. 8:36). Nadie puede servir con éxito a dos señores. El intentar hacerlo es convertirse en una persona quebrantada que no tiene integridad. Es un ser con un corazón dividido, una mente dividida y una voluntad dividida. 

El primer deber de toda alma es encontrar, no su libertad, sino su Señor. Una vez que la persona encuentra a su Señor, a Jesucristo, encontrará la libertad; así que, "si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres" (Juan. 8:36). 


De todos los destacados siervos de Dios con quienes he tenido el privilegio de colaborar, nadie ilustró el concepto de la integridad cómo Theodore H. Epp, fundador de Back to the Bible (La Biblia dice...). Repetía constantemente a su personal y al consejo, que Dios no los había llamado, a él y a la organización, a tratar de hacerlo todo. Su norma era: "¡Esta sola cosa es la que haré!" Con toda cortesía declinó algunas de mis mejores sugerencias porque vio que sólo lograrían desviarnos. No sólo temía las desviaciones, sino que también temía convertirse en un predicador complaciente con todos.  

Durante un periodo de su ministerio llegó a la conclusión de que algo andaba mal porque no estaba recibiendo ninguna crítica por correo. (¡La mayoría de los predicadores de los medios masivos de comunicación estarían alegres con eso!) Se alejó a un breve retiro espiritual, escudriñó su corazón y regresó con una serie de mensajes que constituirían un desafío para sus oyentes. No estaba tratando de iniciar una cruzada ni buscaba problemas deliberadamente, sólo deseaba enfrentar las luchas sin acobardarse. — Me temo que cuando agrado a todos no estoy agradando al Señor, y agradar al Señor es lo fundamentalmente importante- comentó.  

Jesús explicó que una lealtad exclusiva permite la entrada de la luz, en tanto que una lealtad doble— dos perspectivas y dos señores en la vida —-crea obscuridad en el interior. Luego advirtió que la persona sin integridad piensa en realidad que la obscuridad es luz! El apóstol Juan describe este proceso aterrador de deterioro moral espiritual:  

Este es el mensaje que hemos oído de El, y os anunciamos, Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en El. Si decimos que tenemos comunión con El, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad (l Juan 1:5-6).  

El primer paso hacia la obscuridad interior es la hipocresía, el mentir a los demás respecto a nuestra comunión con el Señor. Hay muchas maneras en que podemos hacer esto: predicando lo que no practicamos, orando por cosas que no sentimos, pretendiendo hacer lo que no hacemos. No obstante, el pretender es sólo el principio, ya que el problema empeora. Juan continuó diciendo: 

Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros (1 Juan 1:8)

 En efecto, la situación se agrava paulatinamente, ya que ahora no sólo les mentimos a los demás, sino que también nos mentimos a nosotros mismos y nos lo creemos. La hipocresía se ha convertido en doblez; ya no sólo pretendemos, sino que la mentira se ha convertido en nuestra forma de vida y no vemos nada malo en ello. La hipocresía ha dado paso a la doblez. ¿Dónde termina todo esto?  

Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a El men- tiroso y su palabra no está en nosotros (1 Juan 1:10) 

 Ahora no sólo le mentimos a otros y a nosotros mismos, sino que intentamos mentirle a Dios y, con esto, lo hacemos a El mentiroso. Podemos leer la Palabra de Dios y no sentirnos convictos de pecado. ¿Por qué? Porque la decadencia moral interna ha transformado la luz en obscuridad. La hipocresía se ha convertido en doblez y la doblez ha engendrado apostasía. Y todo esto comenzó con tener un corazón divido que dio paso a una mente dividida y a una voluntad dividida.  

La única manera de evitar esta tragedia es caminar en la luz y mantener a la persona interna en honradez y limpieza delante de Dios (l Juan 1:7,9). Debemos convertirnos en personas de "una sola cosa": una cosa hago (Filipenses 3: 13), una cosa he demandado (Salmos 27:4), sólo una cosa es necesaria (Lucas 10:42). Debemos seguir el consejo de Pablo: "Si, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra" (Colosenses 3:1-2).  

Lo que Juan dice respecto a cada creyente se aplica también a las iglesias y a los ministerios, ya que estos se componen de creyentes, los cuáles son miembros del cuerpo de Cristo. Nos pertenecemos unos a otros, necesitamos unos de otros, nos afectamos unos a otros y no podemos escapar unos de otros.  

Por consiguiente, cuando la hipocresía (mentir a otros) y la doblez (mentirnos a nosotros mismos) comienzan a dominarnos, la integridad se corrompe paulatinamente hasta que acaba por destruirse. El resultado es siempre la apostasía (hacer a Dios mentiroso) y poco a poco, la luz se convierte en obscuridad. Y todo esto va aconteciendo mientras las persona o el ministerio sostiene lo que parece ser una relación fiel con Dios. Cuando el derrumbe sobreviene, la gente se sorprende y se muestra atónita. De hecho, los pecadores mismos se sorprenden e incluso se defienden de sus acusadores. La luz se ha convertido en obscuridad y ya no pueden discernir el bien del mal.  

Tener integridad significa que la luz brilla internamente porque la persona (o el grupo) es de un solo corazón, una sola mente y una sola voluntad. Tener hipocresía significa que se han producido fragmentos y la penumbra se ha introducido. Tener doblez significa que la luz se ha convertido en obscuridad, el mal se ha trocado en bien y el pecado es algo aceptable. Esta es la clase de persona a la que Jesús se refería cuando dijo: 

No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre y en tu nombre echamos fuera demonios y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí, apartaos de mi, hacedores de maldad (Mateo 7:21-23).  

El decir las palabras adecuadas, portar las credenciales oficiales, presentar los sermones basados en textos apropiados, ayudar a las personas con sus problemas e incluso el realizar milagros, nunca pueden sustituir el hacer la voluntad de Dios. No obstante, la tragedia de hoy en día es que muchas personas no disciernen la diferencia entre lo genuino y lo falso, ¡y lo que la mayoría califica de bendición puede ser en realidad juicio de Dios!  

Tal vez la ilustración más apropiada de esta tragedia sea la nación de Israel, así que vayamos atrás en la historia a encontrarnos con dos hombres de valor e integridad: Nehemías y Jeremías. Ambos pueden enseñarnos muchas cosas sobre lo que está sucediendo en la iglesia hoy día y lo que usted y yo debemos hacer para resolver situación.


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Retrospección - ¿Practica la Iglesia lo que predica?, por Warren W. Wiersbe Retrospección - ¿Practica la Iglesia lo que predica?, por Warren W. Wiersbe Revisado por el equipo de Nexo Cristiano on mayo 14, 2024 Rating: 5
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