Rebelión - ¿Practica la Iglesia lo que predica?, por Warren W. Wiersbe
¿Practica la Iglesia lo que predica?, por Warren W. Wiersbe
Capítulo 3
Rebelión
La demostración suprema del Pecador
es no conocer su propio pecado.
Martin Lutero
La crisis a la que se enfrenta la iglesia hoy día es similar a la que
Jeremías y su pueblo encararon en los días anteriores a la cautividad babilónica. También es similar a la que se enfrentó Nehemías
cuando arriesgó su vida para reconstruir lo que el enemigo había
destruido. Jeremías pasó cuarenta años tratando de evitar la crisis
Nehemías surgió un siglo más tarde y se esforzó por borrar la
vergüenza que esa crisis dejó tras sí. Ambos hombres vivieron días
de oprobio.
Jeremías escribió: "Yacemos en nuestra confusión, y nuestra
afrenta nos cubre" (Jeremías 3:25). Dios dijo a la nación a través
de su profeta: "Y pondré sobre vosotros afrenta perpetua, y eterna
confusión que nunca borrará el olvido" (Jeremías 23:40). Después
de que Jeremías testificó ante la ciudad y el templo fue destruido,
oró: "Acuérdate, oh Jehová, de lo que nos ha sucedido; mira y ve
nuestro oprobio" (Lamentaciones 5: l).
La situación era la misma cuando Nehemías entró en escena.
"Los que quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en
gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas
quemadas a fuego" (Nehemías 1:3). "Jerusalén había dejado de
ser hermosa provincia, el gozo de toda la tierra...la ciudad del gran
Rey" (Salmo 48:2).
He aquí lo que Nehemías informó después de haber indagado
por sí mismo: "Vosotros veis el mal en que estamos, que Jerusalén está desierta y sus puertas consumidas por el fuego; venid y edifiquemos el muro de Jerusalén y no estemos más en oprobio"
(Nehemías 2: 17).
Asaf, el salmista, escribió:
Dios, vinieron las naciones a tu heredad; han profanado tu santo templo; redujeron a Jerusalén a escombros.... somos afrentados de nuestros vecinos, escarnecidos y burlados de los que están en nuestros
alrededores (Salmo 79: 1,4)
¿Qué fue lo que sucedió para que la ciudad de gozo se convirtiera
en ciudad de oprobio? Debemos contestar esa pregunta con toda
honradez porque la iglesia se encuentra hoy día en un peligro
similar y el juicio de Dios amenaza. Para encontrar la respuesta,
debemos escuchar al profeta Jeremías. Él previó la destrucción de
Jerusalén, la vivió enteramente y puede explicar mejor que nadie
porqué y cómo sucedió. Luego volveremos a Nehemías y aprenderemos cómo quiere Dios que reconstruyamos en el día de oprobio.
En el año dieciocho de Josías, el último rey bueno de Judá,
Hilcías, el sumo sacerdote, encontró una copia del libro de la ley
(probablemente Deuteronomio) cuando se reconstruía el templo.
Safán le leyó el libro al rey y cuando Josías escuchó la Palabra de
Dios, se humilló a sí mismo y llamó a la nación a arrepentimiento.
Dirigió al pueblo en la supresión de la idolatría de la nación y
restauró la adoración a Jehová, cuando menos en su expresión
externa. Este evento se relata en 2 Reyes 22-23, y normalmente
recibe el nombre de "el gran avivamiento bajo Josías". La reforma
logró algunas cosas excelentes; pero dudo que lo que sucedió pudiera llamarse un "avivamiento" verdadero. Al menos, este fue el
parecer de Jeremías.
Jeremías ya había estado profetizando durante cinco años
cuando se inició la reforma religiosa de Josías, con la que cooperó
inicialmente. Sin embargo, más tarde comenzó a ver que nada
estaba cambiando en la vida espiritual de la nación. Mediante un
decreto ejecutivo, Josías podía eliminar los ídolos de todo el país;
pero no erradicarlos del corazón del pueblo. En efecto, había un
remanente de adoradores sinceros en la nación; pero para la mayoría del pueblo, el avivamiento fue superficial y temporal. La
religión antigua estaba de moda y todo el mundo quería estar al
día con los tiempos.
Sabemos que el avivamiento fue pasajero por lo que sucedió
después de que el rey Josías murió y su hijo Joacaz continuó el reinado. El nuevo monarca guió al pueblo de nuevo a sus pecados
antiguos y éste lo siguió gustoso. ¡Imagínese: ni siquiera el hijo de
Josías había doblado la rodilla delante de Jehová!
"Tan pronto como se retiró la influencia de la corte— escribió
Joseph Parker — se corroboró que el pueblo no había pasado por
un proceso de convicción espiritual."
Ahora podemos entender mejor por qué Jeremías fue maltratado durante tantos años y por qué rechazaron su mensaje: porque
fue capaz de delatar la religión falsa de su día y tuvo el valor de
proclamar la verdad sobre la misma a pesar de que el hacerlo le
trajo soledad, persecución y el martirio. Para los profetas y los
sacerdotes, fue un hereje, para los políticos y la gente común del
pueblo, un traidor. La mayoría de los habitantes de Judá se unieron
al desfile religioso; pero Jeremías marchaba siguiendo su propio
estandarte.
Es probable que Jeremías guardara silencio durante los años de
la reforma de Josías; pero cuando Joacaz fue coronado, el profeta
rompió su silencio y predicó un sermón valeroso puesto de pie
ante una de las puertas del templo. Este sermón está registrado
en Jeremías 7:1 y Jeremías 8:3, y le suplico al lector que lo lea. Imagine cómo
responderían hoy día los miembros de una congregación evangélica promedio si escucharan esta clase de predicación el próximo
domingo en la mañana.
Mejorad vuestros caminos y vuestras obras, y os haré
morar en este lugar. No os fiéis en palabras de mentira
diciendo: templo de Jehová, templo de Jehová, templo
de Jehová es este. (Jeremías 7:3-4)
He aquí, vosotros confiáis en palabras de mentira que
no aprovechan. Hurtando, matando, adulterando, jurando en falso e incensando a Baal, y andando tras dioses
extraños que no conocísteis, ¿vendréis y os pondréis de-
lante de mí en esta casa sobre la cual es invocado mi
nombre, y diréis: librados somos; para seguir haciendo
todas esas abominaciones? ¿Es cueva de ladrones delante
de vuestros ojos esta casa sobre la cual es invocado mi
nombre? (Jeremías 7:8-11).
G. Campbell Morgan, el famoso expositor de la Biblia nos recuerda que "cueva de ladrones" es un lugar a donde los ladrones
corren a ocultarse después de cometer sus fechorías. Una de las
mejores maneras de cubrir nuestros pecados es asistir a un servicio
religioso y representar la rutina de la adoración a Dios, evitando
con todo cuidado cualquier sentimiento de arrepentimiento. "Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí" (Mateo
15-8 parafraseando a Isaías 29:13).
La religión ortodoxa de los días de Jeremías era increíblemente
semejante al cristianismo ortodoxo de hoy. Por un lado, lo que la
gente profesaba creer tenía muy poca o ninguna influencia en su
forma de vivir. Tenían una expresión pública de la santidad (reputación); pero carente por completo de poder moral o espiritual
(carácter). La religión prosperaba a medida que los pecados de la
nación se hacían cada vez más profundos y el juicio de Dios maduraba. Siempre y cuando el pueblo apoyara el ministerio del
templo y hablara mucho sobre la fe de los padres, no se demandaba
de ellos ninguna otra cosa; pero Jeremías clamó por algo más
profundo.
El gerente de una radiodifusora cristiana me telefoneó una vez
para quejarse de algo que había dicho yo en un mensaje radial.
— Si entiendo bien lo que dice— comentó — usted afirma que
si la gente es salva debe haber un cambio en sus vidas y se debe
ver la evidencia de la salvación.
— En efecto — contesté — eso es lo que enseño.
Luego le cité el texto de 2 Corintios 5: 17: "De modo que si alguno
está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí
todas son hechas nuevas."
— Pues dejeme decirle que si sigue sosteniendo eso, ¡vamos a
rechazar su programa!
— Pero, ¿por qué haría semejante cosa? — pregunté —. ¿No
cree usted que el pueblo de Dios debe ser diferente de la multitud
no salva?
— Pero un cristiano puede ser carnal — arguyó — y un cristiano
carnal se ve y actúa lo mismo que una persona no salva. ¿Qué me
dice de Lot? ¿Y qué me dice de aquello de 'madera, heno y hojarasca' de I Corintios 3: 12?
Traté de explicarle que los cristianos que desobedecen deliberadamente a Dios terminarán recibiendo el castigo del Señor y que
1 Juan enseña que el pueblo salvo no practica habitualmente el
pecado; pero todo esto era una causa perdida. Colgué el teléfono
sintiendo la frustración de que cualquiera se opondría a los mensajes que exhortaban a los creyentes a practicar una vida cristiana
santa y separada.
Vance Havner describió la iglesia con gran precisión:
"En estos días somos desafiados; pero no transformados, convictos; pero no convertidos. Oímos; pero sin hacerlo de verdad y, por ende, nos engañamos a nosotros
rmsmos."
Existe otro paralelo entre nuestros días y los de Jeremías: era
un tiempo en el que la religión constituía "un gran negocio" y el
ministerio del templo prosperaba. Los sacerdotes y los falsos profetas comerciaban una versión popular de la religión que le daba
a la gente las suficientes vivencias para que se sintieran felices;
pero no la verdad completa que los santificara. Podían adorar a
Baal un día y luego encaminarse al templo al siguiente día para
adorar a Jehová, y nadie se atrevía a criticarlos a pesar de que a
los adoradores de Baal se les permitía asesinar a sus propios hijos.
Si esto nos suena pagano, acuérdese que en los Estados Unidos
tenemos un índice de 1.5 millones de asesinatos de bebés que aun
están en la matriz, y hay muchas personas religiosas que apoyan
esta práctica.
¿Qué pensaba Jehová de todo esto? Jeremías clamó:
Cosa espantosa y fea
es hecha en la tierra;
los profetas profetizaron mentira,
y los sacerdotes dirigían por manos de ellos;
y mi pueblo así lo quiso (Jeremías 5:30-31).
"La nación estaba destruida por causa de los pecados de sus
profetas y las maldades de sus sacerdotes" (Lamentaciones 4:13).
Jeremías dejó para la posteridad los nombres de algunos de los
"líderes espirituales" de su día. Su jefe era Pasur (véase Jeremías
20:I ff.), un sacerdote que dirigía el ministerio del templo y que
hizo todo lo posible por silenciar a Jeremías. Un día abofeteó a
Jeremías y luego lo puso en el cepo. Otro de los líderes era Ananías,
quien anunció al pueblo que los sermones de Jeremías eran todos
mentira (véase Jeremías 28: Iff.). El tercero era Semaías, quien
escribió cartas difamatorias en contra de Jeremías (véase Jeremías
29:24ff.). Acab y Sedequías fueron dos profetas que estuvieron en
Babilonia, en el exilio, y que predicaron a los judíos cautivos un
mensaje de esperanza falsa (véase Jeremías 29:21).
Estos cinco hombres, además de otros profetas falsos y sacerdotes
hipócritas, fueron populares entre el pueblo. ¿Por qué? Porque
sólo se ocupaban de cuestiones superficiales y nunca se atrevieron
a adentrarse a la raíz del problema— la necesidad urgente de arrepentimiento.
Y curan la herida de mi pueblo
con liviandad, diciendo: Paz, paz;
y no hay paz (Jeremías 6:14).
Cuando el diagnóstico es erróneo, ¿cómo puede ser adecuado el
remedio? Estoy de acuerdo con Eugene Peterson en que: "La tarea
del profeta no es suavizar las cosas sino corregirlas."
Suplicamos al lector que no se quede con la idea de que estos
ministros del templo denunciaban abiertamente la fe. No, utilizaban el lenguaje adecuado y clamaban al nombre del Señor; pero
todo ello era falso. El Señor dijo: "Yo he oído lo que aquellos
profetas dijeron, profetizando mentira en mi nombre, diciendo:
'Soñé, soñé'. ¿Hasta cuándo estará esto en el corazón de los profetas
que profetizaron mentira, y que profetizan el engaño de su corazón?" (Jeremías 23:25-26) Sus mensajes no provenían del Señor,
con todo, siguieron afirmando que sus sueños y visiones eran auténticos y la gente les creyó.
Después de la caída de Jerusalén, Jeremías escribió:
Tus profetas vieron para tí
vanidad y locura;
y no descubrieron tu pecado
para impedir tu cautiverio,
sino que te predicaron vanas
profecías y extravíos (Lamentaciones 2:14).
Estos hombres pensaron que estaban llenos del Espíritu cuando
en realidad sólo fueron engañados por los espíritus. Su doblez les
había llevado a trocar la luz en tinieblas.
Utilizaban el lenguaje teológico popular, lo que hacía que sus
mensajes fueran más peligrosos. Le aseguraban al pueblo que no
sobrevendría jamás juicio a Judá porque Dios estaba de su lado.
Para empezar, ahí era donde estaba el templo del Señor, Dios
nunca permitiría que su casa fuera destruida por gentiles impíos!
Es más, la nación tenía la Ley de Dios, el rito de la circuncisión y
la seguridad del pacto sagrado, y todo esto los convertía en algo
especial a los ojos de Jehová. Su sacerdocio debidamente ordenado
se ocupaba fervorosamente en el templo ofreciendo los sacrificios
y las oraciones asignados de cada día, y el arca del pacto se conservaba con todo fervor en el Lugar Santísimo. Los devotos seguían
contribuyendo con sus diezmos y ofrendas, y se estaba cubriendo
el presupuesto. ¿Qué más podía necesitar una nación?
Sólo una cosa: arrepentimiento. No obstante, la palabra arrepentíos no hallaba cabida en el vocabulario de los predicadores
populares. Su palabra clave era paz y su mensaje afirmaba que Jehová estaba atento al llamado y a la orden de su pueblo escogido.
Citaremos de nuevo a Eugene Peterson:
"La religión era una ayuda sobrenatural para que cada
uno hiciera lo que deseaba: ganar dinero, asegurar una
cosecha abundante, sentirse bien, asesinar al contricante
odiado, triunfar sobre el vecino. "
¿Nos resulta esto familiar?
Hoy día, al igual que en el tiempo de Jeremías, la gente está
dispuesta a dejarse llevar por otros rumbos y a apoyar y defender
a la mismísima gente que los engaña y destruye, y "mi pueblo así
lo quiso" (Jeremías 5:31). ¿Por qué? Porque la naturaleza humana
prefiere seguir el camino fácil que evita tener que escuchar la
Palabra de Dios, arrepentirse y obedecer su voluntad. A esto se
debe que la multitud sigue a Pasur y no a Jeremías, elige a Barrabás
en lugar de a Jesús, y lanza piedras a los verdaderos profetas y
azota a los siervos de Dios. La multitud prefiere el camino ancho
porque es más fácil, más rápido y mucha gente va por él.
Refiriéndose a las personas que disfrutan este "estado de cosas",
Joseph Parker dijo:
"Estas personas no valoran la enseñanza de las Escrituras, pre-
fieren escuchar algo novedoso, chispeante, provocativo, alarmante.
No se sientan con la Biblia en la mano probando al predicador a
través de la revelación y, claro está, obtienen lo que quieren. Piden
cosas triviales y eso es lo que reciben."
En su profecía, Jeremías escribió por lo menos sesenta y seis
veces sobre el corazón:
"Engañoso es el corazón más que todas las
cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?" (Jeremías 17:9).
Dios llamó
a una nación atrapada en una religión superficial y externa a través
de su profeta: "Y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis
de todo vuestro corazón" Jeremías 29:13). Jeremías escribió por
lo
menos nueve veces sobre la imaginación del corazón malvado
del hombre. Pasur y sus compañeros nunca predicaron sermones
quirúrgicos de esta índole. Prometían paz, protección y prospe-
ridad y las multitudes los aplaudían y apoyaban.
Jehová vio a su pueblo equivocar el camino y dijo:
Porque dos males ha hecho mi pueblo:
me dejaron a mí, fuente
de agua viva,
y cavaron para sí cisternas,
cisternas rotas que no retienen agua
(Jeremías 2:13).
Este mensaje no fue muy popular y terminó por crear dificultades
entre Jeremías y "la multitud en boga" de la jerarquía religiosa.
No obstante, él fue un pastor, no un asalariado y no abandonó la
obra a pesar de que el pueblo rechazó su ministerio.
Hay un último paralelo que existe entre nuestros días y los de
Jeremías: los profetas falsos eran hombre codiciosos que explotaban la religión para su beneficio personal. Se gloriaban en su
propia prosperidad y en la del templo y la nación. Después de
todo, ¿no eran ellos el pueblo elegido de Dios, y no era su riqueza
la prueba de su fidelidad y de la bendición de Dios? (Es interesante
notar que Pasur significa "rodeado de prosperidad"). Jeremías se
atrevió a predicar sobre el décimo mandamiento:
Porque desde el más chico de ellos
hasta el más grande,
cada uno sigue la avaricia;
y desde el profeta hasta el sacerdote,
todos son engañadores (Jeremías 6:13 y 8:10).
Mas tus OJOS y tu corazón no son
sino para tu avaricia (Jeremías 22:17).
Cuando una persona es avara está en peligro de quebrantar todos
los mandamientos, "Porque la raíz de todos los males es el amor
al dinero" (l Timoteo 6: I0). Una vez que alguien comienza a codiciar, no le importará mentir, robar e incluso asesinar para obtener lo que desea.
Las riquezas y el ministerio han estado en conflicto dentro de
la iglesia desde que Ananías y Safira mintieron sobre la venta de
su propiedad (véase Hechos 5), y Simón el Mago intentó comprarle
a Pedro el poder de impartir el don del Espíritu Santo (véase
Hechos 8:14-24). El "no ser codicioso" de ganancias es un requisito
tanto para ancianos como para diáconos de la iglesia (véase I Timoteo 3:3,8, Tito 1:7). En su discurso de despedida a los ancianos
de Efeso, Pablo les recuerda que él trabajó arduamente para pagar
sus cuentas y que no codició la riqueza de nadie (véase Hechos
20:33-35).
De todos los escritores del Nuevo Testamento, Pedro y Judas
nos han legado las denuncias más fuertes de los explotadores que
utilizan la religión con el propósito de enriquecerse: "Por avaricia
harán mercadería de vosotros con palabras fingidas... tienen el
corazón habituado a la codicia, y son hijos de maldición" (2 Pedro
2:3,14). Pedro los comparó con Balaam, "el cual amó el premio
de la maldad" (2 Pedro 2: 15), y Judas se hace eco a su advertencia:
"Ellos...se lanzaron por lucro en el error de Balaam" (Judas v. 11).Judas advierte también que "su boca habla cosas infladas, adulando
a las personas para sacar provecho" (Judas v. 16).
En los últimos meses, ha resultado interesante observar a varias
organizaciones correr atropelladamente para convencer al público
de su integridad financiera. A decir verdad, no hay nada malo en
las agencias con acreditación legítima (el ministerio que yo dirijo
ayudó a crear una de ellas); pero la integridad financiera consiste
en algo más que un consejo de buena fe y una auditoría oficial.
Los métodos de recabar fondos son tan importantes como los motivos. Algunos trucos para apoyar el evangelio son indignos de él.
Pablo advirtió: "Porque nunca usamos de palabras lisonjeras, como
sabéis, ni encubrimos avaricia; Dios es testigo" (l Tesalonicenses
1:5). J. B. Phillips parafrasea este versículo como sigue: "Nadie
puede decir, jamás, como ustedes lo saben bien, que usamos halagos para ocultar motivos codiciosos, y Dios mismo es nuestro
testigo."
Dios es también un testigo de la deshonestidad tanto como de
la
honradez, y cuando la descubre, la juzga.
Si nuestros días son como los de Jeremías (y estoy convencido
de que lo son), estamos viviendo una época de oprobio. También
estamos viviendo una época en que Dios está a punto de juzgar a
su pueblo. "Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa
de Dios" (l Pedro 4:17). Esta es una verdad que nos debe hacer
recapacitar, que Dios preferiría destruir su templo y animar su
ciudad santa, que permitir que sus líderes promuevan la doblez
religiosa y su pueblo apoye esto. Esperó décadas enteras antes de
enviar su juicio, mandó repetidamente a sus mensajeros para advertir a su pueblo; pero éste se negó a escucharlo. Por lo menos
once veces, en los tiempos de la profecía de Jeremías, el Señor le
dijo a la nación: "Os hablé desde temprano" (Jeremías 7:13, 25;
11:7; 25:3-4, 26:5; 29:19; 32:33; 35:14-15; 44:4). La palabra hebrea que se traduce como "desde temprano" significa "persistentemente", "con diligencia". ¡Dios les advirtió constantemente! Con
todo, su pueblo prefirió las cisternas rotas a las aguas vivas.
La infortunada influencia de los profetas falsos se extendió por
toda la tierra hasta que casi todos se vieron afectados por ella.
Escuchemos de nuevo las palabras de Dios a través de Jeremías:
Y en los profetas de Jerusalén
he visto torpezas;
cometían adulterios, y andaban en mentiras,
y fortalecían las manos de los malos,
para que ninguno se convirtiese de su maldad;
me fueron todos ellos como Sodoma,
y sus moradores como Gomorra...porque
de los profetas de Jerusalén salió
la hipocresía sobre toda la tierra (Jeremías 23:14-15)
El vocablo hebreo traducido como "hipocresía" significa "actuar
falsamente", "actuar profanamente". También se puede traducir
como "impiedad", "profanación", "depravación moral", "corrupción", "contaminación". ¡No es de extrañar que haya tantos escándalos en nuestro país hoy día, cuando toda la tierra está tan
infectada por la perversión moral y espiritual!
En su sermón memorable "El método de gracia", basado en
Jeremías 6: 14, ("Y curan la herida de mi pueblo con liviandad,
diciendo: 'Paz, paz'; y no hay paz") George Whitefield dijo:
Así como no hay bendición más grande que Dios pueda
enviar a una nación o a un pueblo que el concederle
ministros fieles, sinceros y rectos, así también, la mal-
dición que Dios puede enviar a un pueblo en este mundo
es entregarlo a guías ciegos, no regenerados, carnales,
tibios y mal preparados. Y, no obstante, encontramos
que en todas las edades han habido lobos con pieles de
oveja...que profetizaban cosas más halagüeñas que lo que
Dios permitía.
Rebelión - ¿Practica la Iglesia lo que predica?, por Warren W. Wiersbe
Revisado por el equipo de Nexo Cristiano
on
mayo 14, 2024
Rating: