Los límites de la obediencia civil: el significado de Romanos 13 - Nexo Cristiano

Los límites de la obediencia civil: el significado de Romanos 13

Los límites de la obediencia civil: el significado de Romanos 13 

Por Rev. Dr. Joseph Boot

 
Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo. Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia.  Romanos 13:1-5 RV1960 

Romanos 13 ha sido durante mucho tiempo un pasaje controvertido y muy malinterpretado. También es un pasaje al que se ha hecho referencia con frecuencia en los últimos años a la luz de los mandatos, los confinamientos y la coerción, a menudo invocado para exigir una sumisión y subordinación casi incondicionales al Estado. Por ejemplo, durante la pandemia del COVID-19. 

La persona pagana, secular y no cristiana no tiene ninguna razón específica para obedecer al Estado, excepto que este tiene el monopolio de los medios de fuerza y de los recursos financieros mediante impuestos coercitivos. No hay base ni razón en un mundo de origen aleatorio, sin Dios para obedecer a la autoridad civil, excepto la fuerza, las armas y el patrocinio que pertenecen al Estado. 

No es así en el caso del cristiano. En este artículo, analizaremos la enseñanza central de los primeros cinco versículos de Romanos 13 y sus implicaciones para los cristianos, prestando especial atención a los límites de nuestra obediencia. 

  1. La obligación general de obedecer a la autoridad civil (v. 1)

Pablo dice que toda persona debe estar sujeta a las autoridades gobernantes . Este es un término general que puede denotar varias autoridades (padres, líderes de la iglesia, etc.), pero aquí tiene una referencia especial al poder civil. Esta autoridad está facultada para gobernar mediante la promulgación y administración de leyes.  

En este primer caso, se hace referencia al gobierno en abstracto . No se trata de una referencia a personas o magistrados particulares, sino a la institución del gobierno civil en sí. 

Por lo tanto, Pablo llama a cada persona a estar sujeta a la institución de Dios del gobierno civil, de la misma manera que llama a todos a estar sujetos a la autoridad instituida por la familia ejercida a través de los padres (Efesios 6:1-3), y a la autoridad institucional de la iglesia a través de los ancianos (Hebreos 13:17), porque la familia y la iglesia también son esferas de autoridad ordenadas por Dios. Del mismo modo, debemos estar sujetos a las leyes y normas de Dios para el estado. Es obvio que existen padres crueles e injustos, líderes de la iglesia apóstatas y malvados, o gobiernos civiles malvados y sin ley, cuya realidad necesariamente pone límites a nuestra obediencia en todas estas instituciones, pero no es la preocupación particular de Pablo aquí. 

Sin embargo, es claro que Pablo no tiene en mente una sumisión servil, sino una sumisión ordenada y debida. Pablo no se desvía para abordar los derechos de los oprimidos o maltratados en este pasaje, porque podemos consultar la ley de Dios sobre tales asuntos. En este texto, él trata únicamente del carácter y los deberes del gobierno civil y nuestra responsabilidad hacia esta esfera de autoridad ordenada por Dios.  

Francis Schaeffer plantea la pregunta crítica que surge aquí: 

“ ¿Ha constituido Dios una autoridad en el Estado que sea autónoma de sí mismo? ¿Debemos obedecer al Estado pase lo que pase? … ¿En este único ámbito es el hombre la medida de todas las cosas? ” [i] 

¡Claramente no! Puesto que la autoridad proviene de Dios y existe por causa de Él , inmediatamente nos damos cuenta de que en esta enseñanza Pablo está alterando radicalmente la comprensión política pagana de sus lectores gentiles. Está colocando toda la autoridad bajo el Dios trino en su funcionamiento; por lo tanto, está delimitada inmediatamente por Dios y su ley-Palabra. Esto le da al cristiano un deber positivo de obedecer a la autoridad civil en asuntos lícitos, algo que el incrédulo no tiene. 

Schaeffer responde a su propia pregunta de esta manera: 

“El gobierno civil, como todo lo que concierne a la vida, está sujeto a la ley de Dios. En este mundo caído, Dios nos ha dado ciertos cargos para protegernos del caos que es el resultado natural de esa caída. Pero cuando cualquier cargo ordena algo que es contrario a la Palabra de Dios, quienes lo ocupan se abrogan su autoridad y no se les debe obedecer, y eso incluye al estado.” [ii]  

Así, en el llamado general a estar sujetos a la autoridad instituida por Dios, no nos enfrentamos a una exigencia absoluta de sumisión a todos los gobiernos humanos – de esto nos ocuparemos más adelante –. Pablo tampoco se ocupa aquí de las relaciones entre la Iglesia y el Estado, y mucho menos exige que la institución de la Iglesia y sus dirigentes acepten todas las exigencias de los gobiernos civiles. Como escribe James M. Willson en su brillante comentario sobre Romanos 13: 

“La Iglesia es una sociedad independiente. Su constitución, sus doctrinas, sus leyes, su administración, todo proviene de Cristo. Solo a Él está sujeta.” [iii]    

    2. La imposición de la autoridad civil (vv. 1-2)

Puesto que todas las esferas de autoridad son establecidas por Dios e instituidas por Él, resistirse a la debida sujeción a la autoridad es oponerse a las ordenanzas de Dios. Rechazar el papel de la autoridad civil en la sociedad humana es, por tanto, un acto de rebelión contra Dios. “Resistir” implica un desafío radical a la autoridad; no se refiere a la resistencia a las leyes inmorales, la injusticia o la opresión. Más bien, estamos llamados a respetar y honrar a la autoridad debidamente constituida.  

Ahora bien, en la providencia de Dios y con Su permiso, reinan reyes y diversos gobiernos llegan al poder. Jesús le dijo incluso a Poncio Pilato que no tendría autoridad a menos que se la hubiera dado desde arriba (Juan 19:11). En este sentido, incluso al diablo se le concede poder y autoridad de parte de Dios en el mundo. Sin embargo, la simple posesión de poder no es razón suficiente para obedecer a una autoridad dada. Eso implicaría la idea inaceptable de que un hombre robado y esclavizado por un amo estaría obligado a obedecer, y someterse a este poder vicioso y sin ley (Éxodo 21:16), que escapar y buscar la libertad violaría Romanos 13.  

Pablo claramente no está enseñando que todo déspota, tirano o dictador malvado gobierna por sanción divina. Tal interpretación obligaría a las personas, la sociedad y las naciones a rendirse a la tiranía,   en nombre del apoyo y la aprobación divina. Esta visión absurda no distingue la providencia divina de un principio de acción bíblica. En los caminos divinos de la providencia, hay momentos en que se permite que un gobernante malvado llegue al poder, pero nadie puede reclamar la sanción divina para el mal, la injusticia, la opresión y el pecado. Los consejos de Dios son siempre de rectitud y justicia.  

Es fundamental tener presente que Pablo, en los versículos 1 y 2, se refiere a la institución de gobierno, no a actores específicos. Mantiene una clara distinción entre la “autoridad” y la “ordenanza”, entre la esfera de gobierno como institución social y el presidente, magistrado o primer ministro en cuyas manos se encuentran las riendas de la autoridad civil en un momento determinado. Afirma que no se puede ejercer correctamente ninguna autoridad sobre las personas excepto la que Dios ha establecido. A continuación, muestra el tipo de poder y autoridad que sí cuenta con la sanción de Dios, que no es cualquier gobierno antiguo, sino solo aquellos que están sujetos a sus normas (ordenanzas) que delimitan el papel y la función de la institución del Estado. 
 
Cuando en las circunstancias culturales actuales* se aboga por una obediencia casi ciega o incuestionable al Estado, apelando a Romanos 13 y diciendo que “el gobierno es establecido por Dios”, se está cometiendo un grave error de interpretación al suponer que con esta expresión Pablo se refiere a todos y cada uno de los gobiernos existentes. Tal punto de vista, contradice la clara enseñanza de la Biblia y, por lo tanto, no puede ser la perspectiva de Pablo. *N.E: El presente articulo fue escrito durante la pandemia COVID-19.

Por ejemplo, en relación con Israel, cuando establecieron un gobierno independiente con diez tribus bajo Jeroboam, Dios dice por medio de Oseas: “Ellos establecieron reyes, pero no escogidos por mí; constituyeron príncipes, mas yo no lo supe” (Oseas 8:4a). Dios permitió esto en su providencia, pero claramente no lo sancionó. De la misma manera, tanto el profeta Daniel como el apóstol Juan se refieren al Imperio Romano como una bestia de múltiples cabezas cuyas cabezas están llenas de nombres blasfemos (Dan. 7:11; Ap. 17:1-3).  

Tales gobiernos no pueden pretender ser ordenados o sancionados por Dios en ningún sentido, excepto en el sentido en que Dios permite que el juicio y la enfermedad caigan sobre las personas por sus pecados, juicios que deben ser eliminados lo antes posible mediante el arrepentimiento, la fe y una actitud correcta hacia Dios. De hecho, el evangelio de Cristo se proclama con ese mismo propósito, para que la piedra no cortada por manos humanas haga añicos la gran imagen de los gobiernos rebeldes y malvados que vio Daniel en su visión (Dn. 2).  

De ello se desprende que al colocar todo gobierno específicamente bajo Dios, Pablo muestra que el gobierno no fue dejado a la arbitrariedad, la ambición, el orgullo y la violencia humanos, sino que fue ordenado por Dios con limitaciones, funciones y deberes prescritos.  

La confesión de la iglesia primitiva liderada por Pablo en el mundo gentil era “ Jesucristo es Señor” (o soberano), lo cual contradecía las afirmaciones del César en Roma (Hechos 17:1-7). Y el poder que no deriva de Dios es siempre una usurpación ilegítima.

Obviamente, esto significa que hay momentos en que se debe resistir a la autoridad ilegítima (lit. sin ley), especialmente cuando se entromete en la vida del pueblo de Dios, en la adoración a Dios y en el gobierno y las ordenanzas de la iglesia. Pensemos en Azarías, el sumo sacerdote, que se opuso a Uzías, el rey de Judá, que intentó extender su esfera de autoridad hasta el oficio sacerdotal. Recordemos lo que dijo el sumo sacerdote:  

“Y se pusieron contra el rey Uzías, y le dijeron: No te corresponde a ti, oh Uzías, el quemar incienso a Jehová, sino a los sacerdotes hijos de Aarón, que son consagrados para quemarlo. Sal del santuario, porque has prevaricado, y no te será para gloria delante de Jehová Dios.” (2 Crónicas 26:18). 

De la misma manera, ¿qué pasó con Sadrac, Mesac y Abed-nego, y luego con Daniel, quienes se negaron a cumplir con leyes específicas promulgadas por el rey supremo de Babilonia, cuya Palabra misma se consideraba irrevocable (Dn. 3:1-12; 6:4-12)? Ellos tomaron su posición en términos de la ley de Dios . Los funcionarios paganos sabían que la única manera de presentar cargos contra hombres justos y rectos como Daniel y sus amigos era promulgando algo que contradijera la ley de Dios. Consideremos también a las parteras hebreas. Ellas se negaron a obedecer la orden del gobierno egipcio de matar a los bebés varones hebreos y luego le mintieron al faraón para obedecer a Dios, por lo que Dios las bendijo (Éx. 1:15-23). 

Si se elimina esta base de resistencia en la soberanía y la ley de Dios, entonces toda ley y moralidad se resuelven simplemente en la voluntad absoluta de la legislatura. En Canadá, el proyecto de ley C-4 (legislación contra la "terapia de conversión") acaba de aprobarse en la Cámara de los Comunes y el Senado, criminalizando a cualquiera (padre, pastor o terapeuta) que se atreva a aconsejar a alguien que obedezca la ley de Dios con respecto a la identidad humana y la sexualidad. ¡No cumpliré con esta ley como líder cristiano, no puedo cumplirla! Esto es, sin duda, una resistencia piadosa. 

El tipo de resistencia que Pablo condena y condena en Romanos 13 claramente no es la resistencia a mandatos ilegales, sino una oposición descarada al ejercicio legítimo y saludable de la autoridad civil y el intento de derrocarla. 

    3. La autoridad civil como ministerio de justicia (v. 3-4) 

Pablo pasa ahora de una descripción del poder y la autoridad de Dios en la institución del gobierno a su prescripción para la función del gobierno. El erudito y teólogo reformado Charles Hodge escribió sobre este pasaje:  

“Toda autoridad es de Dios. Ningún hombre tiene poder legítimo sobre otros hombres que no provenga de Dios. Todo poder humano es delegado y ministerial. Esto es cierto en el caso de los padres, de los magistrados y de los funcionarios de la iglesia… Por lo tanto, este pasaje ofrece un fundamento muy débil para la doctrina de la obediencia pasiva”. [iv]  

Las Escrituras son muy claras en cuanto a este papel ministerial y la responsabilidad de la autoridad civil como ministerio de justicia. De hecho, Dios pronuncia su ay sobre las autoridades que violan las leyes y normas divinas en cuanto a la función jurídica del gobierno civil:  

“¡Ay del que edifica su casa sin justicia, y sus salas sin equidad, sirviéndose de su prójimo de balde, y no dándole el salario de su trabajo!” (Jeremías 22:13)  

“¡Ay de los que dictan leyes injustas, y prescriben tiranía,  para apartar del juicio a los pobres, y para quitar el derecho a los afligidos de mi pueblo; para despojar a las viudas, y robar a los huérfanos!” (Isaías 10:1-2)  

Con razón el salmista pregunta:  

“¿Se juntará contigo el trono de iniquidades Que hace agravio bajo forma de ley?” (Salmos 94:20)  

La pregunta es retórica porque la respuesta es bíblicamente obvia. El apóstol Pablo refuerza esta verdad bíblica al afirmar que el gobierno civil debe ser el servidor de Dios como vengador de la ira. Schaeffer capta correctamente el significado de estos versículos:  

“Dios ha ordenado al Estado como una autoridad delegada; no es autónomo. El Estado debe ser un agente de justicia, para restringir el mal castigando al malhechor y proteger el bien en la sociedad. Cuando hace lo contrario, no tiene autoridad propia. Entonces es una autoridad usurpada y, como tal, se vuelve ilegal y tirano”. [v]  

Pablo enseña que los gobernantes no deben ser motivo de temor por el buen comportamiento o las buenas obras, sino sólo por aquellos que hacen el mal.  

En estos versículos encontramos por primera vez a un magistrado, legislador o funcionario ejecutivo específico. Esto nos recuerda una vez más la distinción vital entre la institución de gobierno (de la que se habla en los versículos 1 y 2) y los propios gobernadores particulares, como la distinción entre el cargo de presidente o primer ministro y una persona determinada que ocupa el cargo en un momento determinado.  

Debemos estudiar, comprender y honrar las normas de Dios para la institución del gobierno civil, y debemos obedecer a los gobernantes, pero también ponerlos a prueba para comprobar su conformidad con las normas de Dios. Por eso Dios le exigió al rey de Israel que leyera la ley él mismo y la estudiara para no ser altivo y orgulloso, enaltecido por encima del pueblo (Deut. 17:14-20). Y también es por eso que Dios envió a sus profetas a reyes y gobernantes, dirigiéndose incluso a tierras paganas. Porque tanto gobernantes como gobernados están sujetos a la ley de Dios (cf. Jonás; Amós).  

El tipo de gobernante al que se aplica en realidad el mandato de Pablo (Romanos 13:1-5) al cristiano no son, pues, causa de temor los que se comportan bien, sino los que obran el mal. Sin duda, las obras o el comportamiento a los que se refiere Pablo son obras que están en conformidad con la verdad del evangelio del reino, la ley de Dios y los propósitos de Dios. Es imposible pensar que Pablo, de repente, en este capítulo de Romanos, se refiera ahora a algún otro estándar de bondad que el establecido en la ley-Palabra de Dios, que no sea el tipo de obras para las que fuimos creados en Cristo Jesús (Efesios 2:10). Este mismo principio está detrás de la enseñanza del apóstol Pedro:  

“Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior, ya a los gobernadores, como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien.  Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos; como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios. Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey.” (1 Pedro 2:13-17) 

Dios debe ser temido y la autoridad civil debe ser honrada en su llamado a castigar a quienes hacen el mal y a elogiar a quienes hacen el bien. Como tal, los gobernantes a los que se refieren Pablo y Pedro deben juzgar y aplicar la ley de una manera que no impida ni la propagación del evangelio, ni la fidelidad a la ley de Dios ni las obras de justicia entre el pueblo. Más bien, solo serán motivo de temor para quienes hacen el mal y violan la justicia de Dios (1 Tim. 1:9-10). 

Con este fin, Pablo señala que la autoridad civil debe ser literalmente el siervo de Dios (lit. diácono) para el bien, portando la espada, un símbolo de poder y autoridad para castigar a los malhechores. En las normas de Dios para la función jurídica del estado, la ley está armada con sanciones penales impuestas a los injustos (1 Tim. 1:9). Como tal, protege y promueve a los miembros justos, ordenados y pacíficos de la sociedad. Así, con la ley real en la mano, el magistrado debe ejecutar la justicia. 

La autoridad civil se mantiene, pues, mediante el poder de la espada . No ejerce este poder en vano, sino que está llamada a ser el ministro de la ira de Dios contra los que practican el mal. Imaginemos un mundo sin un ministerio de este tipo. La maldad quedaría sin restricciones ni control por parte de ningún poder civil. Pero Dios no permitirá que los que hacen el mal escapen impunemente. El Estado está obligado a ejercer el poder que Dios le ha conferido, pero con justicia y fidelidad.  

    4. El lugar de la conciencia (v. 5) 

Según Pablo, la función legítima del Estado es ser un ministerio de justicia , bajo la autoridad de Dios, en obediencia a sus normas de bien y mal, de rectitud y de justicia. Como tal, el cristiano obedece, no simplemente por temor al castigo por hacer lo que está mal, sino por un principio superior : nuestra conciencia ante Dios. 

Nuestra conciencia ante Dios, saturada de la Palabra de Dios y gobernada por el Espíritu Santo, es por tanto un árbitro crítico para determinar cuándo debemos desobedecer al Estado por violar las normas de Dios o abandonar su función legítima. 

A veces podemos oír a la gente decir que “no se ve a los discípulos ni a la iglesia primitiva resistiéndose al gobierno o ejerciendo desobediencia civil”. Esto es simplemente ignorancia. Pablo y varios otros apóstoles fueron juzgados repetidamente tanto por desobedecer a las autoridades civiles como porque habían apelado su caso a autoridades superiores con respecto a los cargos presentados contra ellos. En consecuencia, ¡Pablo pasó mucho tiempo en prisión! 

Incluso una lectura superficial de la historia de la Iglesia revela que los primeros cristianos fueron perseguidos y arrojados a los leones porque el estado romano consideró que sus reivindicaciones eran sediciosas y traidoras, y por ello muchos fueron ejecutados como rebeldes. ¿Su delito? Declarar que Jesús es Señor sobre César. 

Al negarse a participar en el culto al emperador y a ofrecer sacrificios a su genio, se los consideraba delincuentes políticos y a menudo eran martirizados. A los romanos no les importaba a qué dioses adoraban. Podían obtener una licencia para adorar a cualquiera siempre que se reconociera la autoridad suprema del César sobre tu culto. Una lectura del Libro de los Mártires de Foxe revela algunos de los sufrimientos que han soportado los cristianos por insistir en el señorío de Cristo. [vi] 

Desde los primeros tiempos de la Iglesia, los cristianos han obedecido y desobedecido al gobierno civil por el bien de su conciencia ante Dios. Cuando el Estado se ha apartado de su papel prescrito por Dios (Rom. 13), cuando gobernantes injustos han promulgado lo contrario a la ley de Dios, los cristianos han estado frecuentemente dispuestos a dar su vida. Por ejemplo, cuando William Tyndale (1490-1536), el hombre que tradujo la Biblia al inglés, abogó por la autoridad suprema de la Palabra de Dios sobre el Estado y la Iglesia romana, finalmente fue juzgado y ejecutado.  

De hecho, dondequiera que la Reforma penetrara, Dios y su ley-Palabra fueron colocados por encima del gobernante o rey, y esto a menudo condujo a severas persecuciones. El puritano Samuel Rutherford sostuvo que el poder político opresivo no provenía de Dios sino de una “desviación licenciosa del poder y no proviene de Dios más que de una licencia para pecar”. Como bien señaló Francis Schaeffer: “ En casi todos los lugares donde la Reforma tuvo éxito hubo alguna forma de desobediencia civil ”. [vii]  

Se necesita una conciencia bíblicamente informada para saber no sólo cuándo someterse, sino también cuándo desobedecer. Cristo es el Señor de nuestra conciencia . El Cristo que es Señor y está estableciendo su reino no quiere que nos inclinemos y nos arrodillemos ante una ley inferior que se opone a él y a sus propósitos. ¿Qué son los estados sin justicia, como señaló una vez San Agustín, por bandas de ladrones?  

Si una autoridad civil comienza a atacar la ley de Dios o la estructura fundamental de las normas para una sociedad justa, el cristiano debe ponerse del lado de Cristo y trabajar por su reino contra la injusticia y procurar que tales gobernantes sean relevados de su posición de autoridad. Sólo quienes sirven a Dios de esta manera son verdaderos amigos del gobierno civil y del orden social bíblico.  

Como dice James Willson: 

“Sólo aquellos que defienden las reivindicaciones supremas del Supremo Potentado y mantienen los derechos de una conciencia ilustrada son amigos de la ley civil y del orden social… todo irá bien en el mundo cuando el gobierno civil sea restaurado abiertamente al dominio de la conciencia –la conciencia hacia Dios, Su ley, Su Cristo y Su evangelio.” [viii]  

Notas:
   [i] Francis A. Schaeffer, A Christian Manifesto (Wheaton, Illinois: Crossway Books, 1981), 90 
   [ii] Francis A. Schaeffer, A Christian Manifesto, 90-91 
   [iii] James M. Willson, The Establishment and Limits of Civil Government: An Exposition of Romans 13: 1-7 (Powder Springs, GA: American Vision Press, 2009, originally published in 1853), 16 
   [iv] Charles Hodge, Commentary on the Epistle to the Romans (New York: A. C. Armstrong, 1883), 639 [v] Francis A. Schaeffer, A Christian Manifesto, 91 
   [vi] See, Foxes Book of Martyrs: Complete and Unabridged (Belfast: Ambassador, (1563) 1998). 
   [vii] Francis A. Schaeffer, A Christian Manifesto, 93 [viii] James M. Willson, The Establishment and Limits of Civil Government: An Exposition of Romans 13: 1-7, 78-79

Sobre el autor:
Rev. Dr. Joseph Boot (M.A., Ph.D.) es un pensador cristiano y apologista cultural, fundador y presidente del Instituto EZRA para el cristianismo contemporáneo. Es instructor adjunto de la cultura y la apologética en Bryan College, Tennessee. También se desempeñó como pastor fundador de Westminster Chapel, Toronto durante 14 años. Paul y su esposa Ulrike han encontrado su mayor gozo en levantar a sus tres hijas: Christine, Tabea y Rebekka. Autor de una docena de libros.. 

 
Fuente:christianconcern.com También te puede interesar: La Declaración de Frankfurt rechaza el estatismo y el totalitarismo


Los límites de la obediencia civil: el significado de Romanos 13 Los límites de la obediencia civil: el significado de Romanos 13 Revisado por el equipo de Nexo Cristiano on enero 27, 2025 Rating: 5
Con tecnología de Blogger.