Reexamen - ¿Practica la Iglesia lo que predica?, por Warren W. Wiersbe

¿Practica la Iglesia lo que predica?, por Warren W. Wiersbe

Capítulo 4

Reexamen 

ualquier iglesia da su primer paso cuesta abajo cuando renuncia a su alta estimación de Dios. 
A.W. Tozer 

Rafael se encontraba pintando sus famosos frescos del Vaticano cuando un par de cardenales se detuvo a observar y criticar.

 — El rostro del apóstol Pablo está demasiado sonrosado — comentó uno.
 — Es porque se sonroja al ver en qué manos ha caído la iglesia — replicó Rafael. 

Jeremías habría estado de acuerdo con esa respuesta. "¿Se han avergonzado de haber hecho abominación? Ciertamente no se han avergonzado ni aun saben tener vergüenza" (Jeremías 6:15 y 8:12). 

¿Por qué el pueblo de Judá acepta y apoya sin el menor rubor un sistema religioso que destronó al mismo Dios quien los había engrandecido tanto? Jeremías explica por qué sucedió: "Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso, ¿quién lo conocerá?" (Jeremías 17:9). En otras palabras, el corazón del problema es el problema del corazón, y usted y yo tenemos esa misma e de corazón. La escena y el libreto pueden ser diferentes; pero los actores no han cambiado desde los días de Jeremías. 

El pueblo de Judá siguió su corazón y se sumergió decidido en una religión falsa que les prometía todo lo que deseaban. Sus líderes siguieron sus corazones y cedieron a los deseos internos que se ocultan en todos nosotros, codiciando poder, riqueza y popularidad. Es probable que estos hombres no se consideraran profetas falsos a sí mismos; pero eso es justamente lo que eran. Tal vez eran sinceros cuando compartían sus sueños y anunciaban sus visiones; pero, con todo, guiaban a la gente por caminos equívocos. Es indudable que, cuando persiguieron a Jeremías, pensaban que estaban sirviendo a Dios. 

Cuando Dios vio que sus corazones se inclinaban al mal, envió "un poder engañoso para que crean la mentira" (2 Tesalonicenses 2: I l), porque la pena por rechazar la verdad es aceptar la mentira. La condena más grande que Dios puede enviar a su pueblo es dejarlo seguir su propio camino: "Y El les dio lo que pidieron; más envió mortandad sobre ellos" (Salmo 106:15). El éxito de la reforma de Josías dejó tras sí la atmósfera más propicia para que se desarrollara la levadura de la hipocresía que se difundió con suma rapidez. 

Creo que la crisis actual de integridad de la iglesia es en parte el resultado del éxito falso que el movimiento evangélico tuvo en años recientes. Sé bien que esta es una observación radical; pero creo que es una posición sostenible. En un libro publicado en 1980, Jon Johnston escribe: "La actual popularidad evangélica ejerce presión para acomodar los valores bíblicos en aras de la aceptación social." Luego agrega: "El grado al que estamos conprometiendo, ha alcanzado proporciones epidémicas." 

Lo que para algunos miembros de la iglesia es "éxito" para otros es juicio de Dios. Nos está dejando seguir nuestro propio camino y estamos comenzando a descubrir que nuestras ventajas son, en realidad, desventajas. George MacDonald comentó: "En todo lo que el hombre hace sin Dios, fracasará miserablemente o triunfará más miserablemente aun" (las itálicas son mías). Pondere el lector esta declaración y luego considere lo que Dios dijo a través de Malaquías a los líderes religioso de sus días: 

 Ahora, pues, oh sacerdotes, para vosotros es este mandamiento. Si no oyéreis y si no decidís de corazón dar gloria a mi nombre, ha dicho el SEÑOR de los ejércitos, enviaré maldición sobre vosotros, y maldeciré vuestras bendiciones, y aun las he maldecido, porque no os habéis decidido de corazón (Malaquías 2:1-2). 

El enviar maldiciones sobre vosotros sería castigo suficiente; el maldiga nuestras bendiciones es un castigo terrible al qué enfrentarse. ¡lmagine que la gente fuera tan ciega a la voluntad que realmente se regocijara en las cosas que eventualmente los destruiría! No obstante, cuando el pueblo de Dios deja de glorificarlo, Jehová debe juzgar su pecado. "Por que no hay acepción personas para con Dios" (Romanos 2:11). "El Señor juzgará a su pueblo" (Hebreos 10:30). Cuando los individuos valúan al don más que al dador, el don se convierte en un ídolo y comienzan a y servir a "las criaturas antes que al creador" (Romanos 1:25)

La idolatría significa vivir con sustitutos y el Dios cuyo nombre (véase Exodo 34: 14) simplemente no los tolerará. Consideremos algunos de los "sustitutos evangélicos" que han estado menoscabando la integridad de la iglesia. No obstante, hay algo debo advertirle al lector: algunas de las cosas que mencionaré son componentes tan importantes de nuestra forma de vida cristiana moderna, que tal vez se sienta atónito o incluso ofendido por esta lista. Le ruego que sea paciente porque todo esto es parte del diagnóstico.

Creo que a la cabeza de la lista está el deseo de la iglesia de verse y aprobada por el mundo en general, y por "personas importantes" en particular. En años recientes hemos buscado el aplauso  de los hombres y no la aprobación de Dios, y hay demasiados ministerios que dependen de "celebridades cristianas" para obtener la atención y el apoyo del pueblo de Dios. En otros tiempos, los tres elementos más importantes del éxito en nuestras reumones que la gente estuviera llena del Espíritu, que sintieran la responsabilidad  hacia las almas perdidas y que estuvieran dispuestos a darle la gloria a Dios. Sin embargo, más tarde se hizo tener a personalidades famosas en el programa, por ejemplo, a estrellas de Hollywood, a atletas prominentes y a artistas reconocidos, de los cuáles se esperaba que tuvieran algo bueno que decir de Dios. Es dudoso que todas estas celebridades fueran salvas en verdad. Tal vez lo único que estaban haciendo era utilizar nuestras organizaciones para promoverse a sí mismos, y ahora vemos hacia el pasado y percibimos el daño causado. 

 A.W. Tozer llamó esto el "método de los Wheaties" para el evangelismo. Así como se decía que debíamos comer Wheaties porque Jhon Jones los come, así también se debía ser cristiano porque Jhon Jone era cristiano. Este método es ideal para una sociedad como la nuestra que idólatra el éxito y confía en los testimonios personales. No obstante, cuando se hace hincapié en la fama del testigo  y no en su fe en Cristo, algo tiene que andar mal, y esto es  justamente lo que ha sucedido. Hemos descubierto que estas personas sólo eran celebridades a las que se admiraba y no héroes a quienes seguir, y que su forma de vida muchas veces contradecía lo que decían. En efecto, nos sentimos avergonzados; pero no podemos culpar a nadie más que a nosotros mismos. 

Básicamente, el problema se reducía a una cuestión de integridad: La reputación era más importante que el carácter, y la popularidad y la habilidad para atraer las multitudes más importantes que un estilo de vida cristiano consistente. Este método nos llevó a cosas que comienzan a desintegrarse ante nuestros ojos. Fue una forma sutil de pragmatismo religioso: Está dando buenos resultados, de donde, Dios debe estarlo bendiciendo. En tanto estemos atrapando peces, ¿qué importancia puede tener qué clase de anzuelo o carnada utilizamos? 

Durante cierto tiempo, las estrellas de Hollywood y los atletas eran los atractivos; pero luego entraron en escena los políticos. ¡Qué conmovida se sintió la iglesia de que sus predicadores destacados fueran invitados a la Casa Blanca! ¡Qué emoción que los hombres y mujeres de puestos elevados citaran la Biblia y comentaran ante la prensa que habían nacido de nuevo! En algunos casos el testimomo era genuino y damos gracias a Dios porque testificaron; pero en muchos otros fue sólo un truco para llamar la atención del público cristiano y obtener más votos. La "derecha religiosa" llegó a ser una fuerza que los políticos debían tomar en cuenta, y el dicho que reza "si no puedes vencerlos únete a ellos" pareció convertirse no sólo en una trivialidad, sino también en una norma. 

Con el advenimiento de la televisión, el método de los Wheaties cobró nueva vida. La televisión es básicamente un medio de diversión y esa es la naturaleza real del método de los Wheaties, divertir. El líder religioso con el tipo adecuado de carisma no tuvo que preocuparse porque los espectadores estaban predispuestos en favor de él. El público cristiano se había acostumbrado tanto a la distracción religiosa, las celebridades y el evangelio "pop", que la transición fue sencilla. Habíamos creado un monstruo poderoso con un apetito descomunal, y ahora teníamos que alimentarlo. La iglesia desarrolló su propio culto a la personalidad que rivalizaba con cualquier cosa que Hollywood podía ofrecer, y había millones de personas dispuestas a sostener todo esto y calificarlo de "bendición de Dios".

Ahora, Dios ha transformado la bendición en maldición. 

Una vez que el "obtener resultados" se especifica como el objetivo fundamental, no hay límite alguno en los errores que se pueden cometer y, créanme, cometimos todos ellos. Primero se preocupa uno por las cifras, luego se comienza a substituir la realidad es- piritual con registros estadísticos, que es algo así como leer la receta en lugar de comer el alimento. ¿Qué asistencia hubo? ¿Cuántas profesiones de fe tuvimos? ¿Cuántos se unieron? ¿Cuánto se recogió en la ofrenda? Todo esto llegó a ser más importante que el hecho de que se glorificara o no a Dios en la reunión. Transcurrió poco tiempo antes de que la iglesia dejó de considerarse como el grupo de personas congregadas, para convertirse en nombre y cifras en un archivo y, más tarde, en una computadora. La gente dejó de ser un fin en sí misma para tornarse en un medio para alcanzar un fin: obtener una multitud más grande o alcanzar resultados más impresionantes. 

Permítanme decir que no hay nada contrario a lo espiritual en el hecho de llevar registros precisos. Spurgeon aseguraba que los que criticaban las estadísticas era porque no tenían nada que informar y pienso que estaba en lo correcto. Un día, en una reunión d e pastores, ataqué fervorosamente las estadísticas de la iglesia y el doctor Walter L. Wilson me dijo: 

"Joven, en la Biblia hay un libro que se llama Números!" 

El buen doctor estaba en lo correcto, aunque también sería el primero en concederme que existe una gran diferencia entre saber la cantidad de las ovejas y conocer la situación del rebaño. El buen pastor se preocupa incluso por una oveja que se ha desviado. 

Este énfasis en las estadísticas creó en muy poco tiempo una atmósfera de competencia dentro de la iglesia. ¿Quién tenía la congregación más grande? ¿Quién tenía la mayor escuela dominical? Por desgracia, la competencia dio margen muchas veces al engaño, hasta que finalmente se cancelaron todas las competencias por causa de fuerza mayor: las estadísticas no eran veraces. 

Luego, los editores descubrieron una veta rica y comenzaron a ofrecer libros para enseñarnos cómo cualquier pastor podría incrementar la asistencia a la iglesia y la escuela dominical haciendo lo que los expertos realizaban en las superiglesias (esta es una palabra nueva que tuvimos que acuñar para estar al día con nuestro éxito). También podíamos escuchar a estos hombres en persona si asistíamos a sus escuelas o seminarios. 

Yo no me opongo en absoluto a aprender de otros porque, después de todo, ¿para qué reinventar la rueda? A lo que me opongo es a cualquier filosofía que transforma el ministerio en algo mecánico y me entrega un libro con fórmulas que me garan- tizan el éxito. Tampoco estoy de acuerdo con editoriales que con- tratan a "hombres famosos" para escribir estos libros sin indagar primero si estos métodos a prueba de todo se basan en una teología sana. Si la profesión médica siguiera este método, todos estaríamos muertos. 

A veces, cuando hojeo una revista cristiana y examino las noticias y la publicidad, casi llego a sentir náusea. El evangelio se ha convertido en un gran negocio y una nube de aves extrañas se han refugiado en sus ramas. Nuestro culto a la personalidad ha recorrido el círculo completo y ahora nos encontramos promoviendo ministerios y mercancías en la misma forma en que el mundo promueve pasta de dientes y autos usados. La única cosa más nauseabunda que leer una de estas revistas es visitar una sala de exhibición de cualquier convención cristiana ordinaria, y ver a las personas y las mercancías a todo color observando cómo compiten unas con otras para ganarse a la clientela. 

¿Dónde erramos el camino? Volvemos al pensamiento de que era una cuestión de integridad: sustituimos el llevar fruto para la gloria de Dios con "la obtención de resultados deseados." Casi cualquiera puede fabricar resultados; pero el fruto debe brotar del mismo vivir. "Separados de mí nada podéis hacer" (Juan 15:5). Cuando separamos el ministerio de la fuente misma de poder, Dios Todopoderoso, sustituimos un "entero" con una "fracción". Le facilitamos a la gente el poder "tener éxito" en la obra cristiana siempre y cuando tengan talento y puedan atraer una multitud. No era importante ya llevar una vida santa, lo que importaba era tener grandes comunicados de prensa. 

Robert Murray McCheyne, el hombre consagrado de Dios, dijo:

— No son los grandes talentos los que Dios bendice tanto como una gran semejanza con Jesús. 

Cómo deseo haber sabido esto, antes, y ahora que lo sé, necesito obedecerlo más de cerca. Se ha producido un cambio sutil. Muchas iglesias casi dejaron de ser congregaciones que se reunían para alabar a Dios, para convertirse en espectadores congregados para ver a los hombres. Los creyentes que acostumbraban participar en una liturgia sagrada se convirtieron en espectadores de una representación religiosa. Los "santuarios" dedicados a la alabanza de Dios se transformaron en "auditorios" donde los cabritos reían y las ovejas languidecían. Comenzamos a adorar lo que A. W. Tozer llamó "el gran dios diversión". 

Por supuesto, este método sólo reforzó las debilidades que ya habíamos creado: el culto a la personalidad, la avidez por las estadísticas y la mercadotecnia de la fe. Con el advenimiento de la televisión, los que usaban la religión para divertir encontraron el medio ideal para diseminar su evangelio de complacencia. Esto no quiere sugerir que todos los que hayan utilizado o sigan usando la televisión en sus ministerios sean un fraude o un fracaso. Algunos de mis mejores amigos trabajan en la televisión religiosa; pero tampoco puedo afirmar que todos los que laboran en este medio han escapado al gran dios diversión. En un capítulo posterior explicaré la razón de esto. 

Estoy convencido de que todo lo que se supone que la iglesia debe hacer en este mundo es resultado de la adoración espiritual, esto incluye evangelismo, misiones, el dar, obras de misericordia, educación, y santidad y servicio personales. Dios nos llama primero a la adoración y luego nos envía a testificar y a trabajar. Dios desea que la adoración ocupe el primer lugar porque sólo entonces tendremos la energía de su poder y daremos gloria a su nombre. La adoración pone a Dios donde El merece estar y mantiene al hombre donde debe permanecer. No obstante, en la adoración al gran dios diversión el hombre recibe la gloria y Dios se pierde en medio de la diversión. 

Si este análisis está en lo correcto, es evidente que la iglesia ha ido perdiendo su integridad desde hace mucho tiempo. Hemos estado viviendo con sustitutos y no nos habíamos percatado de ello, o tal vez nos resistíamos a admitirlo. Hemos divorciado al servicio de la adoración, al testimonio del carácter, al deber de la doctrina, hemos hecho todo esto para alcanzar popularidad y obtener resultados en lugar de producir frutos para la gloria de Dios. Ciertamente, los escándalos en estos medios de comunicación han causado, problemas; pero más que nada, han puesto de manifiesto problemas que durante muchos años se habían estado difundiendo por la iglesia como una infección mortal. Ahora, la infección ha surgido a la vista de todo el mundo. 

Mucho antes de que los escándalos se produjeran, ya se habían presentado otros síntomas reveladores que nos advertían que algo andaba mal en el cuerpo. Por un lado, la iglesia estaba siendo demasiado popular en el mundo y comenzaba a depender más de influencia política que de la predicación y la oración. Ya no nos la enfrentábamos al mundo como Moisés se enfrentó a Faraón o como Juan el Bautista se enfrentó a Herodes. Dejamos de ser embajadores para convertirnos en diplomáticos y luego nos vanagloriamos de la aceptación que teníamos entre la gente famosa. 

El crecimiento económico y de la membresía en la iglesia parecieron no tener una gran influencia en la sociedad en general a decir verdad, tampoco en el hogar cristiano. El divorcio fue en aumento e incluso invadió la iglesia y el ministerio. Personalidades cristianas de renombre podían verse implicadas en relaciones extramaritales sin manifestar el menor indicio de arrepentimiento y conservando, a pesar de todo, a sus seguidores que siguen aplaudiendo sus presentaciones y comprando sus libros y discos. Con todo, a pesar de nuestras estadísticas impresionantes, ni siquiera fuimos capaces de dar "un primer paso" para ayudar a la sociedad a resolver sus problemas debidos al abuso de narcóticos, crimen, problemas familiares e inmoralidad sexual. Es probable que el temor al SIDA esté transformando más poderosamente los estilos de vida que el temor de Dios. 

Este capítulo ha sido negativo, de modo que voy a equilibrar las cosas aclarando que no considero que la era de la iglesia, posterior a la Segunda Guerra Mundial, sea una época de fracaso y derrota total. Muy al contrario, ha sido un tiempo de expansión, y le doy gracias a Dios porque me ha permitido vivir y servir durante estos años tan pletóricos de acontecimientos. ¡Qué cuadro tan emocionante nos presentarán los historiadores del futuro cuando finalmente ordenen todas las piezas sueltas y nos expliquen lo que sucedió en realidad! 

No obstante, estaban sucediendo tantas cosas que nos pasó inadvertido el surgimiento del problema, y ahora estamos pagando el precio. En respuesta a ideas y desafíos nuevos, muchos ministerios crecieron con tanta rapidez que no tomamos el tiempo necesario para examinar las cosas con cautela. Siempre que el Espíritu Santo siembra la semilla verdadera, el enemigo planta semilla falsa con la otra, y no es sino hasta más tarde que percibimos la diferencia. 

No estoy sugiriendo que todos los que ministramos durante esta época somos personalmente responsables de los escándalos que han avergonzado a la iglesia. Sin embargo, creo que muchos de nosotros ayudamos a crear la atmósfera que permitió que esto sucediera. Tal vez lo hicimos inocentemente porque no sabíamos cómo hacerlo mejor o, si lo sabíamos, no quisimos "romper la calma". Era muy sencillo seguir a la gente que creía en la "nueva filosofía" del ministerio, gente que nos llevaba de victoria en victoria. Ciertamente, de vez en cuando escuchábamos voces distantes que nos advertían contra nuestra locura; pero, ¿quién escucha la sirena cuando no se huele el olor del humo? 

Con todo, ahora que lo sabemos, tal vez debamos encarar las cosas con toda honradez y pedirle a Dios que nos perdone. 

"Las últimas palabras de nuestro Señor a la iglesia no fueron su gran comisión" — comenta Vance Havner La gran comisión es, en efecto, nuestro programa hasta el fin de los siglos; pero la palabra final del Señor a la iglesia es: "Arrepentíos." 

Debemos sentirnos avergonzados. 
Debemos arrepentirnos. 
Tal vez la oración de Esdras nos ayudará a dar el primer paso:

 "Dios mío, confuso y avergonzado estoy para levantar, oh Dios mío, mi rostro a ti, porque nuestras iniquidades se han multiplicado sobre nuestra cabeza, y nuestros de- litos han crecido hasta el cielo" (Esdras 9:6).


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Reexamen - ¿Practica la Iglesia lo que predica?, por Warren W. Wiersbe Reexamen  - ¿Practica la Iglesia lo que predica?, por Warren W. Wiersbe Revisado por el equipo de Nexo Cristiano on mayo 14, 2024 Rating: 5
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