La autoridad del reino y el principe de este mundo, por John White (1ra parte)


Miedo, confusión, enfermedades, catástrofes, condenación y muerte, representan consecuencias de nuestro pecado y del dominio de Satanás, a quien Jesús se refiere como el príncipe que gobierna este mundo. Jesucristo vino, precisamente, a "deshacer las obras del diablo".


Compartimos esta exposición, pronunciada en ocasión de una conferencia para pastores y líderes en Buenos Aires, Argentina, en 1986, el Dr. John White examina la autoridad de Cristo sobre Satanás, y cómo la victoria de Jesús se hace real en nuestra vida. Fue publicada por primera vez por la editorial Certeza en 1986, bajo el título La autoridad del reino y el príncipe de este mundo, y una segunda edición en 1993, con el título La autoridad de Cristo sobre Satanás. Y posteriormente el periódico cristiano El Puente publicó una edición especial de distribución gratuita entre sus lectores, que digitalizamos los lectores de NexoCristiano.com. Estamos seguros de que será un valioso aporte a la necesidad actual de la iglesia.


La autoridad del reino y el principe de este mundo, por John White (1ra parte)

La autoridad de Cristo sobre Satanás 

El apóstol Juan nos dice: “Precisamente para esto ha venido el Hijo de Dios: para deshacer lo hecho por el diablo” (1 Juan 3:8). En el contexto, Juan está hablando acerca del poder de Cristo sobre el pecado. Lo “hecho por el diablo” es la consecuencia del pecado humano. Cuando, en nuestros padres, sufrimos la caída, nosotros y la tierra que nos rodea quedamos simultáneamente bajo la maldición divina y el adverso gobierno de Satanás (Génesis 3.14-24). En el Evangelio de Juan, Jesús se refiere, en tres ocasiones, a Satanás como el príncipe que gobierna este mundo (Juan 12.31; 14.30; 16.11). Para Pablo, él es el “dios de este siglo” (2 Corintios 4.4) 

¿Qué son entonces “las obras del diablo”? Las obras del diablo incluyen esta horrible lista: peligro; confusión, privación, incapacidad, deshonra, deserción, divorcio, enfermedad, catástrofes, condenación y muerte. Estas son consecuencias de nuestro pecado, de la caída, y del gobierno de Satanás. Son las obras del diablo. En este libro, no solo examinaremos el poder de Cristo sobre Satanás, sino su victoria sobre él, y cómo esa victoria afecta nuestras propias vidas. 

El teólogo luterano Kailas considera la muerte, la enfermedad y las catástrofes naturales no solo como resultado de la caída, sino también como señales de gobierno satánico sobre el orden natural. El término ‘reino’ en el Nuevo Testamento (basilea) implica 'gobierno' y 'autoridad'. No se refiere al territorio bajo control, sino al gobierno y a la autoridad en sí mismos. El ministerio terrenal de Cristo consistió en la proclamación y la demostración pública de su gobierno. El Rey había venido a iniciar un reinado que en derecho era suyo. No solo declaraba su autoridad, sino que la demostraba haciendo a un lado a los demonios, la enfermedad, los desastres naturales y la muerte. 

Los dos reinos 

Hemos dicho que Jesús se refiere a Satanás como Príncipe o gobernante de este mundo. Jesús vino a expulsarlo (Juan 12.31) y a juzgarlo (Juan 16.11). Vino como rey, a echar fuera al usurpador y a establecer su propio reino en reemplazo de aquel. 

Durante un siglo y medio, los cristianos evangélicos han estado confundidos respecto a las supuestas diferencias entre el “reino de Dios” y el “reino de los cielos”. La enseñanza errónea surgió poco después del nacimiento de la teología dispensacionalista a comienzos del siglo mx, y más tarde fue incorporada a aquella doctrina. Todavía tiene amplia difusión. ¿Cómo sabemos que esta perspectiva es equivocada? 

Mateo usa el término 'reino de los cielos'. En cambio, Marcos, Lucas, y Juan, a veces utilizan el término 'reino de Dios' precisamente en las ocasiones y en el contexto en que Mateo usa la expresión 'reino de los cielos' (compare, por ejemplo, Mateo 5.3 con Lucas 6.20 y Mateo 13.11 con Lucas 8.10). Si hubiera una diferencia importante en el significado de estos dos términos, nos veríamos frente a una seria contradicción en la enseñanza del Nuevo Testamento. 

Las dos expresiones no reflejan dos reinos, sino dos verdades igualmente válidas acerca del mismo reino. El estudio comparativo de ambos términos en los cuatro evangelios deja esto en claro. Lo que habíamos olvidado es que Jesús no predicaba en griego, que es el idioma en que se escribió el Nuevo Testamento; Jesús hablaba arameo. No tenemos manera de saber la expresión exacta que usó en ese idioma. Cualquiera haya sido, los evangelistas la tradujeron de distintas maneras. Es obvio que el Espíritu Santo quería que advirtiésemos que las diferencias entre ambas expresiones no reflejaban dos reinos, sino dos verdades del mismo reino. 

Evidentemente, Mateo eligió el término menos ofensivo, porque su evangelio estaba dirigido a los judíos. Los otros evangelistas no necesitaban poner tanto cuidado en su lenguaje. (Hay, por supuesto, otras cosas para las cuales se usan expresiones alternativas en las Escrituras, como por ejemplo: el arca de Dios, arca del Señor, arca del testimonio, arca del Pacto, siendo siempre una sola arca, respecto a la cual los cuatro nombres reflejan verdades igualmente importantes.) 

El apóstol Pablo incorpora un tercer término para nombrar al reino. El reino de Dios y el reino de los cielos son el “reino de su amado Hijo”, que en las Escrituras se presenta como opuesto al “poder de la oscuridad” (Colosenses 1.13). El verdadero contraste, entonces, no está entre el reino de Dios y el reino de los cielos, sino entre reino de Dios y el de Satanás, entre las reglas del cielo y las del infierno. 

Hay otro aspecto importante en relación con el reino. Cristo inició su reinado aquí en la tierra. Aquí derrotó y destronó al poder del enemigo. Sin embargo, aunque su gobierno ya ha comenzado, no está presente en toda su plenitud. Se ha puesto en marcha en el corazón de aquellos que creen, obedecen y se enfrentan al gobierno de Satanás, bajo la autoridad de Jesús; haga lo que haga, Satanás no se puede librar de la presencia de los hijos del reino. 

Sin embargo, aunque Satanás ha sido derrotado, no se ha retirado ni reconoce su derrota. El teólogo Oscar Cullman compara esta situación con la de los alemanes en la Segunda Guerra Mundial. Cuando los aliados realizaron un desembarco exitoso en Normandía, todo el mundo supo que la guerra estaba ganada. Pero el gobierno nazi se resistía a admitirlo. Lo más sangriento de la guerra tuvo lugar durante los once meses siguientes. Según Cullman, en la batalla contra Satanás estamos ahora en esa fase. La lucha es real, la guerra es real, las bajas son reales. Pero también lo son nuestra autoridad y nuestro poder en Cristo. 

La supremacía de Cristo 

El término 'reino', entonces, implica 'gobierno', o 'autoridad', más que territorialidad. Cristo vino a la tierra para afirmar y restablecer su gobierno (autoridad) sobre el príncipe rebelde de la oscuridad, y para liberar a aquellos que éramos sus prisioneros. 

En este capítulo, examinaremos su autoridad y poder sobre: la tentación; los demonios; la enfermedad; la muerte; los elementos naturales; y las catástrofes.

Autoridad (gobierno, reinado) sobre la tentación 

Puesto que Satanás obtuvo su autoridad sobre nosotros merced a su éxito al tentarnos, el Hijo del Hombre, como hombre, comenzó a restablecer su gobierno resistiendo la tentación. 

La tercera gran crisis en su vida (después de la encarnación y el bautismo) fue la tentación en el desierto. Jesús se enfrentó en una lucha contra Satanás como ser humano. Esto es, como segundo Adán, en representación de nosotros. Fue nuestro héroe en una decisiva batalla contra el tentador. 

Esa batalla era esencial para nuestra liberación. Sin ella, Jesús no hubiera podido morir por nosotros ni hubiera podido salvar-nos. Tenía que demostrar que como hombre podía mantenerse santo y obediente al Padre, dependiendo solo del Espíritu Santo. Como Dios, no hubiera podido ser tentado. Como hombre, estaba en la misma relación con la tentación en la que habían estado antes nuestros primeros padres. Es por esta razón que hablamos de él como el segundo Adán. 

Fue llevado por el Espíritu (Marcos 1.12) para ser tentado por el diablo (Mateo 4.1). Su tentación era parte del plan divino. En su humanidad, resistió mucha mayor tentación que nosotros o nuestros primeros padres, ya que, a diferencia de Adán o de nosotros mismos, él nunca sucumbió. Por lo tanto, puede identificarse con nuestras debilidades (Hebreos 4.15) y socorrernos en la tentación (Hebreos 2.18). 

En esencia, la tentación que él soportó (igual que la nuestra) era dudar del Padre (“si eres el hijo de Dios...”) y por lo mismo, desobedecerle. Como ser humano, la mente de Jesús era vulnerable a la duda, lo mismo que nosotros. Su estado físico, debilitado también, lo hacía vulnerable a la desobediencia en algunos aspectos, y lo enorme y atemorizante de su misión, podía inducirlo a la desobediencia en otros sentidos. 

Al salir victorioso por nosotros de este conflicto, estuvo en condiciones de ministrar en el poder del Espíritu, dando pruebas de su reinado (su poder, autoridad, gobierno) sobre el reinado de la oscuridad. 

La autoridad de Cristo sobre los demonios 

Los demonios sirven a Satanás. Su autoridad ilegítima surge de la de Satanás mismo. En su vida terrenal, Cristo puso en evidencia su poder sobre el enemigo por la facilidad con la que expulsaba y arrojaba demonios. Al desenmascarar y destruir el poder del gobierno del infierno, hacía suyo el poder del reino celestial. 

Se trataba del enfrentamiento de la autoridad de un reinado sobre otra:

 ...Porque si yo expulso a los demonios por medio del Espíritu de Dios, eso significa que el reino de Dios ya ha llegado a ustedes. ¿Cómo podrá entrar alguien en la casa de un hombre fuerte y quitarle lo qué le pertenece, si primero no lo ata? Solamente así podrá quitárselo. (Mateo 12.27-29) 

Los demonios mismos reconocían este hecho: 

¡Déjanos! ¿Por qué te metes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo te conozco, y sé que eres el Santo de Dios. (Lucas 4.34) 

De muchos enfermos también salieron demonios, que gritaban: 

"¡Tú eres el Hijo de Dios!" Pero Jesús reprendía a los demonios y no los dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías. (Lucas 4.41) 

Los observadores humanos también reconocieronla autoridad de Cristo sobre los demonios: 

Y estaban todos maravillados, y hablaban unos a otros, diciendo: "¿Qué palabra es ésta, que con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y salen?" (Lucas 4.36) 

Eran el poder y la autoridad lo que asombraba a los observadores. Había un contraste con los rituales exorcistas de la época. Los hijos de los sacerdotes tenían cierto éxito en el exorcismo. Su técnica consistía en laboriosas y repetidas invocaciones del sagra-do y secreto nombre de JHWH. Pero Jesús tenía autoridad en sí mismo. 

La autoridad de Cristo sobre la enfermedad

Trataré este asunto con más detalle en la segunda parte de este post. Por ahora es suficiente que observemos que la curación milagrosa era una parte inherente de la autoridad de Cristo para destruir las obras de Satanás, entre las cuales estaba la enfermedad. Ella apareció tras el pecado y la caída del hombre. Formaba parte del gobierno del enemigo. El pecado y la enfermedad producidos por Satanás no pueden opo-nerse a la autoridad del reinado de Cristo. Al sanar a todos los enfermos que le presentaron, Cristo puso de manifiesto su autori-dad y su reinado, su superioridad sobre los poderes de las tinieblas. 

La autoridad de Cristo sobre la muerte 

Cristo se negó a reconocer el poder de la muerte. La trató como si no existiera. Por esa razón se dirigía a las personas muertas como si estuvieran vivas

Este "postrer enemigo" es también obra del pecado y de Satanás. El dominio de la muerte es la evidencia del gobierno de Satanás sobre la tierra. Por lo tanto, Cristo tenía que demostrar su autoridad real sobre ella. Lo hizo cuando resucitó muertos, y lo hizo al pasar él mismo, triunfante y victorioso, a través de la muerte. La muerte ha sido conquistada y no necesitamos temerle más. Sin embargo, no ha sido aún abolida. 

Cristo se negó a reconocer el poder de la muerte. La trató como si no existiera. Por esa razón se dirigía a las personas muertas como si estuvieran vivas, pidiéndoles que se levantasen ("¡Muchacha, levántate!" "¡Lázaro, sal fuera!" etc.) 

Las Escrituras otorgan una significación especial a la relación entre la autoridad de Cristo (y la del creyente) y su propia victoria sobre la muerte. 

...El, que es el principio, fue el primero en resucitar, para tener así el primer puesto en todo. (Colosenses 1.18) 

Y cuán grande y sin límite es su poder, el cual actúa en nosotros los creyentes. Este poder es el mismo que Dios mostró con tanta fuerza y potencia cuando resucitó a Cristo y lo hizo sentar a su derecha en el cielo, poniéndolo por encima de todo poder, autoridad, dominio y señorío, y por encima de todo lo que existe, tanto en este mundo como en el venidero... (Efesios 1.19-23) 

La autoridad de Cristo sobre los elementos de la creación 

El teólogo James Kailas muestra que los desastres 'naturales', los así llamados 'juicios de Dios', son también resultado de la caída. A Satanás se le permitió ejercer poder sobre los elementos. Por eso Jesús, al declarar la llegada de su reino (o gobierno), demostró su poder sobre los elementos físicos. Transformó el agua en vino, y multiplicó los panes y los peces. Al menos en dos oportunidades, les dio a los pescadores una pesca excepcional. También caminó sobre las aguas. En todos estos hechos, mostró su poder para reconquistar el control que el 'príncipe de este mundo' ejerce sobre la 'naturaleza'. 

La autoridad de Cristo para enfrentar y dominar las catástrofes 

En Mateo 8.22-25 se nos dice que cuando la muerte amenazaba a Jesús y a los discípulos en el mar de Galilea, Jesús habló al viento y a las olas como si pudieran oírle. Les ordenó que se calmaran, y le obedecieron. La reacción de los discípulos fue exclamar: "¿Pues quién será éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?"

Podría ser equívoco aludir aquí a la divinidad de Cristo, afirmando que, como Dios, tenía poder para hacer lo que hizo. Esto es perfectamente cierto. Lo que también es cierto es que enfrentó a los elementos de la naturaleza como Hijo del Hombre, como ser humano que, en razón de la autoridad recibida de Dios, podía invocar el poder del Padre. 

Es evidente que hasta ese momento los discípulos no habían percibido conflicto alguno entre los dos gobiernos o reinos. Algu-nos comentaristas señalan que la tormenta ocurrió cuando Jesús estaba en camino para ir a sanar al endemoniado de Gadara. Sugieren que esta tormenta, en particular, era de inspiración satánica. 

Conclusión 

Los cuatro evangelios nos presentan un cuadro del conflicto entre dos reinos; el reino de Dios y el dominio de Satanás. En el plan soberano de Dios, Satanás había sido autorizado a gobernar la tierra y sus habitantes, a causa del pecado y la caída del hombre. Su gobierno se ha caracterizado por el control demoníaco del pecado, la tentación, la enfermedad, las catástrofes y la muerte. 

En esos mismos evangelios se describe cómo Cristo proclamó su dominio y arrebató a Satanás su autoridad. Cristo proclama su reinado y demuestra su poder para hacerlo, resistiendo a la tentación, expulsando demonios, controlando las leyes de la naturaleza, sanando toda enfermedad, desafiando con.éxito a las catástrofes naturales, resucitando los muertos, y atravesando él mismo la muerte a fin de destruir el poder de la tumba. 

El gobierno de Cristo está ahora presente en la tierra, pero no lo está completamente aún. Hasta que él vuelva otra vez, nos convoca a nosotros, sus seguidores, a continuar proclamando su señorío, a ofrecer a los hombres misericordia, y a que nosotros mismos demostremos la realidad de su poder sobre el príncipe de este mundo. 

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La autoridad del reino y el principe de este mundo, por John White (1ra parte) La autoridad del reino y el principe de este mundo, por John White (1ra parte) Revisado por el equipo de Nexo Cristiano on junio 20, 2024 Rating: 5
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