Responsabilidad - ¿Practica la Iglesia lo que predica?, por Warren W. Wiersbe

¿Practica la Iglesia lo que predica?, por Warren W. Wiersbe

Capítulo 5

Responsabilidad 

El evangelio no resulta atractivo al hombre natural; el único hombre que lo encuentra atractivo es aquel que está convicto de su pecado.  
Oswald Chambers 

Los medios noticiosos tienen mucho qué decir sobre los predicadores y el dinero, y sobre los predicadores y la moral; pero no se ha hablado mucho sobre el problema real: los predicadores y mensaje. La única persona que he oído mencionar este tema teológico es Chuck Colson en un discurso que pronunció en la Convención de Libreros Cristianos en 1987. Hizo una declaración similar en su libro Kingdonas of Conflict (Reinos en conflicto). He aquí lo que escribió:

El efecto de predicar una teología falsa puede ser desastroso. La mayoría de la gente atribuye la caída de Jim y Tammy Bakker a la voracidad, la indiscreción sexual o a la corrupción del poder. Por supuesto, estos fueron factores que contribuyeron; pero la causa fundamental de su caída fue que durante años enteros los Bakker habían estado predicando el evangelio falso de la prosperidad material... Lamentablemente, los Bakker se engañaron a sí mismos creyendo en su propio mensaje.

Cuando Chuck hablaba aquella noche, abrí mi Biblia en I Tesalonicenses 2:3-5 y leí:

Porque nuestra exhortación no procedió de error, ni de impureza, ni fue por engaño, sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones. Porque nunca usamos de palabras lisonjeras, como sabéis, ni encubrimos avaricia; Dios es testigo. 

Los siervos de Dios son mayordomos por designación divina a quienes se "confía el evangelio". Este es un gran privilegio; pero, al mismo tiempo, una responsabilidad solemne. "Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel" (l Corintios 4:2). Esta fidelidad implica por los menos tres elementos que deben ser los correctos: el mensaje ("nuestra exhortación no procedió de error"), el motivo ("ni de impureza") y el método ("ni fue por engaño"). Consideremos estos tres elementos para ver cómo se relacionan con esta crisis de integridad. 

El mensaje debe ser el correcto y este mensaje es el evangelio de Jesucristo, el evangelio de la gracia de Dios. Existe un solo evangelio y este se centra en la muerte, sepultura y resurrección de Cristo Jesús. El evangelio (buenas nuevas) es "que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras." (l Corintios 15:3-4). Los pecadores que se arrepienten y confían en Jesucristo son perdonados y Dios les concede el don de la vida eterna (véase 1 Juan 5:10-13). 

Dios es tan celoso respecto a su mensaje que El mismo declara "anatema" a cualquiera que predica "otro evangelio" (véase Gálatas 1:6-9). Los que cambian su mensaje añadiéndole, quitándole o pervirtiéndolo, son maestros falsos que le son infieles al Señor y están en peligro de recibir su castigo. Su mensaje proviene "del error".

El "evangelio de la prosperidad" de nuestros días está perfectamente acomodado a una sociedad como la nuestra que idolatra la salud, la riqueza y la felicidad. Las personas que predican este evangelio rebuscan aquí y allí, en el Antiguo Testamento, para extraer sus versículos comprobatorios; pero rechazan a sabiendas "todo el consejo de Dios" (Hecho 20:27). El "evangelio de la prosperidad" es un mensaje para la gente que busca una "solución rápida" para sus vidas; pero no un cambio permanente en su carácter. A. W. Tozer lo expresó de un modo sin igual:

 — Parece ser que hay demasiados cristianos que desean disfrutar la sensación de sentirse bien; pero no están dispuestos a sufrir las Inconveniencias de seguir el bien.
 
¿Por qué se preocupa tanto Dios porque prediquemos el mensaje correcto? Porque Dios exige la integridad y el evangelio falso la destruye. En primer lugar, el mensaje del evangelio se relaciona con la naturaleza misma de Dios. Jesús no se limita a salvar, Él es el Salvador. Cuando cambiamos el mensaje de Dios cambiamos al Dios del mensaje. El Dios de los "predicadores de la prosperidad" no es el Dios de la Biblia o el de la iglesia histórica. Es un Dios fabricado, un ídolo, y como nos lo recuerda A. W. Tozer, "la esencia de la idolatría es el abrigar pensamientos sobre Dios que son indignos de El".

El evangelio "pop" de la prosperidad trata de hacernos creer que la mayor preocupación de Dios es hacernos felices, no santificarnos, y que se preocupa más por nuestro bienestar físico y material que por el moral y espiritual. El "dios de la prosperidad" es un mensajero celestial cuya única responsabilidad es responder a todos nuestros llamados y asegurarse de que estemos gozando de la vida. 

Cuando escucho a estos predicadores hay varias preguntas que vienen a mi mente: De acuerdo con su teología, ¿dónde está el Dios de Abraham, a quien se le pidió que sacrificara a su único hijo? ¿Dónde está el Dios de aquel Isaac, que estuvo dispuesto a colocarse en el altar? ¿Dónde está el Dios de Jacob, cuyos hijos le causaron dolor y vergüenza? ¿Dónde está el Dios de Moisés, a quien le fue prohibido entrar a la tierra prometida por haberle robado la gloria a Dios? ¿Dónde está el Dios de los apóstoles que fueron arrestados, azotados y finalmente muertos porque seguían predicando a Jesús? ¿Dónde está el Dios de nuestro Señor Jesucristo, quien sufrió como nadie ha sufrido jamás: "Herido de Dios y abatido" (Isaías 53:4). 

No encuentro a ese Dios en sus predicaciones. ¿Por qué? Porque no se adapta bien a su mensaje. Predican un evangelio sin integridad, un mensaje incompleto, divorciado del mismísimo Dios que afirman representar. Un evangelio parcial no es evangelio, ya que no puede haber buenas nuevas cuando Dios mismo queda excluido de ellas. 

Theodore H. Epp, mi "jefe" ya fallecido, asistió a una convención en la que un predicador de gran popularidad era uno de los oradores invitados. El señor Epp deseaba escuchar a este hombre famoso, de modo que asistió a la reunión Biblia en mano. 

Imagínese su sorpresa cuando escuchó al orador decir (y en este caso estoy parafraseando):

"Notarán que no tengo una Biblia conmigo. Dejé de usar la Biblia en el púlpito porque la gente no quiere sermones, quiere escuchar lo que Dios representa para nuestras vidas." 

El señor Epp se sintió tan atribulado que abandonó el recinto, se fue a su habitación, cayó de rodillas y le pidió a Dios que le perdonara por haber asistido a esa reunión e incluso por haber asistido a la convención. Hizo sus maletas, pagó su cuenta y se marchó a casa. 

"Nuestra tarea no es decirle a la gente lo que desea escuchar - solía decirme — nuestra tarea es darle lo que necesita; pero tratando de lograr que lo deseen." 

Para él, el "enseñar la palabra de verdad" era lo más importante de todo. El "evangelio de la prosperidad" no sólo presenta una imagen distorsionada de Dios, sino que pervierte la doctrina bíblica de la Persona y la obra de Jesucristo. Dios tiene pleno derecho de entablarle juicio a todos aquellos que predican un evangelio falso, porque el mensaje del evangelio le costó a él su propio hijo. Jesús derramó su sangre para satisfacer la santa ley de Dios para que los pecadores perdidos pudieran alcanzar el perdón y reconciliarse con Dios. Jesús no murió para darnos salud, riqueza y felicidad, murió para santificarnos. El transformar el Calvario en una tarjeta de crédito santificada que nos da el privilegio de lanzarnos en una carrera hedonista es abaratar la obra que más le costó a Dios. Hemos observado que la meta suprema de Dios en la historia es "reunir todas las cosas en Cristo" (Efesios 1:10). Entonces, y sólo entonces, nuestros cuerpos estarán completamente redimidos y liberados de las fatigas de esta vida. La meta de Dios para cada uno de nosotros en lo personal es que podamos "ser hechos a la imagen de su Hijo" (Romanos 8:29). El quiere hacernos semejantes a Cristo e inicia ese proceso en el instante en que nacemos dentro de Su familia. A medida que crecemos en la vida cristiana, "somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor" (2 Corintios 3:18). 

No obstante, los predicadores de la prosperidad no consideran que la conformidad con Cristo es la meta de la vida cristiana. Es muy probable que se sientan avergonzados cuando se enfrentan al hecho de que, de acuerdo con su mensaje, Jesús no fue un hombre de "la prosperidad". No era rico y pasó su vida identificándose con los pobres y los marginados. Era un "varón de dolores y experimentado en quebrantos" (Isaías 53:3), no una celebridad que disfruta una vida de extravagancias. Quizá me equivoque, pero creo que si Jesús estuviera en la tierra hoy día, condenaría los estilos de vida ostentosos y llamativos de estos predicadores de la prosperidad" y sus discípulos. Cristo Jesús repudia el "evangelio de la prosperidad" con su vida, ministerio, enseñanzas y sobre todo, en su muerte. 

Los predicadores de "la prosperidad" nos presentan una imagen distorsionada de Dios, el Salvador, la fe cristiana y también de la iglesia. De acuerdo con ellos, la iglesia de Jesucristo es una reunión de personas felices que disfrutan la vida. De acuerdo con mi Biblia, la iglesia es la reunión de personas quebrantadas que buscan la santidad ante Dios y ser ayuda para un mundo necesitado. Sí, debe haber alegría y gozo cuando se congrega a adorar; pero también se deben compartir las cargas, limpiar las heridas y sanar los corazones quebrantados. No obstante, de acuerdo con "el evangelio de la prosperidad", ¡los cristianos no deben padecer en absoluto! 

La iglesia es una familia que se congrega unánime para darse aliento, obtener alimento espiritual y disciplina. Es un ejército que se une para prepararse para la batalla y escuchar las órdenes de avance de Dios. Es un rebaño que busca la protección de Dios en un mundo peligroso, una esposa que expresa devoción por el esposo celestial, un grupo de siervos que busca la voluntad de su Maestro. Nos congregamos no para escapar de la vida, sino para equiparnos mejor y alentarnos para enfrentar sus cargas y batallas. -q En efecto, tenemos momentos de felicidad; pero esta no es nuestra meta suprema. Nuestros objetivos son la santidad y el servicio; la felicidad es apenas una "añadidura".

Cuando la iglesia predica el mensaje incorrecto, causa división el ministerio pierde su integridad. No podemos divorciar nuestro mensaje de la naturaleza de Dios, lo que El hizo en el Calvario, lo que está haciendo hoy día en el mundo y lo que hará en el futuro. Sin embargo, esto es justamente lo que han logrado los voceadores de "la prosperidad". Una vez que alguien se fabrica su propio evangelio, no pasará mucho tiempo antes de que comience a practicarlo y entonces comienza a perder su integridad. 

Acuérdese el proceso descrito en I Juan 1:5-10. Primero se miente a otros y se deja de practicar la verdad (l Juan I :6). Luego comienza a mentir a sí mismo y a perder la verdad (l Juan 1:8). Por último, comienza a mentirle a Dios y a hacerlo a El mentiroso como resultado, la persona pierde Su Palabra. Juan dejó muy en claro que el ministerio exige integridad y que no se debe separar mensajero del mensaje. Cuando esto se hace, tanto el mensajero al como el mensaje pierden su integridad. 

A pesar de todo, no basta con predicar el mensaje correcto, también debemos predicar con propósitos santos. "Porque nuestra exhortación no procedió...de impureza" (l Tesalonicenses 2:3). La Nueva Versión Internacional de la Biblia traduce esto como "motivos impuros". La preocupación primordial de Pablo no fue agradar a los hombres para llegar a ser un predicador popular, ni explotar a las personas para convertirse en un predicador rico. Su motivación básica en el ministerio fue agradar a Dios y esta fue la fuerza que lo impulsó. Sabía que Dios probaba constantemente su corazón para saber si sus motivos eran puros. 

En Walden, Henry David Thoreau escribió: "No hay olor tan desagradable como el que se desprende de la bondad corrompida." Y pocas cosas hay que corrompan nuestra bondad como la avaricia, el deseo de popularidad y el sentimiento de éxtasis que se deriva cuando ejercemos poder sobre aquellos que nos entregan su adoración idolátrica. Cuando nuestros motivos son los incorrectos, nuestro ministerio está errado y las consecuencias para nosotros, nuestros seguidores y la iglesia entera son trágicas. 

Tal vez sea imposible que alguien en esta vida ministre por motivos absolutamente puros; pero, por la gracia de Dios, podemos esforzarnos en hacerlo. Cuando nos damos cuenta de que estamos resistiendo la crítica y cultivando la alabanza, debemos saber que algo está mal. Cuando comenzamos a creer realmente todo lo bueno que los demás dicen de nosotros, nos encontramos en peligro. Si nuestros corazones son rectos delante de Dios, la alabanza debe hacernos sentir humildes y no llenos de vanagloria. 

En años recientes, la iglesia ha tenido demasiadas celebridades y muy pocos siervos, ha habido un exceso de individuos recargados de medallas; pero con muy pocas cicatrices. Con sólo mirar sus vidas y escuchar sus mensajes, nadie sabría jamás que el evangelio es algo que se refiere a un judío humilde que fue pobre, rechazado y crucificado, ni tampoco se sospecharía que dijo: "Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios" (Lucas 6:20) o 'hay de vosotros, ricos! Porque ya tenéis vuestro consuelo" (Lucas 6:24). La celebridad religiosa fabrica el mensaje que realza más su popularidad y tal vez incremente sus ingresos. El siervo genuino se preocupa por la integridad, tanto la suya propia como la de su mensaje. 

En el último capítulo hablaré más ampliamente sobre los peligros del dinero y el poder dentro del ministerio. Pasemos ahora a la tercera preocupación de Pablo: nuestros métodos deben ser los correctos. 

En el ministerio del evangelio no hay cabida para el "engaño" No debe darse lugar al engaño en la presentación del evangelio. El fraude y la fe no van juntos. He oído a cristianos sinceros decir: 

"¡No me importan cuáles son sus métodos mientras el mensaje sea el correcto!" 

Deberían detenerse a considerar el hecho fundamental de que el mensaje ayuda a determinar el método. Algunos métodos del ministerio del evangelio son indignos de dicho evangelio. El vocablo griego que se traduce como "engaño" significa "cebar un anzuelo". En todos sus tratos con la gente, Pablo se mostró siempre recto y sincero. No trató de "atraparlos" con una "carnada" de manera que pudiera "engancharlos" con el evangelio. Un amigo mío colaboró con el personal administrativo de la iglesia que pastoreaba un predicador de la "prosperidad", muy conocido. Le pregunté porqué su jefe no predicaba sobre el pecado, el arrepentimiento o el juicio. 

Porque sabe que la mayoría de la gente no escuchará ese tipo e predicación", contestó mi amigo. "El los "atrapa" con sus sermones sobre "la prosperidad" y luego sus ayudantes hacen la obra personal tras bastidores, para asegurarse de que la gente entienda evangelio." 

No encuentro este tipo de evangelio en ninguna parte del ministerio de Jesús, sus discípulos o la iglesia primitiva. Cristo utilizó veces imágenes interesantes para centrar la atención de la gente; pero siempre los hizo enfrentarse a su pecado. Llamó la atención de la mujer del pozo hablándole sobre el "agua viva"; pero más tarde la hizo encararse a sus pecados: "Ve, llama a tu marido, y ven acá"(Juan 4:16). Jesús estuvo muy lejos de ser un predicador "la prosperidad". En realidad, ialgunos de sus mensajes eran directos que quienes lo escuchaban buscaban matarlo! 

Los sermones que halagan a los pecadores nunca servirán para varlos. En una ocasión escuché a un evangelista felicitar a la sal ¿ente al recorrer la nave hasta llegar a los consejeros, y al hacerlo, contradijo el mismo evangelio que predicaba. La predicación del evangelio genuino exalta a Dios y condena al pecador perdido, no aga el orgullo de éste. En realidad, el ego pecaminoso del hom- Sre se debe quebrantar ante el Dios santo y esta es la función del angelio. Antes de poder creer las buenas nuevas sobre Jesús, es preciso aceptar las malas nuevas sobre nosotros mismos. 

La adulación se han definido como "manipulación" y no "comunicación". Cuando comenzamos a manipular a las personas en lugar de ministrarlos, dejamos de ser mayordomos fieles del evangelio y le robamos a las personas la oportunidad de tomar una decisión responsable sobre Cristo. Jesús y Pablo persuadieron a sus oyentes, no los sedujeron ni ejercieron presión sobre ellos y tampoco los explotaron. El evangelio le demuestra al pecador la imposibilidad de salvarse a sí mismo v le confirma que tiene  responsabilidad de obedecer los mandamientos de Dios. 

La adulación es sólo un truco que usan algunos predicadores para cebar el anzuelo y atrapar peces incautos. Otro truco es ofrecer respuestas simplistas a problemas muy complejos. El predicador que vocea "¡Jesús es la respuesta!" está haciendo una  declaración ciertamente válida: pero hace tanto bien como el medico que les grita a los pacientes que aguardan en la sala de espera "¡la cirugía es la respuesta!" Esto no es otra cosa que demagogia pesar de que esté respaldada con un versículo de la Biblia. 

Alguien dijo, tal vez Mark Twain, que la mentira le da la vueltas al mundo mientras la verdad se está poniendo apenas las botas, y estaba en lo correcto. La naturaleza humana caída busca creer mentiras, sobre todo las "religiosas" que facilitan el triunfo demagogo. James Fernmore Cooper definio al demagogo como "aquel que ve por su propo interés pretendiendo una devoción  profunda por el interés de la gente". De todos los demagogos, los religiosos son los más despreciables. Ellos sí que saben cómo cebar el anzuelo. 

Mi esposa y yo acabábamos de registrarnos en un motel en Orlando, Florida, cuando se nos acercó una joven amigable que ofreció transportarnos gratuitamente a Disney World y al Centro Epcot. Mi "radar" se activó inmediatamente y le pregunté:

 — ¿Y qué debemos hacer a cambio de este favor? 

La verdad surgió al Instante: todo lo que teníamos que ha era tomar varias horas de nuestro tiempo de vacaciones para ver una película y luego visitar un proyecto de bienes raíces. Los promotores de bienes raíces saben cómo cebar el anzuelo; pero menos son sinceros al respecto y esto es más de lo que se puede decir de algunos predicadores. 

Es lamentable que muchos cristianos no saben discernir el verdadero espíritu de los ministerios a los que están expuestos.Carecen de discernimiento espiritual y también de confianza en personas que si lo tienen. El pastor fiel que advierte a su rebaño sobre un ministro de los medios masivos de comunicación, tiene muchas probabilidades de que le digan: ¡ah, lo que pasa es está celoso de su éxito! ¨¡Teme que empecemos a enviarle din a él! 

Cuando me encontraba en las primeras semanas de ministerio  como pastor de la Iglesia Moody, de Chicago, me sorprendió que un antiguo miembro me preguntara:
 "¿Cuándo va a invitar a "fulano" a predicar aquí?" , y me dió el nombre de un predicador de gran fama, en los medios masivos de comunicación, cuya teología y ética considero deplorables.
 —Jamás — le contesté — no quiero que la gente piense que esta iglesia aprueba su mensaje o su estilo de vida. 
 — ¡Pero él atraer multitudes! — Nosotros no estamos aquí para atraer multitudes — le respondí Estamos aquí para edificar la iglesia. El no puede contribuir a esta meta. 

En los años siguientes no vi a ese miembro con mucha frecuencia. Qué trágico que careciera de la capacidad para detectar un fraude religioso cuando lo encontraba, a pesar de que toda su vida había tenido el privilegio de escuchar a algunos de los predicadores y maestros bíblicos más destacados del mundo. Además, no estuvo dispuesto a aceptar la evaluación de su pastor. Por fortuna, era una excepción. 

Nuestras creencias determinan nuestra conducta y estas dos cosas determinan quiénes llegamos a ser. Si creemos en la verdad, ésta nos santificará (véase Juan 17: 17) y nos hará libres (Juan 8:31- 32). Si creemos en mentiras, gradualmente nos convertiremos en una mentira a medida que perdemos nuestra integridad y comenzamos a practicar la doblez. Un principio fundamental establece que nos hacemos semejantes al dios que adoramos. Si se trata de un dios falso, nos hacemos falsos. "Semejantes a ellos (a los dioses falsos) son los que los hacen, y cualquiera que confía en ellos" (Salmo 115:8) "Hijitos, guardáos de los ídolos" (l Juan 5:21).


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Responsabilidad - ¿Practica la Iglesia lo que predica?, por Warren W. Wiersbe Responsabilidad - ¿Practica la Iglesia lo que predica?, por Warren W. Wiersbe Revisado por el equipo de Nexo Cristiano on mayo 14, 2024 Rating: 5
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