Jonás: la misión de Dios en el contexto de opresión y violencias, por Raymond J. Bakke
Este post, que te compartimos, es una transcripción de una serie de cinco presentaciones sobre misiones urbanas del Dr. Raymond J. Bakke en la Conferencia Mundial de Misión del año 1999 de los Ministerios Internacionales de los Bautistas Americanos, realizada en Green Lake, Wisconsin, EE.UU. Y fueron publicados en el libro Misión integral en la ciudad, de Editorial Kairos, publicado en el 2002.
En próximos posts, publicaremos el resto de las exposiciones.
Jonás: la misión de Dios en el contexto de opresión y violencia
por Raymond J. Bakke
La respuesta de los casi 850 participantes que se reunieron para escuchar esas presentaciones temprano por la mañana fue abrumadora. En estos estudios encontramos a Ray Bakke en su mejor momento examinando tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento en búsqueda de lo que significa involucrarse en la misión cristiana desde una perspectiva global. Es un placer para mí, tanto a modo personal como profesional, que estos estudios bíblicos ahora se pongan al alcance de un auditorio más amplio. Mi gratificación personal se centra en mi profunda admiración de Ray Bakke como amigo y colega, y uno de los principales misionólogos de nuestro tiempo. Mi satisfacción profesional se relaciona con lo oportuno de esta publicación, que coincide con la difusión de nuestro nuevo plan estratégico por parte de Ministerios Internacionales, «A globalizarse: que toda la tierra se llene de su gloria» (Go Global: May God' s Giory Fill the Whole Earth; Salmo 72:19). Si el documento «A globalizarse» es el bosquejo de nuestra visión de la misión mundial para los próximos diez años, entonces los mensajes del Dr. Bakke ciertamente nos recuerdan que Cristo mismo es el fundamento de nuestros esfuerzos en este nuevo milenio.
Significa que ustedes los misioneros han logrado su objetivo. Llevaron el Evangelio de aquí hasta allá, y por primera vez los blancos, que representan sólo el 13 por ciento de la raza humana, ahora están entregando el liderazgo y son una minoría dentro de la iglesia de Dios, en el ámbito mundial. Ahora debemos aprender a leer la Biblia desde una perspectiva global en lugar de hacerlo desde una perspectiva occidental.
Ahora debemos aprender a leer la Biblia desde una perspectiva global en lugar de hacerlo desde una perspectiva occidental.
Quiero hablar esta mañana sobre la misión en el contexto del terrorismo y la violencia a partir de un libro del Antiguo Testamento que habla sobre Iraq. ¿Tienen idea cuál podría ser ese libro? Jonás.
Mañana quiero hablar brevemente sobre la esperanza y la misión, y sobre el desarrollo económico en la misión, utilizando los tres libros--del Antiguo Testamento que nos llegan desde Irán. ¡No les voy a decir cuáles son! Sí les digo que los tres están en la sección judía de historia del Antiguo Testamento. Tómenlo en cuenta. Ya que los estadounidenses están tan enamorados de Saddam Hussein, me encanta recordarles que uno de los grandes libros de la Biblia es sobre Iraq. Puesto que los estadounidense aman a los ayatollas tanto como a Saddam, me gusta recordarles que hay tres libros en la Biblia del país que ahora conocemos como Irán. Por ello quiero basar mis mensajes en el Antiguo Testamento en estos contextos y en estos libros hoy y mañana (capítulos 1 y 2). Luego pasaré al Nuevo Testamento el miércoles, el jueves y el viernes (capítulos 3, 4 y 5).
Los asirios y los samaritanos
Puesto que el libro de Jonás tiene una historia y que ese contexto es muy importante, quiero tomar unos minutos para contarles qué estaba sucediendo en esos días. Tiempo atrás, en el Antiguo Testamento, el Imperio asirio tenía tres antiguas ciudades capitales, una de las cuales era Nínive, aproximadamente a 640 kilómetros al norte de Bagdad. Los asirios eran los nazis del mundo antiguo. Eran la cultura más violenta
del Medio Oriente. El ejército asirio hacía una redada en un pueblo, arrancaban los ojos a los hombres más viejos y asesinaban a las mujeres y niños delante de ellos, de modo que las víctimas enceguecidas podían escuchar los gritos de muerte de sus propias familias. Luego de apilar los cuerpos en las calles corno cartón prensado, el ejército pasaba al siguiente pueblo. Los asirios esparcieron el terror por todo el Medio Oriente. Lo hicieron durante cientos de años. Si leen los libros de 1 y 2 Reyes, conocen la historia porque eventualmente hicieron la guerra vez tras vez contra Israel. A todos los reyes de Asiria se los menciona en las Escrituras hebreas: Sahnanasar el Cuarto, Tiglat el Tercero, Sargón el Segundo, y Senaquerib. Esos nombres producían terror, como Stalin e Hitler lo han hecho en nuestro tiempo. Israel dejó de existir en el norte debido a los asirios —no Siria con S, sino Asiria, que es la mitad más septentrional de Iraq hoy en día, de la cual Nínive era una de las tres antiguas ciudades capitales. Durante cientos de años, este imperio asirio aterrorizó a Israel. Finalmente en el año 721 a.C., los asirios conquistaron las diez tribus del norte y las llevaron al cautiverio. Un mes de diciembre, unos 28.750 israelitas fueron llevados y desaparecieron del mapa de la historia.
Luego el rey asirio, para aplacar la posible rebelión, llevó a algunos representantes de su propia gente (hoy los llamaríamos iraquíes) de nuevo a Israel. Estos inmigrantes asirios se casaron y procrearon con los israelitas, y así surgieron los samaritanos, una cultura mestiza que los judíos llegaron a odiar con pasión. Odiaban a los samaritanos por varios motivos. Una razón era que eran personas mezcladas racialmente, pero también religiosamente. Los samaritanos tenían su propia Biblia, el Pentateuco samaritano. Tenían sus propios lugares de oración en el Monte Gerizín y en el Monte Ebal, y por ello se los consideraba sincretistas. Los judíos odiaban tanto a los samaritanos que hasta construyeron una «autopista interestatal» que rodeaba el territorio de Samaria.
Juan 4 nos dice que Jesús, por supuesto, atravesó Samaria, se encontró con los samaritanos, y se quedó dos días con la familia de la mujer del pozo. Sólo tenía mil días para salvar al mundo. Sin embargo, según Juan 4:39-41, pasó dos de esos días con la familia de la mujer samaritana. Jesús encarnó la evangelización étnica al saber que, en la verdadera misión, uno no hace misión al estilo «toco y me voy», sino que se queda con las personas y construye una relación. Jesús hizo eso en Juan 4, y luego le dijo a la iglesia que ellos tenían que ir a través de Samaria, no alrededor de ella, en su camino hacia el fin del mundo. La misión al extranjero nunca debe ser una excusa para evitar a las personas de la misión local que no nos agraden. Ese es el mensaje que los samaritanos nos traen en el Nuevo Testamento.
Jesús encarnó la evangelización étnica al saber que, en la verdadera misión, uno no hace misión al estilo «toco y me voy», sino que se queda con las personas y construye una relación.
Hoy, al estudiar qué sentía Israel por Asiria y sus descendientes los samaritanos, vemos un paralelo en lo que muchos estadounidenses sienten por los asirios modernos, los del país que nosotros conocemos como Iraq. Al igual que los judíos aprendieron a demonizar a los asirios y luego a los samaritanos, los estadounidenses han aprendido a demonizar a los iraquíes. Los iraquíes son árabes, y lo único que conocen los medios sobre éstos es que son todos terroristas y/o que son todos obesos jeques del petróleo. Por ello, los árabes son las únicas personas de las que uno puede hablar mal en la cultura estadounidense y seguir siendo «políticamente correcto», incluso en la televisión.
El pánico de Jonás
Por ello, con ese contexto en mente, permítanme relatarles la historia de Jonás. Según un versículo del libro que lleva su nombre, Jonás fue el único profeta viviente en Israel luego de varios siglos de militancia asiria en contra de esa nación. Y un día, Dios le dice a ese profeta: «Jonás, quiero que subas allá, 1400 kilómetros al noreste, y les digas a esos iraquíes que no me gusta su política exterior.» Bien, Dios le dijo «sube allá» y Jonás bajó —a Joppa— y compró un pasaje de ida en la dirección opuesta al Iraq de aquellos tiempos. Pero, como ustedes saben, Dios le dio un viaje de ida y vuelta.
Permítanme contarles la historia como si estuviéramos en una galería de arte. Quiero que vean en su imaginación cuatro enormes marcos, uno para cada capítulo del Libro de Jonás. Les pido que coloquen en esos marcos la imagen de Jonás que surge de cada capítulo. Estas imágenes les ayudarán a recordar la historia y también les ayudarán a contárselas a sus hijos.
Bien, el contexto de la historia de Jonás era la violencia y el terrorismo. El pueblo judío había sido llevado o estaba por ser llevado fuera de su tierra. Fue entonces cuando Dios llamó al profeta y le dijo: «Ve».
Hace unos cien años, el autor británico F. S. Webter escribió un pequeño libro, un comentario sobre Jonás, titulado muy apropiadamente El retrato de un patriota. Ese patriotismo fue precisamente el problema de Jonás. Había envuelto su teología de la misión con la ideología de Israel. Había envuelto su evangelio con su bandera judía. Su Dios era demasiado pequeño. Jonás no tenía ningún amor por el enemigo de Israel, y entendía que tampoco Dios amaba a esas personas. No quería ser parte de la predicación del Evangelio en la ciudad Asiria de Nínive después de todo lo que los asirios habían hecho contra su pueblo. Así que se fue a Joppa y compró ese pasaje para viajar a un lugar lejano. Quiero que se imaginen en el primer cuadro el pánico de Jonás el patriota, su pánico absoluto.
Bien, Jonás compró su pasaje en lo que creemos era un barco cerealero alejandrino. Salió al Mar Mediterráneo encaminándose a Tarsis. Los estudiosos discuten sobre la ubicación exacta de la antigua ciudad de Tarsis. La mayoría cree que estaba en algún lugar de España, o bien, justo tierra adentro de esa costa, cerca de Mallorca o por ahí cerca. Sin embargo, siendo que Tarsis contiene la palabra hebrea para «lata», y la lata en el mundo antiguo era trabajada en Comwall, Inglaterra, hay quienes creen que Jonás se dirigía a las Islas Británicas. Si han leído Isaías 66, a Tarsis se la describe como el fin del mundo. En la liturgia hebrea significa el fin de la civilización, los fines de la tierra. Jonás se dirigía a Tarsis, sea donde sea que haya estado ese lugar. Una cosa sí sabemos, y es que estaba yendo en la dirección opuesta a la que Dios lo había enviado. ¡Estaba en pánico absoluto y total!
Ahora bien, Dios preparó una gran tormenta para el barco de Jonás. Fue tan grande que, mientras Jonás bajó a descansar, en la cubierta los marinos estaban congregados en una reunión ecuménica de oración. La tripulación estaba orando, cada uno a su propio dios, con la esperanza que ese dios los liberara de la tormenta. Mientras tanto, la consciencia de Jonás se había dormido. Estaba en las profundidades de la embarcación, durmiendo, huyendo del Dios que lo había llamado a la misión. El capitán del barco vino y lo encontró durmiendo, y le dijo: «¿Cómo puede ser que no estés arriba en la reunión ecuménica de oración? Tal vez tu Dios es el que nos va a escuchar y nos rescatará de la tormenta.» Rápidamente Jonás subió a la reunión e hizo algo que sólo un profeta aparte de él hizo alguna vez. Como Elías en 1 Reyes 19, quiso suicidarse. Dijo: «Yo soy el problema. Tírenme por la borda para aplacar a mi Dios.»
Sin embargo, a los marineros les importó Jonás más que a Jonás mismo, y en vez de tirar al profeta tiraron la carga —sus ganancias—por la borda. Esto nos recuerda que muchas veces las personas que no conocen a nuestro Señor tienen una concepción moral más alta y más compasión que muchos de nosotros que somos cristianos de iglesia. Pienso en los trabajadores sociales que he conocido. Pienso en los policías de tránsito que están ahí todos los días durante todo el largo invierno en Chicago, cuidando de los niños que cruzan la calle. Pienso en las personas que están cuidando y pastoreando a personas golpeadas en algunos de esos albergues nocturnos. Pienso en algunos de los policías que conozco a quienes realmente les importan las personas y quienes realmente sirven y los protegen, que es el lema de la policía de Chicago. Aunque hay muchos maestros santos, también hay muchos que no conocen a nuestro Señor pero que cuidan de los niños en el centro. Las personas así me hacen un llamado de atención. Este texto me recuerda eso, porque había toda una embarcación llena de marineros a quienes les importó la vida de Jonás más que a Jonás mismo —o más de lo que a Jonás le importaban los demás.
Finalmente, como último recurso, la tripulación tiró a Jonás por la borda, y la tormenta cesó. Y ahí tienen, según Jonás 1, la historia de una de las más grandes estrategias de evangelización de todos los tiempos. Toda la reunión de oración cambió, y todos en esa embarcación alabaron a Yavé, el Dios de Israel. El texto nos dice que todos hicieron promesas a Dios. (Ésta, sin embargo, es una de esas estrategias de evangelización que se pueden usar una sola vez, ¡porque ahora el evangelista está en el fondo del Mar Mediterráneo!) La historia nos dice algo sobre la soberanía de Dios en la misión y la evangelización, ¿verdad? Mediante su aparente muerte, Jonás logró una embarcación repleta de adoradores de Yavé. No había obedecido la voluntad de Dios, pero Dios lo usó de todos modos, y produjo un barco de creyentes en el verdadero Dios. Es muy importante que veamos la soberanía de Dios en la misión. Bueno, para el final del capítulo 1, Jonás está en algún lugar del fondo del Mar Mediterráneo, habiendo sido tragado por esa enorme ballena. Y ésa es nuestra primera imagen para nuestra galería: ¡el pánico de Jonás!
La oración de Jonás
El segundo cuadro es la oración de Jonás. El capítulo 2 nos describe una segunda sesión de oración, pero en esta Jonás está solo. Si leen Jonás 2, todos los versículos, desde el 2 hasta el 9, están tomados de los Salmos. Es sorprendente cómo esos versículos que aprendimos de niños nos vuelven a la mente con facilidad cuando estamos en problemas. Aparentemente eso es lo que le pasa a Jonás, porque en el capítulo 2 comienza a orar, y toda su oración está tomada del himnario hebreo, los Salmos.
Me encanta un sermón de Clarence Edward McCartney sobre este tema, que pronunció muchas veces en la Primera Iglesia Presbiteriana en Pittsburgh. Su sermón se titulaba: «Una panza de ballena como púlpito»; pero, si lo pienso bien, creo que fue más bien una panza de ballena para una sesión de oración. La primera sesión de oración fue encima del agua; la segunda fue en las profundidades del estómago de un gran pez, en el fondo del Mar Mediterráneo. Y luego viene mi versículo favorito de todo el Libro de Jonás. El versículo 10 del capítulo 2 dice que el pez «vomitó a Jonás en tierra firme». ¿Pueden imaginar al profeta urbano que yace en la playa en el vómito de una ballena, envuelto en algas, peces y otras cosas muertas? ¿No les encanta? Yo sé que cuando una persona come pescado en mal estado y luego se enferma, se habla de botulismo, pero ¡no sé cómo se llama a lo que tiene un pez cuando se come a una persona en mal estado y se enferma! Si pueden, imagínense a esta ballena dirigiéndose a toda velocidad hacia la playa y vomitando al profeta urbano de Dios, que tenía un pasaje de ida, justo en el lugar de donde vino —en una playa en algún punto de la costa Siria.
La predicación de Jonás
Luego en Jonás 3 tienen el inicio de la gracia de Dios. Porque dice que la palabra del Señor vino a Jonás una segunda vez y le dijo: «Anda, ve». Y bien, a menos que Jonás haya sido escupido por encima de las montañas de Siria, tenía que recorrer más de 1400 kilómetros. ¿Cuál habrá sido su apariencia luego de algunos días en los ácidos estomacales de un pez enfermo? ¿Qué olor habrá tenido? Tengo visiones de los niños asirios que corrían a sus casas diciendo: «¡Mamá, nunca vas a adivinar lo que hay en la calle!», porque en el capítulo 3 la imagen de nuestra galería de arte es de Jonás predicando. Está recorriendo la ciudad de Nínive como algunos de los personajes algo salvajes de mi ciudad de Chicago. Está predicando el Evangelio en parques y calles a cualquiera que lo escuche: «¡Arrepiéntanse! ¡En cuarenta días se van al infierno!» Pero en su corazón está diciendo «¡Quémense! ¡Ardan en el fuego!» Está predicando la ortodoxia, la palabra del arrepentimiento, pero todavía no la entiende. No entiende el corazón, el alma de Dios. El libro de Jonás no presenta realmente a un misionero. En efecto, David Bosch tiene razón: Jonás no es para nada un modelo de misionero. Por favor, ese no es el punto de esta historia. El punto de la historia es la lucha de Dios para hacer que su mensaje de perdón y reconciliación llegue a la más violenta de las culturas del Medio Oriente. Ése es el punto. La historia es de un Dios a quien le importa el más violento de los pueblos del Medio Oriente, los asirios, los nazis del mundo antiguo. El misionero renuente no está dispuesto a predicarles, y cuando finalmente llega a su ciudad, aunque predica el mensaje que Dios le dio, su corazón no está en el sermón. A pesar de ello, la palabra de Dios llega y la Escritura registra el más grande avivamiento en la historia del mundo antes de Pentecostés. ¡Todo el país ---el rey y todos los demás— se arrepiente cuando escucha la palabra de Dios que Jonás está predicando!
Estoy convencido de que hoy también hay muchas personas que vienen y predican, incluso algunos misioneros que conozco, sin sentir amor por las personas a quienes predican. Sin duda el mensaje es verdadero y es parte del Evangelio. En mis treinta y cinco años de estar en la ciudad de Chicago, he escuchado a muchos evangelistas venir a la ciudad y predicar en contra de ella. Y aunque su predicación sea formal y sea verdad, no está plenamente en el alma de Dios porque su mensaje de arrepentimiento no resuena en el corazón del misionero o evangelista. El mensaje es verdadero, pero el mensajero es como Jonás, quien realmente no quería que las personas se arrepintieran. Jonás sólo quería que la Junta misionera en el pueblo de donde vino notara que él había hecho lo que se le obligó a hacer, y luego quería empacar e irse a buscar su cheque por ser un misionero en medio de un pueblo a quien realmente odiaba. Y ése es el tercer retrato en nuestra galería: Jonás predicando.
Los pucheros de Jonás
Bien, finalmente llegamos al clímax del gran libro de Jonás: el capítulo 4. ¿Qué nos va a mostrar este cuadro? ¿Pueden imaginarse a Jonás haciendo pucheros? Primero vimos su pánico, luego su oración, su predicación, y ahora el núcleo del libro de Jonás: el misionero está ahí en el monte, contrariado, haciendo pucheros. Jonás, llegado el día 38 o 39, se fue a la colina que dominaba la ciudad, donde estaba preparando una cabina de luces artificiales. Realmente era un pequeño árbol que había plantado para sentarse a su sombra el día 39. Probablemente estaba haciendo sus devociones con Génesis 18. ¿Se acuerdan de qué trata Génesis 18? Es la historia de la destrucción de Sodoma. Estoy seguro que estaba leyendo esta historia en su momento de meditación, y se le hacía agua la boca. Le fascinaba. «Señor, dice acá que tu reventaste la ciudad. Señor, yo creo que tú puedes hacerlo de nuevo. ¡Realmente creo que lo vas a hacer nuevamente!» Y regaba su pequeño árbol para poder sentarse a su sombra en el fresco de la tarde y observar cómo las personas de Nínive volaban por los aires. Tomaría notas para el informe a la junta misionera en casa, en Jerusalén. Estaba pensando en todas las cosas que sucederían cuando volviera a su casa con esta historia de cómo Dios había utilizado su predicación para destruir a los enemigos de Israel. «Voy a ser un profeta mayor en lugar de un profeta menor. Van a escribir una canción en mi honor, algo acerca de cómo Jonás ha matado más ninivitas con su predicación que David con sus ejércitos. Va a haber una estatua a mi nombre en el templo del monte. Me van a hacer una procesión en la Vía Dolorosa en Jerusalén». ¡No podía esperar más las buenas noticias que Dios destruiría ese pueblo!
Sin embargo, el día 40 llegó y pasó, y el Dios que había enviado al gran pez ahora envió el pequeño gusano (qué sentido del humor que tiene Dios, ¿verdad?) Y el gusanillo fue al árbol de Jonás y lo mató. Y Jonás se sentó ahí, con el sol quemándole la cara, enfurecido por la bronca y el calor del sol de Medio Oriente, Estaba furioso con Dios y decía: «¡Lo sabía! ¡Lo sabía!» De algún modo él sabía que Dios le iba a hacer esto. Creo que es por eso que no había querido ir a Nínive en primer lugar.
Desde un punto de vista humano, Jonás es una persona muy típica. Imaginen a un judío de Chicago, llamado Rabino Weinstein. Imaginen que Dios lo despierta un día y le dice: «Weinstein, quiero que vayas a Berlín y prediques el Evangelio. Voy a recompensar tu ministerio, Weinstein, voy a hacer a Berlín más grande de lo que fue bajo Hitler». ¿Pueden adivinar que haría Weinstein? Se tomaría el primer avión a Nueva Orleans y un barco pesquero a Australia. Lo último que querría un judío moderno sería la prosperidad de la nación alemana después del Holocausto. Y lo último en el mundo que muchos estadounidenses patriotas querrían es la prosperidad de Iraq luego de la Guerra del Golfo, o la prosperidad de Rusia luego de la Guerra Fría, o la prosperidad de Milosevich luego de la limpieza étnica en Bosnia. Así que convertimos estos líderes en demonios, y odiarnos a sus pueblos, exactamente como lo hizo Jonás. Durante la Guerra Fría a menudo pensé: ¿Qué sucedería si Billy Graham volviera de Rusia y tuviera que anunciar que habrá más comunistas que estadounidenses en el cielo? ¿Piensan que algunos estadounidenses conservadores realmente querrían ir al cielo y tener que vivir al lado de Khrushchev? Yo no lo creo. Conozco algunos estadounidenses que envuelven el Evangelio en una bandera norteamericana. Ven a su país a través de esas lentes, y ven al mundo a través de esas lentes. Jonás hizo lo mismo
A Dios le importan los niños
Finalmente Dios rompe el silencio y le plantea una pregunta a Jonás, con la cual termina el libro. En Jonás 4:11 Dios le pregunta: «Jonás, realmente crees que no debiera importarme una gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no distinguen su derecha de su izquierda». Ese es un proverbio de Medio Oriente que hace referencia a los niños. «Jonás, hay más de ciento veinte mil niños aquí; ¿no habría yo de compadecerme?» Pero ese no es el final del versículo, ya que éste añade: «Jonás, hay más de ciento veinte mil niños aquí ... y tanto ganado, ¿no habría yo de compadecerme?» ¿Ganado? ¿Qué tiene que ver el ganado con los niños? ¿No es eso un desprecio? Pero debe entenderse que en Medio Oriente la palabra «ganado», según el pensamiento semítico, es prácticamente un sinónimo de «economía».
La cultura de Medio Oriente ha sido y sigue siendo una cultura ganadera. Los habitantes de Medio Oriente viven del ganado de la misma manera que los masai en África. Viven de la leche, la carne y los cueros. Por eso, lo que Dios está diciendo realmente es: «¿No me tendría que importar una ciudad llena de niños y una ciudad que tiene una economía sustentable para alimentarlos? ¿No me tendría que importar?» El mensaje es más integral de lo que pensaba. Estoy seguro de que a Dios le importan los niños. A Dios también le importa aquello que alimenta a esos niños. El libro de Jonás termina con una pregunta que usted y yo debernos contestar —una pregunta acerca de la misión en el contexto de violencia y terrorismo.
Permítanme una anécdota personal. Hace cinco años, como fundador y presidente de una entidad llamada «Evangélicos por la comprensión en Medio Oriente», fui invitado a Irak. Debido al boicot del gobierno de Estados Unidos hacia ese país, técnicamente era ilegal para mí visitar Irak corno ciudadano estadounidense. Sin embargo, la invitación llegó, por medio del Consejo de Iglesias de Medio Oriente, del Patriarca de la Iglesia Caldea en Bagdad. Primero fui a Egipto, y luego tomé el camino que iba a Aman, Jordania, y obtuve mi visa con una carta escrita en árabe por su Santidad, el Patriarca. (Pude conseguir un taxi para que recorriera los 870 kilómetros por sólo noventa y dos dólares. La gasolina cuesta dieciséis centavos el litro en Irak. Como no pueden venderla, es mucho más barata incluso que el agua.) Tenía una camioneta Chevrolet y un colega de Medio Oriente, y comenzamos el camino. Viajamos cinco horas hasta la frontera con Irak, donde los oficiales literalmente desarmaron la camioneta en busca de drogas mientras nos interrogaban. Cuando cruzamos la frontera, al lado iraquí, la misma camioneta fue desarmada nuevamente. Los oficiales iraquíes le sacaron todas las ruedas, quitaron los tambores de los frenos, y desarmaron los asientos, examinándolo todo. Nos llevó cerca de cinco horas cruzar las dos fronteras, y luego manejamos las restantes siete horas y llegamos a Bagdad cerca de las tres de la mañana.
Hasta sólo dos días antes de viajar a Irak, no supe que dos militares estadounidenses habían pasado la frontera kuwaití, tal vez buscando whisky, aunque nadie sabe de seguro. Fueron tomados como prisioneros, y estaban en la cárcel de Saddam. Bien, cuando yo llegué a Bagdad era Semana Santa, y desfilé con el Cardenal, que hace las veces de Patriarca debido a la inusual manera en que está configurada en la historia la Iglesia Caldea Católica de Irak, que representa casi el 6 por ciento de la población.
(Actualmente la cabecera de la Iglesia caldea iraquí en Estados Unidos está en Detroit. Por eso Detroit es la capital iraquí y árabe de los Estados Unidos, de la misma manera que Pittsburgh es la capital serbia y Chicago es la capital albanesa. ¿Por qué? Porque cientos de ciudadanos de esos países se han convertido en nuestros vecinos en las ciudades estadounidenses. Una de las nuevas realidades de la misión en la actualidad es que trabajamos en las dos puntas de la experiencia migratoria. La misión es para, en, y desde los seis continentes.)
Bien, siguiendo con la anécdota, cuando fui a ver al Cardenal, él me dijo:
—Debes ir con el gobierno. Debes interceder por los dos soldados americanos.
Yo le respondí:
—Ni siquiera los conozco. No estoy aquí en una visita política. Técnicamente, es ilegal incluso el solo hecho que yo esté aquí.
Él insistió en que yo tenía que ir, porque el gobierno estaba utilizando el incidente como una forma más de reprimir a los cristianos. Yo le contesté:
—Muy bien, pero ¿cómo me comunico con ellos?
A lo que me contestó:
—Nosotros le diremos al gobierno que deben hablar con usted.
De casualidad tenía conmigo un artículo reciente de la revista The New York Times con una foto de mi hermano jugando al fútbol con el Presidente Bill Clinton mientras estaba de vacaciones en la reunión Renaissance en Hilton Head, Carolina del Sur. Yo había visto la foto en el Times, la había recortado y la tenía conmigo. La foto mostraba a Bill Clinton atrapando la pelota que mi hermano le había tirado en la playa. El comentario describía cómo el empresario Dennis Bakke había disparado la bola a la canasta de pan presidencial. Pensé: «Puedo darle esto al Cardenal, y él puede dárselo al gobierno iraquí para mostrar que si éste desea enviarle un mensaje al Presidente de los Estados Unidos, probablemente yo podría llevárselo». El gobierno llamó de inmediato: quería conversar conmigo. .
Ahora bien, los Estados Unidos no tienen relaciones con Irak. Ni siquiera le hablan. Tratan indirectamente con ellos a través de una embajada suiza que existe allí. Hasta donde yo sé, en el gobierno sólo hay un cristiano, Tariz Assiz, el primer ministro, pero el día en que fui de visita él estaba en las Naciones Unidas, así que no pude verlo. A él justamente era a quien yo esperaba ver. Es una especie de José o Daniel en ese gobierno. Todos los demás son musulmanes. Me informaron que me reuniría con Mohammed Saheed Sahaq, el Secretario de Estado de ese país. La reunión sería a las 8 de la noche. Mientras tanto, el gobierno me preguntaba si yo estaría interesado en visitar la antigua Babilonia, a 120 kilómetros de distancia Y así fue como el gobierno me llevó y me brindó una visita guiada, personal, del palacio de Nabucodonosor y la antigua Babilonia, que está en reconstrucción por los iraquíes. Están construyendo un hotel de cinco estrellas justo enfrente, y creo que la meta de Saddam es convertirlo algún día en una especie de atracción turística, un parque de diversiones de Babilonia, tan pronto las Naciones Unidas levanten el boicot. Tomé algunas fotografías clandestinamente. Babilonia está muy bien preservada, y la sala del trono de Nabucodonosor aún está ahí. Entré a ella y recordé la oración por sabiduría en Daniel 2, la oración de quien sirvió al rey más violento de Medio Oriente. El tirano que destruyó la ciudad de Daniel, asesinó a su rey y destruyó el Templo de Jerusalén fue Nabucodonosor. Pero tal vez Daniel recordó lo que Dios le había dicho a Jeremías: «Busca el shalom de la ciudad adonde te envío». Entonces Daniel leyó Jeremías 29, y sirvió al shalom de Nabucodonosor por algunos años mientras el rey estaba alterado. ¿Recuerdan? Daniel, un judío temeroso de Dios, sirvió al rey más violento del Medio Oriente en el país que hoy llamamos Irak..
Fui a ver al Secretario de Estado esa noche. Quería dejar en claro que yo no venía como político sino como ministro de la Palabra. Así que le dije: «Su Excelencia, si me permite tomar unos minutos, quisiera decirle cómo yo, que soy un cristiano estadounidense, veo a Irak como la Tierra Prometida, y cómo, para mí como cristiano, esta es la Patria». Lo noté un poco desconcertado. Entonces le expliqué que cuando Dios quiso salvar a la raza humana, el Señor comenzó con un iraquí llamado Abraham, de la región de Ur, cerca de Bassar. Los judíos, los cristianos y los musulmanes son todos descendientes de Abraham, y por ende somos parientes. Todos tenemos nuestras raíces en lo que hoy es Irak. «Para mí como cristiano, Irak es una Tierra Santa, y la Patria, porque Abraham vino de este país», le dije al Secretario de Estado. Luego añadí: «Moisés fue el fundador político del pueblo judío. Señor, el fundador de la nación judía escribió los cinco primeros libros del Antiguo Testamento. La ley judía es fascinante, señor. Gran parte de ella se encuentra aquí en Irak, en el Código de Hammurabi. Moisés estudió la cultura de Acadia y el legado Hammurabi. Gran parte del código legal judío viene originalmente del país que hoy llamarnos Irak».
Y continué hablando: «Como cristiano, crecí escuchando las historias de Daniel. Toda su vida —desde su adolescencia hasta que fue tornado prisionero en el 597 a.C. y colocado en la escuela real, para luego graduarse summa cum laude— Daniel sirvió al gobierno del antiguo Irak, que se llamaba Asiria. Sirvió hasta que los persas lo conquistaron en el 539 a.C. Sirvió al gobierno de este país más tiempo que cualquier persona ha trabajado en el Congreso de los Estados Unidos (salvo Sam Rayburn de Texas, quien sirvió dos años más que eso)». Continué diciendo: «Señor, mi Biblia me enseña que cuando Jesús vino a nacer en Belén, entre los primeros que vinieron a honrarle estaban los tres sabios eruditos de Irak. El mártir cristiano, Esteban, cuyo testimonio está registrado en Hechos 7 (que tuve que adornar un poco para beneficio de mi audiencia) era, según decían, conocedor en toda la sabiduría de los egipcios». Luego dije: «señor, la China representa una cuarta parte de la raza humana, y la primera misión a la China salió de Bagdad en el año 615 d.C., de la Iglesia nestoriana aquí en Irak. Honro a esos iraquíes porque fueron los primeros a quienes les importó el pueblo chino a tal punto que enviaron personas que anduvieran miles de kilómetros por el Camino de la Seda, a través del Paso de Kuber, hasta la China Occidental, y esos misioneros estuvieron allí durante siglos. Mucho antes de que en Occidente se hablara siquiera de la China, los cristianos iraquíes estaban orando y apoyando la misión a este pueblo chino. Fíjese, señor, desde el nacimiento de Abraham hasta esta misión china, Irak, para mi como cristiano, es la Tierra Santa, una Patria. Los antiguos imperios de Babilonia y Asiria incluían la tierra que hoy llamamos Irak. A esas tierras se las menciona cientos de veces en la Biblia».
Cuando terminé de hablar, Mohammed Said Sahaq, Secretario de Estado de Irak, estaba muy serio, y dijo: «Básicamente, soy un hombre secular. He escuchado su historia. Desearía que pudiéramos liberar a esos dos estadounidenses corno un gesto de derechos humanos. No creo que podamos hacerlo. Necesitamos un proceso político».
Yo le respondí: «Perdóneme, señor, pero no lo tendrá. El Congreso de Estados Unidos está profundamente polarizado, y le encantaría demonizar a su Presidente y utilizar el hecho que dos estadounidenses están cautivos en sus prisiones para hablar aún peor de su pueblo y de su Presidente. Lo lamento. No soy un político; soy un ministro del Evangelio de Jesucristo, pero sé qué podría suceder en esta situación, y, créame, yo también desearía que pudiera liberarlos por razones de derechos humanos».
Debido a que era Semana Santa, agregué: «Sabe, en la antigüedad había un imperio llamado Roma, y una vez al año su gobierno liberaba un prisionero por razones humanitarias». Entonces le conté la historia de Barrabás. Continué diciendo: «Si los liberara, yo estaría dispuesto a caminar las cuatro cuadras hasta el Hotel Rashid, donde CNN tiene sus oficinas, convocar una conferencia de prensa y anunciar que durante la Semana Santa, en honor a los muchos cristianos de este país, usted ha decidido liberar a los dos estadounidenses». Seguí diciendo: «La mayoría de los estadounidenses no saben que hay una iglesia en Irak.
En particular los evangélicos tampoco saben que hay una iglesia evangélica en Irak. Muchos de ellos han sido tan pro-Israel que han estado un poco enceguecidos al hecho que muchos árabes son cristianos. De hecho, el 10 por ciento del mundo árabe son cristianos. Por ello, yo estaría dispuesto a hacer eso». Luego entré en pánico, al darme cuenta de lo que acababa de decir. Yo estaba de manera ilegal en el país, y si la CNN lo filmaba, habría una lluvia de reporteros en mi casa de la ciudad de Chicago, y todos los vecinos de la comunidad se preguntarían si mi esposa estaba sin protección. Yo no tenía idea de lo que estaba haciendo. Pero en cualquier caso, el Secretario de Estado rehusó mi oferta porque, creo yo, el gobierno iraquí no desea realmente que las personas sepan que hay una iglesia cristiana en Irak. No querían convertir el tema en un asunto religioso, por lo que me entregaron amablemente la carta que me permitía salir del país y dejaron que me retirara.
Tan pronto como volví a los Estados Unidos, sin embargo, escuché que liberaron a los dos prisioneros estadounidenses. Escuché el anuncio mientras manejaba por la Avenida Ashland en Chicago. La CBS salió al aire a las 4 de la tarde, diciendo: «Tenernos un anuncio desde Bagdad. Los dos estadounidenses han sido liberados por razones humanitarias.» Muy interesante!, pensé. Y así terminó mi única experiencia con la política exterior de los Estados Unidos de Norteamérica.
Pero esa experiencia me recuerda que de muchos de esos países de donde nos llegan las noticias no recibimos toda la historia. Durante diecisiete años de la Guerra de Beimt escuchamos acerca de la Beirut cristiana oriental y la Beirut musulmana occidental. Lo que los medios nunca nos dijeron es que la tal Beirut musulmana occidental sirve como sede de muchos ministerios cristianos. La Universidad Americana que existe allí fue fundada por presbiterianos; y tanto Juventud para Cristo como Visión Mundial tienen su central en Beirut occidental. Y por supuesto, las esposas del rey Hussein de Jordán y del líder palestino Yasser Arafat son ambas cristianas.
Nunca olvidaré cuando el Rey Hussein de Jordán me dijo: «¿Usted sabe, verdad, que los cristianos son el pegamento de Medio Oriente? Si los cristianos fuesen obligados a irse de la región, poco después los seguiríamos nosotros los musulmanes moderados». ¡Qué interesante! Miré mi reloj cuando él nos dijo eso a dos personas en su pequeña oficina en Animan, Jordán. Eran las 2:15 de la tarde, y yo quería recordar ese momento.
Uno de los miembros del Consejo Nacional de Arafat me dijo: «Arafat sólo confía en los cristianos, para serle honesto». Estas cosas no se afirman en público, porque tal afirmación irritaría a muchos musulmanes. Y porque nadie en los Estados Unidos se entera de esas cosas, simplemente suponemos que no hay ninguna iglesia cristiana en Medio Oriente. Sin embargo, hay personas que están realizando estudios bíblicos en árabe por todo Medio Oriente, y por supuesto, ahora hay un ministerio satelital llamado SAT7, que emite el mensaje del Evangelio por todo el Medio Oriente. Así que oren por las personas en esos lugares.
De paso, hasta la última vez que me fijé, en ninguna parte de la Escritura se menciona a los Estados Unidos. Aparentemente a Dios le importan esos países a los cuales a los estadounidenses nos encanta odiar. Debemos recordar la historia de Jonás. Muchas veces los estadounidenses somos enceguecidos por una ideología. Tendemos a envolver el Evangelio con nuestra propia bandera y, además, suponemos que todo aquello que es bueno para los Estados Unidos y su economía evidentemente debe ser bueno para el resto del mundo. Esa es una manera muy enfermiza y alterada de ver el mundo. Hay 6 billones de personas en el mundo. Tres billones de personas ahora viven en ciudades. Los Estados Unidos sólo tienen cerca del 5 por ciento de la población mundial. Al igual que Israel, hemos llegado a suponer que el ser «elegidos de Dios» implica que somos los favoritos de Dios. Israel fue llamado a ser un pueblo misionero, pero los israelitas sabían que el ser elegidos significaba que eran los favoritos de Dios, que Dios realmente prefería a los varones judíos por encima de todos los otros muchachos. Los estadounidenses hemos llegado a pensar de la misma manera.
Mientras estaba en Irak me sorprendí al encontrar que allí había cinco iglesias evangélicas presbiterianas dentro de los tres kilómetros del palacio de Saddam. Una de ellas tenía mil miembros y casi ese mismo número en el servicio todos los domingos. Sin embargo, no me sorprendí al enterarme de que, aunque Irak solía tener 9 por ciento de cristianos de la población total, hoy en día ese número es sólo el 6 por ciento porque muchos han sido obligados a emigrar. Al cristianismo se lo ha identificado como una religión de Occidente, y cuando los occidentales llevan la delantera en los bombardeos, las iglesias debajo de esas bombas no sólo experimentan las bombas sino también las represalias de sus vecinos musulmanes, que dicen: «Si estos son sus hermanos y hermanas, ¿por qué nos bombardean?» Desde enero de 1999 la política de boicot de Estados Unidos de América ha provocado la muerte de aproximadamente 510.000 personas en Irak. Niños —bebés— están muriendo en Irak a causa de la mala alimentación. Es cierto que Saddam debe llevar la mayor parte de la culpa de todo esto desde un punto de vista humano, porque él eligió construir palacios y pagar sumas exorbitantes a sus guardaespaldas y a otros, gastando dinero que podría haberse destinado a salvar a los niños. Pero el hecho es que 510.000 personas —una ciudad de niños del tamaño de Seattle¬han muerto en Irak desde la Guerra del Golfo. ¿Por qué los estadounidenses no desean que se envíen leche, comida y medicinas a los niños en ese país?
Conclusión
Para terminar, les recuerdo que Jonás es la historia bíblica que nos enseña que Dios tiene compasión por las personas más violentas de la tierra. Pero parecería que muchos de nosotros como estadounidenses no entendernos esto. Suponemos que por ser una gran potencia podemos concentrarnos sólo en nosotros, consumir los recursos del mundo y odiar a las personas en algunos de estos países que han sido violentos. La próxima vez que uno de ellos torne represalias y haga explotar una de nuestras embajadas, probablemente los odiemos aún más. Existe, a mi parecer, en historias tales corno la de Jonás, una manera distinta de ver el mundo. Jonás no amaba a los habitantes de Nínive. No podía amarlos, hablando humanamente, porque habían destruido a su pueblo. No entendía que su Dios era más grande que su cultura. No podía entender del todo la gracia: que Dios estaba dispuesto a perdonar al pueblo más violento del Medio Oriente, los asirios, que durante cientos de años habían destruido a los judíos. Pero Dios es un Dios de misión y no de venganza y represalias. Así que yo los desafio, cristianos estadounidenses, a ir más allá de la ideología nacionalista, a ir más allá de nuestra bandera y todos esos valores que ustedes y yo disfrutamos como estadounidenses, pero que tienen límites serios en el mundo. La misión en el contexto de la violencia y el terrorismo requiere una manera de pensar acerca de un Dios soberano a quien le importan las personas por quienes nosotros no sentimos ningún agrado. En contraste con la cosmovisión de los estadounidenses y la presentación televisiva del mundo, Jonás es uno de esos libros bíblicos que nos llama a tener una visión más amplia de la misión en el mundo moderno. ¿Oramos juntos? Señor Jesús, gracias. Gracias por las historias de redención y gracia. Ayúdanos a ver al mundo con tus ojos y no tanto con los ojos de nuestra cultura. Ayúdanos a recordar que nosotros de los países así llamados cristianos hemos llevado a cabo guerras mundiales a lo largo del siglo 20. Ayúdanos a reconocer lo inútil que es pensar que estos insignificantes dictadores contemporáneos son una amenaza para nosotros, y mucho menos para ti. Oh Señor, lamentarnos la manera en que hemos pensado respecto a tu pueblo y lo hemos desconocido, especialmente en el mundo árabe y en lugares como Irak. Supera nuestros valores retorcidos y alienta a tu pueblo en aquellos lugares donde viven y trabajan los terroristas, pues oramos por el bien de tu Evangelio en este día, en el poderoso nombre de Jesús. Amén.
Extraído del libro:
Misión Integral en la ciudad. Raymond J. Bakke; 2002; Editorial Kairos, Buenos Aires (No existe
versión digital)
Sobre el autor:
Raymond J. Bakke (1938-2022) fue asociado principal de Ray Bakke Associates, una organización sin fines de lucro que se asocia con quienes sienten pasión por empoderar a la iglesia para que sea creativamente misional en un mundo urbano. Fue profesor de estudios urbanos globales en la Universidad Bakke Graduate y ex director ejecutivo de International Urban Associates en Chicago, Illinois.
Jonás: la misión de Dios en el contexto de opresión y violencias, por Raymond J. Bakke
Revisado por el equipo de Nexo Cristiano
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marzo 05, 2024
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