La confesión - La hora que cambia al mundo
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LA CONFESION:
un acto de admisión declarada
Habiendo honrado a Dios con alabanza vocal y con amor silente, ahora hallamos la puerta abierta para la verdadera oración eficaz. Inmediatamente tenemos que abordar de lleno el asunto del pecado personal. Andrew Murray nos recuerda: "A menudo Dios no puede oír las oraciones de nuestros labios, porque los deseos por las cosas del mundo que hay en nuestro corazón claman a Él con más fuerza y con voz más alta que nuestros deseos por Él"
La conciencia de nuestros errores pasados tiende especialmente a acometer la mente mientras oramos. De repente nos sentimos sin esperanza e indignos de hacer nuestras peticiones .El .diablo ha ganado una victoria y pronto dejamos de orar por completo.
Para combatir estos ataques espirituales, tenemos que tomar al pie de la letra todas las promesas de Dios concerniente a la confesión. "Si confesamos nuestros pecados - declaró el apóstol Juan -, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad"
(1 Juan 1:9). Si nuestra maldad hace que nuestra oración sea ineficaz, entonces la confesión es la solución para el problema de la culpa por el pecado en la oración. ·
¿Qué es la confesión? La palabra griega del Nuevo Testamento que se tradujo confesar, significa estar de acuerdo con Dios en lo que se refiere a la opinión· de El sobre un asunto. También significa· admitir mi culpa. Cuando confesamos nuestros pecados, estamos de acuerdo con Dios en lo que se refiere al pecado en nuestra vida, tal como nos lo ha revelado mediante su Palabra por el Espíritu Santo. Confesar es admitir verbal-. mente nuestras fallas espirituales y admitir que· hemos pecado. Dicho esto de manera sencilla, la confesión es el acto de admisión declarada. En ningún otro momento de la oración examina el creyente tan cuidadosamente su propio crecimiento espiritual como durante la confesión. Tanto el rey David como Salomón dijeron que esto era una comunión con su propio corazón. Dwight L. Moody dijo que es un "debate personal entre nosotros mismos y nuestro corazón". Al definir este aspecto de la oración, Moody añadió: "Comunicarnos - o tener una comunicación seria y una clara inteligencia y entendimiento - con nuestro propio corazón."
Sincero reconocimiento
La confesión es el sincero reconocimiento de lo que somos. Es importante para Dios, porque indica que estamos tomando en serio nuestros errores y fracasos. Por supuesto, Dios no nos pide que confesemos nuestros pecados porque El necesita saber que hemos pecado, sino porque Él sabe que necesitamos saber que hemos pecado.
William R. Parker y Elaine St. Johns, sicólogos que estudiaron detenidamente el impacto de la oración, también analizaron la importancia de la confesión. Según estos autores, "Las personas debieran pensar menos en lo que deben hacer, y más en lo que deben ser. Si su manera de ser fuera buena, sus obras serían fulgurantes."
Esto lleva nuestra atención hacia una ley esencial de la oración: Mi vida de oración jamás podrá ser superior a mi vida personal en Jesucristo. Si mi vida personal se mezcla demasiado con el mundo, mi vida de oración sufre. El salmista dice esto de manera sucinta: "Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado" (Salmo 66:18).
Según la Escritura, no puede haber una vida eficaz de oración cuando el pecado mantiene su garra en la vida del creyente. Esta es la razón por la cual la confesión es decisiva para nuestra oración y debe incluirse al comienzo de ella. La confesión libra la conciencia de la culpa que mata la fe, y abre el corazón para que crea verdaderamente que Dios oirá nuestras peticiones.
¿Por qué la confesión es tan difícil para algunos? Tal vez por el hecho de que la confesión es realmente la parte más dolorosa de la oración personal. En el momento que admitimos que determinado acto desagrada a Dios, reconocemos la responsabilidad de cambiarlo. Inmediatamente comienza en nosotros una batalla interna de la voluntad.
Al hablar acerca de la confesión, E. M. Blaikdock explica: "Este período de nuestras devociones tiene que incluir un momento de dolor. El propósito de Dios no es que nos retorzamos bajo ese dolor, tú que persistamos en él. Pero la confesión específica y sincera de nuestros propios pecados no es un ejercido gozoso; y el hecho de despreciarse uno a sí mismo, aunque sea saludable, no es agradable. Pero· permita usted que lo malo que haya en la conducta, en el pensamiento o en el motivo salga a la luz, plenamente, sin excusa, y con nombre propio. Al fin y al cabo, es inútil aparentar delante de. Dios."
Cirugía espiritual
Este acto de declarada admisión le proporciona a Dios acceso al corazón del creyente, y quita todos los obstáculos para la oración eficaz. Bien pudiera describirse como una· obra de cirugía espiritual. "(La confesión) sana la herida que se ha producido en el corazón - escribe Harold Lindsell -. Así como el cirujano abre el furúnculo para permitir que drene y el cuerpo sane desde adentro. Así la confesión abre el furúnculo, drena el veneno y sana desde adentro."
No puede haber sanidad adentro mientras no haya confesión afuera. La confesión es una condición para la limpieza. Mientras no se le haya hecho frente plenamente al pecado conocido, no estamos listos para orar. El Maestro Johannes Eckhart dijo: "Dios está dispuesto a actuar, a derramarse en ti, tan pronto como halle que estás listo."
La gran pregunta a que nos enfrentamos en esta etapa de la oración es la siguiente: "¿Estoy verdaderamente listo para orar por el mundo perdido y no evangelizado?" ¿Y qué de las necesidades personales de mi familia y mis amigos? El bienestar de ellos depende de mis oraciones. Pero mis oraciones dependen de mi bienestar espiritual. John Allan Lavender sugiere apropiadamente: "Antes que usted ore por un cambio en las circunstancias, debe orar por que haya un cambio en el carácter."
Como cristianos, nuestra meta final en la oración· debe ser glorificar a Dios a medida que cambiamos el mundo. Dios desea derramarse a través de nosotros en el mundo, para producir así este cambio.
En esto está el problema. ¿Cómo puede el Dios santo derramarse a través de un creyente cuya vida está atascada con los desechos del mundo? El pecado causa indiferencia, y es imposible que las personas indiferentes cambien el mundo. Tenemos que orar diariamente como el salmista: "Examíname, oh Dios, y conoce mi· corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno" (Salmo 139:23, 24).
Un cuidadoso estudio de la Biblia nos muestra cuán importante es verdaderamente la confesión. Aquellos que fueron más poderosamente usados por Dios, fueron también los que estuvieron más dispuestos a confesar sus debilidades. Sólo después que Isaías exclamó: "Soy muerto", lo invitó el Señor a servirlo. Cuando Job confesó sus pecados y oró por sus amigos, Dios cambió sus circunstancias y . le dio más bendiciones que durante sus días de mayor prosperidad.
Otro ejemplo es Daniel. Su vida era tan piadosa que los príncipes malvados no podían hallar falta en él (ver Daniel 6:4). Pero notemos que Daniel estaba consciente de su pecado personal. El escribió: "Aún estaba hablando y orando, y confesando mi pecado y el pecado de mi / pueblo Israel, y derramaba mi ruego delante de Jehová mi Dios por el monte santo de mi Dios; aún estaba hablando en oración, cuando el varón Gabriel vino a mí como a la hora del · sacrificio de la tarde" (Daniel 9:20, 21; cursivas del autor).
Estos siervos piadosos de la antigüedad habían aprendido un importante secreto de poder. El Espíritu Santo obra mejor por medio de un vaso limpio, y la confesión comienza el proceso de purificación.
La necesidad de la confesión
La confesión no es optativa para el crecimiento espiritual. Por medio de Isaías, Dios dijo a su pueblo: "Vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír" (Isaías 59:2).
La confesión es decisiva para todo crecimiento, espiritual, no sólo para la oración eficaz. Es aquel "primer paso" necesario para el arrepentimiento. Antes que alguna vez nos apartemos voluntariamente del pecado, tenemos que admitir primero que lo que estamos haciendo es pecado.
Una vez, al estar predicando sobre la sincera petición que Faraón hizo a Moisés: "Orad a Jehová para que quite las ranas de mí y de mi pueblo" (Éxodo 8:8), Charles Spurgeon dijo lo siguiente: "Una funesta imperfección se pone de manifiesto en la oración de Faraón. Él no dice: Me he rebelado contra Jehová: rogad que yo pueda hallar perdón. Nada de eso; él ama el pecado tanto como de costumbre."
Spurgeon concluye: "Una oración sin penitencia no tiene aceptación. Si sobre ella no ha caído ninguna lágrima, está marchita. Tiene que haber confesión de pecado delante de Dios; de lo contrario, nuestra oración es defectuosa."
Durante el tiempo de confesión, esté usted especialmente atento a las cosas pequeñas: aquellos pecados imperceptibles que crecen hasta causar un grave daño. Todo fracaso espiritual grande comienza como una pequeña semilla de mala conducta.
Virginia Whitman, en su excelente libro The Excitement of Answered Prayer (La emoción de la oración contestada), cuenta un incidente que ocurrió en la ciudad de Nueva York. "Alguien tiró una lata de refresco vacía frente a un tren subterráneo precisamente en el momento que éste iba entrando en un túnel. Sólo era una lata corriente, pero de algún modo fue a caer en el riel que tenía la corriente eléctrica y causó una gran falla de energía. El resultado fue una demora de hora y media que afectó a un número sorprendente de 55 trenes y 75.000 pasajeros."
La forma de la confesión
He hallado un salmo que es de especial ayuda al establecer un modelo para la confesión diaria. Cada día, durante esta fase de la oración, yo centro mi atención en la confesión que hizo David en el Salmo 51. David oró: "Crea en mí, o Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu" (Salmo 51:10, 11). Aquí nos ofrece David un modelo práctico de cuatro partes para la confesión diaria.
En primer lugar, David clama por la santidad divina. "Crea en mí un corazón limpio;', ruega. Yo no puedo ser limpiado ni perdonado por medio de mis propias acciones. El perdón es una obra que sólo Dios puede hacer, Así que durante la confesión, yo amplío la petición de David, incluyendo aquellos aspectos que yo creo que necesitan mejorar en mi vida. Calladamente le ruego a Dios que me muestre lo que necesita ser purificado.
Con frecuencia, una rápida mirada a las últimas veinticuatro horas pone de manifiesto la necesidad de confesión. Pregúntese usted mismo: "¿Le fallé a Dios en cualesquiera aspectos de mi conducta personal?" "¿Fui sincero en mi trato · con los demás?" "¿Mis pensamientos fueron agradables a Dios?" A medida que Dios le . indique diversas faltas espirituales, confiéselas y reclame inmediatamente una victoria total. Luego, David clama porque Dios le dé una actitud divina, al continuar así: "Y renueva un espíritu recto dentro de mí."
En tanto que la primera petición de David se refiere a una correcta relación con Dios (un corazón limpio), la segunda petición se refiere a una correcta relación con los demás (un espíritu renovado). Helen Shoemaker observa: "A menos que nuestra actitud hacia los demás sea perdonadora y redentora, Dios no nos oirá."
La señora Shoemaker ilustra su pensamiento con una leyenda relacionada con el notable artista Leonardo da Vinci. Según el relato, mientras da Vinci pintaba "La Ultima Cena", escogió como modelo de Judas a un enemigo muy odiado. Posteriormente, el día antes de que Da Vinci habría de pintar el rostro de Jesús, se sintió profundamente afligido. Toda la noche dio vueltas en la cama mientras dormía. Al fin llegó la mañana y también la hora de pintar la figura de Cristo. Pero, según la leyenda, cuando da Vinci trató de pintar la figura, el rostro del Señor se le volvió extrañamente borroso.
Esa noche, el artista volvió a dar vueltas en la cama. De repente saltó de la cama y corrió al estudio. En cuestión de minutos borró la imagen del enemigo de la cara de Judas. Luego, en un instante, Leonardo da Vinci vio el retrato de Cristo claramente.
La actitud de uno es decisiva para la oración dinámica. La amargura hacia los demás le quita el poder a la oración. David Hubbard nos recuerda: "El gran peligro de tener enemigos no está en lo que ellos puedan hacemos, sino en loque nos hacemos a nosotros mismos al permitir que se desarrollen en nosotros la dureza, la amargura y la ira."
Una tercera cualidad debe buscarse durante aspecto de la oración. David confesó su necesidad de dirección divina. El rey rogó: "No me eches de delante de ti." aquí confesamos que necesitamos la presencia de Dios a través del día, especialmente para vencer la tentación. En Ja oración que Jesús les dio a sus discípulos, nos enseñó a orar: "Y no nos metas en tentación· (Mateo 6:13). El hecho de confesar mi confianza en que Dios estará conmigo cuando venga la tentación, me ayuda a prepararme para esos ataques.
Finalmente, David clama pidiendo la unción divina. Casi de manera desesperada, el rey confiesa que necesita el Espíritu Santo: "Y no quites de mí tu santo Espíritu."
Ciertamente, Dios no tiene la intención de quitar su Espíritu de los creyentes obedientes. Pero aun así, este aspecto de la confesión es importante. Es una reafirmación de que no. podemos lograr nada fuera de la ayuda directa del Espíritu Santo. Es admitir que, si el Espíritu de Dios no opera en nosotros y a través de nosotros, todos nuestros esfuerzos serán irremediablemente ineficaces.
Tiempo para la limpieza del templo
En gran medida la confesión en la oración es una ocasión de limpieza espiritual. En los antiguos tiempos bíblicos, a menudo era necesario limpiar y restaurar el templo de Dios. Con respecto al avivamiento y la restauración del templo en el tiempo de Ezequías, la Biblia dice: "Y entrando los sacerdotes dentro de la casa de Jehová para limpiarla, sacaron toda la inmundicia que hallaron en el templo de Jehová, al atrio de la casa de Jehová" (2 Crónicas 29:16).
Hoy, el templo en que vive Dios no es un templo de ladrillos y argamasa, sino el alma íntima del hombre. La Biblia declara: "¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios...?" (1 Corintios 6:19).
La confesión es necesaria en la oración privada, puesto que con ella se inicia el proceso de limpieza de nuestro templo espiritual. Dedíquele suficiente tiempo durante la oración para que haya una completa limpieza. Recuerde que la confesión en la oración es aquel paso final que conduce a orar con confianza . . .
Señor, ¡enséñame a confesar!
La confesión: tercer paso en la oración que cambia al mundo
- Inmediatamente después del tiempo de espera silenciosa, pídale a Dios que escudriñe su corazón para ver si hay algún pecado no confesado.
- Examine mentalmente sus recientes actividades para descubrir posibles aspectos de falla espiritual que sea necesario confesar.
- Confiese cualesquiera: pecados específicos de que usted se sienta culpable, bien contra Dios o contra su prójimo.
- Confiese que necesita específicamente la dirección divina y la unción sobrenatural.
La confesión - La hora que cambia al mundo
Revisado por el equipo de Nexo Cristiano
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diciembre 26, 2022
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