Intercesión - ¿Practica la Iglesia lo que predica?, por Warren W. Wiersbe
¿Practica la Iglesia lo que predica?, por Warren W. Wiersbe
Capítulo 8
Intercesión
Dios nunca nos da discernimtento
para criticar sino
para interceder.
Oswald Chambers
Incluso si todos nuestros predicadores fueran como Jeremías y
todos nuestros líderes como Nehemías, los problemas creados por
la crisis de integridad no quedarían aun resueltos. ¿Por que? Porque detrás de las predicadores y los líderes deben estar los intercesores que se presentan ante Dios para suplicar sus bendiciones
sobre su iglesia. Una de las necesidades más grandes de la iglesia
hoy día es la oración de intercesión. Necesitamos intercesores como
Moisés.
Cuando me encontraba preparando una serie de mensajes radiales, me sorprendí al descubrir que la Biblia registra por lo menos
veinticinco casos de oración en la vida de Moisés. Generalmente
pensamos en Moisés como un libertador o un legislador; pero nos
olvidamos que también era un gran guerrero de la oración. En
realidad, Moisés constituye un buen ejemplo de lo que significa la
intercesión en favor de quienes han pecado. En Exodo 32-33 está
asentado este relato.
Moisés había estado a solas con Dios en el monte Sinaí recibiendo
la ley que entregaría al pueblo; pero permaneció alejado de éste
demasiado tiempo, e Israel comenzó a inquietarse como rebaño
pastor. El pueblo de Dios tenía (y sigue teniendo) problemas
cuando tiene que esperar y caminar por fe. Le pidieron a Aarón
que hiciera algo al respecto y éste fabricó un becerro de oro para
representar a Dios, y el pueblo, lleno de gran regocijo, dedicó el
día a celebrar. ¡Al menos estaba sucediendo algo emocionante! ¡Por fin tenían algo que ver y hacer!
Por supuesto, Dios observó todo esto y se lo comunicó a su siervo
Moisés: "Anda, desciende, porque tu pueblo que sacaste de la tierra
de Egipto se ha corrompido" (Exodo 32:7). Parecía que era el fin
de la nación; pero Moisés oró y Dios alejó su ira.
Cuando Moisés llegó al campamento vio al pueblo dedicado a
una orgía religiosa mientras danzaba en torno al becerro, imaginando que adoraban al Dios Jehová. Preso de una ira santa, Moisés
rompió las dos tablas de la Ley, destruyó el becerro y juzgó al
pueblo. Luego volvió a ascender al monte Sinaí e intercedió una
vez más por Israel. El resultado de esto fue que Dios castigó a los
culpables, perdonó a la nación y aceptó continuar con Israel durante su viaje, todo porque Moisés oró.
Veamos lo que este acontecimiento significa para la iglesia de
nuestros días.
Interceder significa "intervenir con ruegos ante alguien en favor
de otra persona". En el vocabulario cristiano significa pedirle a
Dios por sus hijos que tienen necesidades. Nunca somos más semejantes al Señor Jesucristo que cuando intercedemos unos por
otros, porque esto es lo que El hace ahora en el cielo (véase Hebreos
7:24-25).
La iglesia siempre ha necesitado intercesores porque Dios desarrolla su obra basándose en la oración.
— Si se levantara el velo de la maquinaria del mundo — afirma
McCheyne —-, nos sorprendería ver cuántas cosas se hacen en respuesta a las oraciones de los hijos de Dios.
Dios declara sin ambages que no logramos nada eterno que no
sea a través de la oración, no importa cuál sea el grado de éxito
que parezca tener. iDios tenga misericordia del ministerio que se
puede desarrollar sin creer en la oración!
—
Nos guste o no — declaró Spurgeon -—, pedir es la regla del
reino.
La oración es vital no sólo porque Dios lo ha ordenado así, sino
porque El ha establecido que por medio de ella su pueblo crezca
en fe y dependencia, de modo que El sea el único en recibir la
gloria. Los verdaderos siervos de Dios dependen de la oración
no se sienten avergonzados en reconocerlo; pero las celebridades
se limitan a hablar de la oración para impresionar a sus seguidores.
La oración no es el poder del ministerio de una celebridad, sino
simplemente una pequeña parte de su equipo espiritual.
Una de las razones por las que participé en la Juventud para
Cristo allá por 1957, fue porque sentí el desafío de la organización
en lo tocante a depender de la oración. Me sentí conmovido al ver
a muchos pastores y hombres de negocios famosos de rodillas,
buscando la bendición de Dios, y me conmovieron sobre todo las
veladas de oración que se desarrollaron durante toda la noche en
la Convención Anual de la YFC en Winona Lake. El ya fallecido
Peter Deyneka, quien dirigía las reuniones, nos recordaba a menudo:
— ¡Mucha oración equivale a mucho poder! ¡Nada de oración
equivale a nada de poder!
Moisés habría estado de acuerdo con Peter.
¿Por qué necesitamos intercesores? Porque hay demasiados hijos
de Dios hoy día que están haciendo lo que Israel hizo en el tiempo
de Moisés: adorar al becerro de oro, un becerro de oro, no uno
hecho de madera o piedra. Están adorando al gran dios Mammón.
Hicieron becerro en Horeb, se postraron ante una
imagen de función. Así cambiaron su gloria por la imagen de un buey que come hierba. Olvidaron al Dios de
su Salvación, que había hecho grandezas en Egipto
(Salmo 106:19-21)
La mayoría de nosotros estamos tan acostumbrados a tener riquezas que nos sentimos ofendidos si alguien nos acusa de adorar
al dinero. En efecto, en comparación con los cristianos de otras
partes del mundo, somos acaudalados y en formas muy sutiles
danzamos en torno al becerro de oro entonando nuestros cánticos
de alabanza. Con demasiada frecuencia, nuestros ministerios se
miden en función del dinero. Al igual que Israel en el monte del
Sinaí, pretendemos adorar al verdadero Dios; pero la imagen que
tenemos de ese Dios es...el oro.
Por ejemplo, nos jactamos de nuestros presupuestos. Pedro confesaba sin rodeos: "No tengo plata ni oro" (Hechos 3:6) y Pablo
escribió: "Como pobres, mas enriqueciendo a muchos" (2 Corintios
6: I0). Si el pastor promedio hablara de este modo hoy día, es
probable que sus miembros se ruborizaran de vergüenza. ¡Un presupuesto abultado es una buena señal de que Dios los está bendiciendo!
Después de predicar en una iglesia muy influyente que andaba
en busca de un nuevo pastor, uno de los oficiales me dijo:
— Si usted fuera nuestro pastor, no volvería a tener preocupaciones económicas.
Le aseguré que a mi esposa y a mí no nos inquietaban esas cosas
porque el Señor siempre nos había provisto de lo necesario. Tuve la sospecha de que Mammón controlaba calladamente a algunos
de los líderes de un modo consciente o inconsciente.
También alardeamos de nuestros edificios. Es perturbador ver
que los boletines y el papel membretado de tantas iglesias llevan
estampada la imagen de sus edificios, como si los ladrillos y la
mezcla fueran los elementos más importantes del ministerio. Es
triste que a los consejos de las iglesias les resulte menos problemático conseguir dinero para el mantenimiento y ampliación de
las instalaciones que para el ministerio y las misiones. Cuando
Winston Churchill habló en la dedicación de Parlamento, dijo:
— Primero modelamos nuestros edificios y luego nuestros edificios nos modelan a nosotros.
¡Cuánta verdad hay en esto!
Los presupuestos y los edificios no tienen nada malo en sí. Las
escrituras afirman que se debe pagar al pastor un sueldo sensato
ya que el obrero es digno de su salario (véase Lucas 10:7) y es
práctico tener un lugar de adoración donde la familia se pueda
reunir para adorar y servir; pero cuando estos elementos se con-
vierten en la medida del ministerio y en el signo más importante
de las bendiciones espirituales, nos hemos construido un becerro
de oro. Hemos intercambiado la gloria trascendental de Dios por
la gloria temporal de lo que el dinero puede adquirir.
También es perturbador que el ministerio está ahora a la venta
al igual que se comercializan muchos otros servicios. Si se desea
presentar a ciertos "artistas cristianos musicales", se debe firmar
un contrato y comprometerse a pagar una cifra determinada que
casi siempre resulta elevada, No he conocido a ningún predicador
que siga esta práctica; pero me sospecho que los hay. Dudo que
los apóstoles o los profetas se preocuparan siquiera por cobrar
algo.
En nuestros días necesitamos intercesores porque hemos confundido nuestros valores. Pensamos que somos ricos y que no nos
hace falta nada; pero, en realidad, somos "desventurados, miserables, pobres, ciegos y desnudos" (Apocalipsis 3:17). Estamos de
acuerdo con Jesús en que es imposible servir tanto a Dios como a
Mammón (véase Mateo 6:24), y ni siquiera lo intentamos más bien
adoramos a Mammón en lugar de a Dios y todavía le damos gracias
a Dios por concedernos las cosas. El estilo de vida extravagante de
algunas personalidades religiosas de los medios masivos de comunicación, repugnante como es, se duplica en muchos hogares
y multitud de iglesias. Estamos tan acostumbrados a ello que ni siquiera lo notamos.
El pueblo de Israel se sacrificó para poder disfrutar de su becerro de oro. Donaron sus riquezas e incluso se levantaron temprano en
mañana para comer, beber y divertirse (véase Exodo 32:6). Me
he encontrado con miembros de iglesias que se quejan por las
ofrendas misioneras ("¿ya están pidiendo de nuevo?") pero no lo
piensan dos veces antes de gastar miles de dólares para gozar unas
"vacaciones cristianas" o comprar otro "juguete de entretenimiento" superfluo. Los individuos que encontrarían problemático
levantarse temprano para una reunión de oración, no tienen el
menor empacho en levantarse temprano para "divertirse". Los
individuos se sacrifican por las cosas que aman en verdad.
Así como nos repugna la idolatría y la inmoralidad del suceso
del becerro de oro, lo mismo sucede con el conformismo de Aarón.
El trató de evadir su responsabilidad, pero Moisés sabía que su
hermano, el sumo sacerdote de Dios era culpable. Aarón representa a los líderes religiosos que le dan al pueblo lo que éste desea
no lo que necesita, que se preocupan más por agradar a los
hombres que por agradar a Dios. Es muy probable que la cooperación de Aarón con la multitud carnal lo convirtió en el hombre
más popular del campamento (véase Exodo 32:1-6).
Veamos a Moisés como el prototipo de la clase de intercesores
que necesitamos.
En primer lugar, necesitamos un intercesor que pase tiempo a
solas con Dios escuchando su Palabra y contemplando su Gloria,
tal y como lo hizo Moisés. Un intercesor no puede andar a "las
carreras", el sitio de intercesión no es un lugar para hacer las cosas
de prisa. La iglesia de hoy día canta: "Tómate el tiempo para ser
santo"; pero, ¿cuántos de nosotros practicamos en realidad lo que
cantamos? En lugar de tomar el tiempo para ser santos, utilizamos
guías cotidianas devocionales que requieren apenas unos cuantos
minutos para dedicarlos al "ejercicio espiritual". Leemos un versículo de la Biblia y algunos "pensamientos espirituales" y tal vez
un poema y una oración, luego proseguimos nuestro camino re-
gocijados porque hemos pasado un tiempo con el Señor.
Yo solía pensar que esta clase de vida devocional era mejor que ninguna en absoluto; pero he cambiado de opinión. Cualquier cosa que se convierta en un sustituto de la palabra de Dios, terminará por ser perjudicial para el crecimiento espiritual. No estoy sugiriendo que el uso de las guías devocionales sea erróneo, yo mismo poseo una gran colección de ellas en mi biblioteca, y las uso. Incluso yo mismo he escrito una que otra; pero las guías devocionales deben ser complementos de la Palabra de Dios, no sustituto de las Escrituras. Acostumbro tomar un libro de devocionales después de que he pasado cierto tiempo estudiando la palabra y orando,
en compañerismo personal con Dios.
— afirmaba Wesley —
— Tengo tantas cosas que hacer
que
debo pasar varias horas en oración antes de comenzar a hacerlas.
No nos sorprende, pues, que haya revolucionado a la Gran Bretaña: él si sabía interceder.
Al igual que Moisés, un intercesor debe esperar que lo malen-
tiendan y lo critiquen; después de todo, no se puede ser una per-
sona popular si las prioridades lo mantienen alejado de reuniones
de comités, seminarios y conferencias a las que todos los demás
asisten. Es difícil entender cómo algunos de los predicadores de
nuestros días tienen tiempo de prepararse a sí mismos y sus mensajes, cuando constantemente andan corriendo "de charco en
charco" bendiciendo a los santos. Tal vez no preparen ellos mismos
sus propios mensajes o escriban sus propios libros, quizá se sienten
satisfechos de ser como las malas fotografías: "con mucha exposición y poco revelado".
Un intercesor genuino no puede ser egoísta. Dios ofreció destruir a Israel y construir una nueva nación por medio de Moisés;
pero éste rehusó la oferta (véase Exodo 32: I0). Dios hizo la misma
oferta cuando Israel se rebeló en Kadesh Barnea, y de nuevo
Moisés se rehusó (véase Números 14; 12). Su deseo no era la promoción personal, lo que deseaba era el bien del pueblo y la gloria
de Dios.
Todo egoísmo es malo; pero lo es más aun cuando se infiltra en
el aposento de la oración. "Pedís, y no recibís porque pedís mal,
para gastar en vuestros deleites" (Santiago 4:3). Qué contraste con
la oración que el Señor pronunciara en el Getsemaní: "Padre, si
quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino
la tuya" (Lucas 22:42). ¡Las oraciones egoístas son peligrosas por-
que Dios podría darnos lo que pedimos!
Un intercesor eficaz ora basándose en el carácter y el pacto de
Dios. (El lector recordará que Nehemías oró también del mismo
modo.) Moisés le recordó al Señor las promesas de su pacto hechas
a Abraham, Isaac y Jacob, y le señaló que la gloria de Dios estaba
en juego y no la gloria de la nación. Si Israel no llegaba a Canaán,
las demás naciones dirían: "¡Su Dios puede empezar las cosas; pero
no terminarlas!"
Estoy convencido de que algunos de los que pertenecemos al
ministerio evangélico hemos escapado a la ira de Dios sólo porque
no quiso darle más munición al enemigo para dispararle al evangelio. Ya sea deliberada o inconscientemente, hemos adorado al
becerro de oro o ayudado a otros a hacerlo, y Dios ha sido paciente
con nosotros. No obstante, en esta crisis reciente, puede ser que
Dios nos esté diciendo lo que le declaró a David: "Con este asunto
hiciste blasfemar a los enemigos de JEHOVA" (2 Samuel 12:14).
No entraré en detalles, todos han seguido los programas de en-
trevistas de radio y televisión, han leído a los escritos de los perio-
distas y han visto las tiras cómicas, y a no dudarlo, han bajado la
cabeza avergonzados. Igual que yo.
Un intercesor eficaz se enfrenta con sinceridad a los hechos y
no es indulgente con el pecado. Moisés reprendió a Aarón y a la
gente, y los humilló delante del Señor. Incluso aprobó la ejecución
de tres mil idólatras, algo que no haríamos hoy día, pero sí podríamos utilizar ese tipo de espíritu de obediencia a Dios y repudio
al pecado. Luego volvió a ascender la montaña para Interceder
con Dios y ofrecerle morir en lugar de Israel. "Que perdones ahora
su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito" (Exodo
32:32). Un intercesor conoce la gravedad del pecado y está dis-
puesto a pagar el precio para ayudar a otros y glorificar a Dios.
Lo que siguió impulsando a Moisés fue su visión de la gloria de
Dios. Cuando estaba en la montaña, le suplicó: "Te ruego que me
muestres tu gloria" (Exodo 33:18). La escena del valle era deprimente; pero la revelación gloriosa de la cima de la montaña fue
exultante. ¡Moisés contempló la gloria de Dios! Esa visión no minimizó los pecados de Israel (por el contrario, los hizo ver más
repugnantes); pero sí vitalizó la fe de Moisés y le permitió regresar
al valle para recuperar la autoridad.
Un día, durante este tiempo de crisis, comencé a sentirme de-
salentado. Había leído los reportajes de las noticias y conversado
con algunos de mis amigos de los medios masivos de comunicación,
cuando el enemigo comenzó a susurrarme:
— La verdad es que esto no vale la pena, ¿no es cierto? Todos
estos años en que tú y "La Biblia dice..." han mantenido sus manos
limpias, se han esforzado por honrar al Señor, y el público no
parece percibir la diferencia. iAhora están poniendo a todos los
ministerios de los medios masivos de comunicación en un sólo cesto
están tirando ese cesto al basurero de la ciudad! ¿Verdad que
no vale la pena? — créanme fue una hora negra para mi alma. Me
parecía que no había camino alguno que seguir para regresar a la
luz, hasta que centré mis pensamientos y mis oraciones en la gloria
de Dios. Cuando comprendí que la gloria de Dios era mucho más
importante que la reputación, el presupuesto o el ministerio de
cualquier hombre, la luz comenzó a resplandecer y mi carga a
aligerarse. El Señor trajo a mi memoria un versículo que me había
dado una noche en que me encontraba en una sala de cuidado
intensivo cuando oscilaba entre la vida y la muerte: "Grande es
Jehová, y digno de suprema alabanza; y su grandeza es inescru-
table" (Salmo 145:3).
No entiendo todos los caminos del Señor; pero creo que en
última instancia, esta crisis traerá gloria a Dios de alguna manera.
Mientras tanto, tenemos que vivir con la vergüenza y permanecer
fieles en nuestros puestos sirviendo al Señor.
Debemos tomarnos el tiempo para ser santos...y para interceder.
Intercesión - ¿Practica la Iglesia lo que predica?, por Warren W. Wiersbe
Revisado por el equipo de Nexo Cristiano
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mayo 23, 2024
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