Realidad - ¿Practica la Iglesia lo que predica?, por Warren W. Wiersbe

¿Practica la Iglesia lo que predica?, por Warren W. Wiersbe

Capítulo 9

Realidad  

La televisión es una droga de poder avasallador. Termino viviendo mi existencia ante el objeto mismo que me anula. 
Jacques Ellul  

Durante esta crisis de integridad, el foco de la atención se ha centrado en la moral, el dinero y el mensaje, en ese orden; pero no se ha dicho mucho respecto al medio implicado, es decir, la televisión. Puedo estar equivocado; pero creo que el medio de la televisión contribuyó a crear el escándalo. Si la gente que se vio implicada hubiera estado en otro medio, algunas cosas habrían sido diferentes. No estoy presentando excusas, estoy explicando. Debemos entender el papel que la televisión desempeñó en la crisis de integridad, porque la televisión sigue ejerciendo el mismo tipo de influencia en la iglesia de hoy día. 

Comencemos con unos cuantos recuerdos. 

Tuve el privilegio de crecer durante la época de oro de la radio, cuando la gente planeaba sus actividades con el fin de escuchar "El llanero solitario". "Jack Armstrong", "Lum y Abner" y "Jack Benny". También recuerdo los primeros años de la radio cristiana y los programas que escuchamos y que se trasmitieron desde la WMBI de Chicago. Fueron los días de Wendell P. Loveless, cuyo nombre es también mi segundo nombre, al igual que Ralph Stewart, Robert Parsons, George Beverly Shea y una multitud de otras personas de gran talento cuyos ministerios Dios prosperó enormemente. En esa época, la radio desempeñaba un papel vital en nuestras vidas, nos trajo la música y la palabra hablada de todos los confines de la tierra. 

Cuando las películas cristianas irrumpieron en la escena nos sentimos emocionados. Habíamos visto "películas misioneras"; pero este tipo de películas era novedoso. Algunas de las primeras no fueron otra cosa que lecciones objetivas o sermones en acción plasmados en película, o tal vez un sermón pronunciado por alguno de los grandes predicadores. Por ejemplo, recuerdo el famoso "Charge That to my Account" (Ponga eso en mi cuenta), de Harry Ironside. Se libró una batalla en la prensa cristiana para determinar si Dios podía bendecir o no las películas cristianas, ya que la gente que aparecía en ella se limitaba a actuar la parte. A. W. Tozer se opuso a las películas cristianas con gran pasión; pero estas siguieron su curso. Hoy día, las películas cristianas son una realidad aceptada en la vida de la iglesia. 

Luego apareció la televisión con un nuevo reparto de personajes tales como Howdy Doody, Kukla, Fran y Ollie, el Capitán Video y Ed Sullivan, además de la repetición de películas antiguas que nuestros maestros de escuela dominical nos habían advertido que no debíamos ver en los cines. Muchas estrellas de la radio pasaron a la televisión solo para descubrir que esta no era una "radio con imágenes". Se trataba de un tipo de medio completamente distinto, con un poder propio, un poder que era preciso obedecer o fracasaría el programa. Marshall McLuhan, el analista de este medio, trató de explicarnos el nuevo fenómeno en sus libros, sobre todo en Understanding Media: The Extensions of Man (Cómo entender los medios masivos de comunicación: Las extensiones del hombre); pero era más fácil ver televisión que leer libros sobre ella. No todos estuvieron de acuerdo con McLuhan; pero nadie pudo evadir sus comentarios por completo. Después de todos estos años casi nos ha convencido de que el medio es el mensaje. 

El primer programa religioso de televisión que recuerdo haber visto fue "Youth on March" Juventud en marcha) de Percy Crawford. Era una adaptación de su radio emisión popular de los domingos por la tarde: "The Young People's Church of the Air" (La iglesia juvenil del aire), También recuerdo haber visto a Charles Fuller cuando se probó "The Old Fashion Revival Hour" (La hora del avivamiento antiguo) por unos seis meses, durante 1950, antes de darse por vencido. De todos los predicadores de televisión de esa era, tal vez Fulton J. Sheen fue quien mejor entendió el nuevo medio. No estaba de acuerdo con toda su teología; pero, ciertamente, sabía cómo comunicar el mensaje. Con sus vestiduras sacramentales, su oratoria impresionante, su pizarrón y su trozo de tiza, parecía entender a la perfección cómo funcionaba la televisión. 

Aquel tiempo fue una época serena en que sõnábamos con las grandes cosas que habían de venir. Las ondas hertzianas no estaban saturadas de predicadores que competían para cautivar nuestro tiempo y dinero, y muchos cristianos estaban convencidos de que los medios masivos de comunicación eran dones de Dios para que la iglesia alcanzara al mundo con el evangelio. Si tan sólo tuviéramos suficiente tiempo y dinero, podríamos realizar la obra. Eran los albores del milenio de los medios masivos de comunicación. 

Ahora, más de cuarenta años más tarde, mientras reflexiono sobre estas cosas, he llegado a unas conclusiones instintivas que son estrictamente personales y carecen de toda documentación estadística. He aquí mis deducciones. 

La radio cristiana ha hecho una contribución importante tanto a las iglesias locales como a las misiones mundiales, y debe continuar haciéndolo. En lo que respecta a las películas, han sido un instrumento útil; pero me temo que serán reemplazadas por los videos. En lo concerniente a la televisión religiosa, creo que los evangélicos hemos errado por completo el camino porque no nos tomamos el tiempo para entender el medio. Al igual que los comediantes fracasados que trataron de repetir la radio en la televisión, hemos tratado de poner a la "iglesia" en la televisión; pero sin muy buenos resultados. 

Ahora hemos descubierto dos realidades de la televisión que, por alguna razón, nos eludieron durante años enteros. La primera de ellas es que la televisión es un medio de diversión, de modo que cualquiera que se el mensaje que comunica, se transforma en diversión. La segunda es que la televisión es una industria comercial y la regla de este juego es el dinero. Esto lo ha reconocido incluso el famoso ejecutivo de televisión Fred Friendly, quien dijera:

Puesto que la televisión puede ganar tanto dinero haciendo peor, con frecuencia se puede permitir hacer lo mejor.

El lector se preguntará tal vez a dónde nos lleva este análisis; pero, le ruego que sea un poco paciente conmigo. No meditamos estas cosas en el pasado y ahora estamos en problemas. Nos es imposible cambiar el pasado; pero quizá podamos hacer algo en favor del futuro. 

La televisión es un medio de diversión por su naturaleza misma. Esto no significa que no podamos aprender nada mientras la observamos, porque sí se puede aprender. (Algunas personas aprenden lo que no deben hacer.) Sin embargo, sea lo que sea que aprendamos de la televisión, lo aprendemos sobre todo viendo y no escuchando. Esta distinción es importante porque la Biblia hace hincapié en oir y no en ver. "Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios" (Romanos IO:17). La televisión ha ayudado a crear una sociedad de observadores, no de oidores, personas que se sienten fascinadas por las imágenes y no reciben la sabiduría de las palabras. 

Eva dio el primer paso hacia la caída del hombre cuando sustituyó lo que había oído de Dios ("No comerás" de él. Génesis 2: 17) con lo que vio (el árbol era "delicioso a la vista", Génesis 2:9). Después de la caída, Adán y Eva corrieron y se ocultaron cuando escucharon la voz de Dios. En lugar de comunicación se produjo la separación; pero la falta fue del hombre, no de Dios. A partir de entonces, Dios ha estado hablando con todo amor y claridad a los hombres y las mujeres llenos de pecado, tratando de cerrar el trágico vacío de comunicación; pero la mayoría de la gente prefiere no oír. 

Cuando el Hijo de Dios vino a la tierra, su ministerio más importante fue proclamar la Palabra de Dios, no hacer milagros. "Si alguno tiene oídos para oír, oiga" (Marcos 7:16). Ciertamente, sus milagros fueron importantes como evidencia de su naturaleza me- siánica y corroboración de su compasión profunda por los necesitados; pero el declarar la Palabra fue su prioridad. Por desgracia, las multitudes preferían ver y no oir. Uno de los principales temas del evangelio de Juan es el conflicto entre la fe y el ver. Las multitudes "creyeron" en Jesús sólo porque vieron sus milagros; pero Jesús no se dejó engañar por esto (véase Juan 2:23-25). El los invitaba a oir y no a ver. 

Es significativo que Juan el Bautista, el gran profeta de Dios, viniera como una "voz" y no como un obrador de milagros (véase Juan 1:23; 10:40-42). Lo que él destacaba era la Palabra de Dios. Al presentarle a Jesucristo a la nación, Juan le dio a la gente algo que escuchar para que entendieran lo que estaban viendo: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Juan 1:29). Dios ha ordenado que lo que vemos lo entendamos por lo que oímos. El filósofo Jacques Ellul dice:

— La conexión entre la Palabra y la Verdad es de tal naturaleza que nada se puede conocer de la verdad sin el lenguaje.

La televisión divorcia el escuchar del ver de un modo casi total, y crea un mundo real y seductor que parece genuino. Ellul lo llama "sustituto de la realidad" Si se suprimieran las imágenes y se escuchara sólo el sonido, no se sabría realmente lo que está sucediendo. Esto no se podría decir de programas que se enfocan sobre todo en escuchar palabras, por ejemplo, "Meet the Press" (Encuentro con la prensa) o "Firing Line" (Línea de fuego), o los religiosos promedio de televisión. Con la excepción de observar los rasgos y gestos del predicador, y verlo sostener su libro, no se perdería nada esencial del contenido del programa de televisión religioso promedio si lo escuchara con los ojos sendados. En realidad, el tener una venda en los ojos y sustraerse las distracciones ¡mejoraría la manera de disfrutar el programa! 

Esto nos lleva al corazón del asunto. Si el trabajo más importante la iglesia es predicar la Palabra, y la necesidad más profunda ¿el mundo perdido es escuchar la Palabra, ¿por qué debemos magnificar un medio como el de la televisión que hace hincapié en ver y no en oir? ¿Qué contribución puede hacer la televisión a nuestro ministerio? Yo afirmo que no contribuye con nada a nuestro ministerio; pero sí le puede robar mucho. La televisión pone al pueblo de Dios y a su Palabra en un contexto que puede restarle realidad al mensaje. 

Neil Postman, el esudioso de las comunicaciones, explica que -no es que la televisión sea divertida, sino que ha hecho que la diversión misma sea el formato natural para la representación de toda experiencia". Sea lo que sea que se vea en la tele, incluyendo un servicio religioso, lo presenciamos dentro del contexto de la diversión. No importa de qué se trate el programa, incluso un documental devastador, no lo tomamos en serio. ¿Por qué? Porque el mundo de la televisión no es "real". 

Malcolm Muggeridge, antiguo director de la BBC (British Broadcasting Company), asegura que "este medio, por su misma naturaleza, no se presta a sí mismo para fines constructivos." Los educadores están descubriendo que el video no es el instrumento de enseñanza mágico que algún día creyeron que era. Postman afirma: 
 —-- Ahora sabemos que "Sesame Street" anima a los niños a amar a la escuela sólo si ésta es igual que "Sesame Street". 

Es ahora que comenzamos a entender por qué la televisión constituye una amenaza al ministerio cristiano: El ministerio no tiene como fin ser divertido y se supone que un predicador no es un actor. El verdadero ministerio implica participación íntima. Estamos alabando en la presencia santa de Dios, y estamos obligados a oír su Palabra y obedecerla. Cuando introducimos la religión a la televisión, hay una fuerza sutil que comienza a obrar para transformarlo todo. El espectador no presencia el mismo servicio en el estudio de televisión, como lo haría dentro de un santuario. Los que forman la congregación son participantes, en tanto que la persona que lo presencia en su hogar, es un simple espectador. La congregación es un compañerismo unido y vivo, que se congre para adorar, en tanto que el espectador es un simple observad incluso cuando está acompañado. La religión en la televisión es lo mismo que la religión cuando uno la vive. Es un tipo religión completamente nueva. 

No obstante, esto no es todo. Cuando escribía este libro llegó mi escritorio el último ejemplar de the "Reid report" (El inform Reid) y me alegró descubrir que Russ Reid, mi amigo de hace  muchos años, concuerda conmigo. En su artículo principal (El  asunto Bakker— ¿Qué nos puede enseñar?) Russ explica de un  modo conciso por qué la televisión no es el mejor medio par nuestro tipo de ministerio cristiano. Creo que muchas de las personas que participan en la iglesia electrónica son sinceras y desarrollan su obra motivados por un profundo sentido de consagración; pero también creo que están equivocados en cuatro aspectos. 

l. La iglesia electrónica constituye una mala utiliza- ción de los medios masivos de comunicación. Tomado como un todo, los medios masivos de comunicación no constituyen un medio muy eficaz para motivar a la gente a tomar una decisión respecto a la iglesia o cualquier otro clase de compromiso personal... 

2. La iglesia electrónica es una distorsión de la iglesia. El mensaje de la iglesia electrónica es extremadamente seductor. Sus participantes son de hermosa apariencia, sus programas más potentes y sus posibilidades más per- suasivas. Parece ser que dicen: "Les voy a enseñar un camino más fácil donde todo es melodía, danza y milagros..." 

3. La iglesia electrónica presenta una publicidad en- gañosa. Debido a la naturaleza del medio, el predicador se ve forzado a reducir el mensaje a un lema, una simplificación excesiva de la verdad que promete mucho y da muy poco... 

4. La iglesia electrónica es una mala forma de evan-gelismo. Los predicadores de televisión justifican su pro moción de obtención de fondos basándose en que están alcanzando a un público que carece de iglesia. Sin em- bargo, la realidad no respalda esta afirmación. En un estudio realizado en 1984 para el Consejo Nacional de Iglesias y los Emisores Nacionales Religiosos, se calculó  que había trece millones de personas que escuchaban a los predicadores de televisión una vez por semana por lo menos. De este teleauditorio, sólo un millón carecía de iglesia. Con todo, la iglesia electrónica está gastando por lo menos mil millones de dólares para llegar a ese millón de individuos sin iglesia.

Otro factor es la tendencia peligrosa de la televisión a fabricar celebridades.

 — El punto más fuerte de la televisión — asegura Postman — es que introduce las personalidades a nuestros corazones y no abstracciones a nuestras mentes. 

Lo que desarrolla es una "mentalidad de club de admiradores" en personas tan leales a la causa, que ni siquiera son capaces de encarar la verdad sobre sus ídolos. 

El predicador de televisión que así lo desea, puede construirse un reino comprometiendo todo lo demás: la integridad del consejo la honradez y generosidad de los seguidores. La naturaleza humana busca anhelantemente héroes y se solaza en el éxito vicario. Los apóstoles cortaron este pecado de raíz. Cuando Cornelio cayó a los pies de Pedro, el apóstol dijo: "Levántate, pues yo mismo también soy hombre" (Hechos 10:26). Pablo y Bernabé impidieron que los trataran como dioses (véase Hechos 14:8-18). Cuando el rey Herodes aceptó la adoración de los hombres, Dios lo exterminó (véase Hechos 12:20-23). 

La Biblia no alienta el ver a los predicadores como las celebridades. Encontramos que las Escrituras presentan muy poca información sobre las personas, en tanto que abunda ampliamente en lo que nos dice respecto a Dios — escribe Eugene Peterson —--. Se niega a alimentar nuestra hambre de adorar héroes y se rehúsa satisfacer nuestro deseo adolescente de unirnos a un club de ad- miradores. Creo que la razón es lo suficientemente clara.

Cuando se combina este concepto del club de admiradores con la fantasía de la televisión, surge una clase de cristianismo que aterra contemplar, iy, con todo, es la única "religión" que algunas gentes profesan! Están viviendo en forma vicaria, siguiendo ídolos, y no lo saben. Si se encontraran con "lo genuino" no lo recono- cerían o no estarían dispuestos a pagar el precio para obtenerlo.

 — Pero, ¿no han sido salvas muchas personas a través de los ministerios de la televisión? — alguien podría preguntar. 

 Tal vez alguien se haya salvado; pero el fin no justifica los me- dios. — Yo no aprobaría evitar que el mundo entero fuera al infierno basando su esperanza en una ficción— escribió George MacDonald -. Indudablemente, el infierno, es el mejor lugar al que un hombre puede ir si está dispuesto a creer una mentira. La verdad...es lo que salva al mundo.

Cuando la gente me pregunta porqué no desempeño mi ministerio en la televisión, generalmente sonrío y contesto:
 — Porque tengo una cara perfecta para la radio. 

No obstante, acabo de explicar la razón verdadera: no pienso que la televisión y el ministerio bíblico sean realmente congruentes. No estoy diciendo que no se pueda enseñar la verdad por televisión, o predicarla o cantarla, porque sí es posible. Hay algunos individuos admirables que se esfuerzan en servir por la televisión en estos días — algunos de ellos son amigos míos — y oro por ellos. Con todo, me pregunto si la misma cantidad de dinero se invirtiera en otras clases de ministerios, no verían más fruto. 

La encuesta NCC/NRB que mencionó Russ Reid reveló algunos hechos interesantes sobre el mundo de la televisión religiosa. Por un lado, no es tan gigantesca como alguna gente nos quiere hacer creer. Los predicadores de televisión que afirman tener de diez a veinte millones de espectadores están silbando en la obscuridad. 

La televisión religiosa realiza un buen trabajo de reforzamiento para las personas que ya creen; pero fracasa cuando se trata de transformar o profundizar creencias. La mayoría de la gente que ve programas religiosos con regularidad ya son miembros de iglesias, o por lo menos asisten a alguna. y la mitad de este público asiste por lo menos a un servicio por semana. Sólo el seis por ciento de todos los espectadores envían contribuciones regulares a los predicadores de televisión, con un promedio de más o menos treinta y cinco dólares por contribución. Sólo siete por ciento afirma que el ver la televisión religiosa aumentó su participación en la iglesia, en tanto que el tres por ciento declara que su participación disminuyó. 

Los investigadores llegaron a la conclusión de que la mayoría de las personas ven programas religiosos en televisión por dos razones principales: primero, para fortalecer y apoyar lo que ya creen y segundo, como protesta contra las cosas malas que se presentan en la televisión comercial (homosexualidad, aborto, pornografía, etc.). En los aspectos de adoración, evangelismo y educación, la televisión religiosa no ha tenido éxito. 

No obstante, hay una esfera en la que la televisión religiosa parece haber triunfado: la fabricación de celebridades religiosas. Ningún otro medio ofrece mayores oportunidades a los charlatanes religiosos cuya preocupación principal es todo menos el ministerio. El cristianismo de los "espectáculos de diversión" siempre tendrá sus seguidores. 

Mike Yaconelli lo expresó con suma elocuencia en su columna "Back Door" (Puerta trasera) de The Wittenberg Door (La puerta de Wittenberg): 

El poder ha hipnotizado a la iglesia. Nos quedamos estáticos ante la reina de belleza, el jugador profesional de fútbol, el hombre de negocios opulento, y estamos dispuestos a pagar millones de dólares a cualquiera que venga a quitarnos el dinero y a demostrarnos que cons- tituimos la mayoría, que somos respetables y hemos triunfado. Estamos completamente satisfechos con que estos personajes del poder viajen en susjets particulares, con su corte de asistentes ejecutivos y secretarios de prensa. Nos prestamos gozosos a dar de nuestro pecunio para compartir vicariamente con ellos sus elegantes banquetes con presidentes, su ir y venir apresurado de un estudio de televisión a otro y el ser llevados y traídos de aeropuertos en limosinas negras y larguísimas. Estas personalidades del poder se han convertido en nuestros "amantes" evangélicos. Nos sentimos halagados prostituyendo nuestro dinero, nuestro tiempo y todo lo que tenemos para poder alardear de ello delante de aquellos que no creen que hemos triunfado de verdad. Y no es culpa de ellos sino nuestra.  

Esto es lo que pienso.


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Realidad - ¿Practica la Iglesia lo que predica?, por Warren W. Wiersbe Realidad - ¿Practica la Iglesia lo que predica?, por Warren W. Wiersbe Revisado por el equipo de Nexo Cristiano on mayo 24, 2024 Rating: 5
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