Ser, hacer y decir Paradigma integral para la misión de la iglesia
Una propuesta teológica transformadora
Ser, hacer y decir Paradigma integral para la misión de la iglesia
por C. René Padilla
Tradicionalmente, se ha pensado que la misión cristiana siempre incluye el cruce de fronteras geográficas para comunicar el evangelio de Jesucristo. Sin embargo, la misión puede o no involucrar un cruce de fronteras geográficas.
Tiene que ver, primordialmente, con un cruce de frontera entre la fe y la no fe, sea en la tierra natal (at home) o en el exterior (en el mission field) en función del testimonio acerca de Jesucristo como Señor de la totalidad de la vida y de toda la creación. Cada generación de cristianos, en todo lugar, recite el poder del Espíritu que hace posible el testimonio del evangelio “tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, hasta los confines de la tierra” (Hch 1.8). En otras palabras, cada iglesia, sea cual sea su ubicación, está llamada a participar en la misión de Dios, una misión que tiene un alcance local, un alcance regional y un alcance mundial, comenzando en su propia «Jerusalén».
Tradicionalmente se ha pensado que la misión cristiana siempre incluye el cruce de fronteras geográficas para comunicar el evangelio de Jesucristo. Sin embargo, la misión puede o no involucrar un cruce de fronteras geográficas.
El compromiso con la misión está en la
esencia misma de ser iglesia; por lo tanto, la
iglesia que no se compromete con la misión
de testificar acerca de Jesucristo, y así cruzar
la frontera entre la fe y la no fe, deja de ser
iglesia y se convierte en un club religioso, un
mero grupo de amigos o una agencia de
bienestar social. Cuando la iglesia se compromete
con la misión de Dios y se propone
comunicar el evangelio mediante todo lo que
es, hace y dice, esté donde esté, entiende que su
finalidad no es llegar a ser grande en número,
o rica materialmente, o poderosa políticamente.
Su propósito es encarnar los valores
del Reino de Dios y testificar del amor y
la
justicia revelados en Jesucristo, en el poder del
Espíritu, en función de la transformación de
la vida humana en todas sus dimensiones,
tanto a nivel personal como a nivel comunitario.
El cumplimiento de este propósito presupone
que todos los miembros de la iglesia, sin
excepción, por el solo hecho de haber sido
integrados en el Cuerpo de Cristo, reciben
dones y ministerios para el ejercicio de su
sacerdocio, al cual han sido «ordenados»
mediante su bautismo. La misión no es
responsabilidad y privilegio de un pequeño
grupo de fieles que se sienten «llamados al
campo misionero» (generalmente en el
exterior), sino de todos los miembros, ya que todas son miembros del «sacerdocio real» y,
como tales, han sido llamados por Dios “para
que proclamen las obras maravillosas de aquel
que los llamó de las tinieblas a su luz
admirable” (1Pedro 2.9) en dondequiera que
encuentren.
¿Cuál es, entonces, el papel de la iglesia
local en relación con la misión? El papel de la
iglesia local es capacitar a sus miembros para
la misión de Dios en el mundo, en todos los
campos de acción humana: no exclusivamente
en «el templo», que puede o no existir sino
también en el hogar, en la empresa, en el
hospital, en la universidad, en la oficina, en el
taller... en fin, en todo lugar, ya que no hay
lugar que no esté dentro de la órbita de la
soberanía de Jesucristo.
Concebido en estos términos, este «nuevo
paradigma para la misión» no es tan nuevo:
es, más bien, la recuperación del concepto
bíblico de la misión, ya que, en efecto, la misión
es fiel a la enseñanza de las Escrituras en la
medida en que se coloca al servicio del Reino
de Dios y su justicia. Consecuentemente, se
enfoca en el cruce de la frontera entre la fe v la
no fe no solo en términos geográficos sino, también en términos culturales, étnicos,
sociales, económicos y políticos, con el fin de
transformar la vida en todas sus dimensiones,
según el propósito de Dios. De modo que todas
las personas y comunidades humanas
experimenten la vida abundante que Cristo les
ofrece. Como tal, la misión integral resuelve
la
dicotomía entre iglesias que envían e iglesias
que reciben; entre países «cristianos» y países
«paganos»; entre «misioneros» o «clérigos» y
«laicos»; entre evangelización y servicio en acción social.
1. Todas las iglesias envían y todas las iglesias reciben.
En otras palabras, todas las iglesias tienen algo que enseñar o dar y algo que aprender o recibir de las demás iglesias. El camino que la misión sigue no es de una sola vía: es un camino de doble vía. De esto da testimonio el movimiento misionero con base en los países del Sur, que hay envía un número creciente de misioneros transculturales, incluso a países del Norte.
2. Todo el mundo es «campo misionero», y
cada necesidad humana es una oportunidad
de acción misionera.
La iglesia local está llamada a manifestar
el Reino de Dios en medio de los reinos del
mundo, no solo por lo que dice, sino también
por lo que es y por todo lo que hace en
respuesta a las necesidades humanas que la
rodean, esté donde esté.
3. Todo cristiano está llamado a seguir a
Jesucristo y a comprometerse con la misión
de Dios en el mundo.
Los beneficios de la salvación son
Inseparables de un estilo de vida misionero, y
esto implica, entre otras cosas, el ejercicio del «sacerdocio universal de los creyentes» en
todas las esferas de la vida humana según los
dones y ministerios que el Espíritu de Dios ha
otorgado libremente a su pueblo. La tarea de
los «pastores v maestros» es «capacitar al
pueblo de Dios para la obra de servicio [la
diaconía], para edificar el cuerpo de Cristo» Efesios 4.12)
4. La vida cristiana en todas sus dimensiones,
a nivel personal y comunitario, es el
testimonio primordial de la soberanía
universal de Jesucristo y del poder
transformador del Espíritu Santo.
La misión va mucho más allá de las
palabras: tiene que ver con la calidad de vida,
se demuestra en la vida que recupera el
propósito original de Dios para la relación del
ser humano con el Creador, con el prójimo y
con la creación. Francisco de Asís tenía razón
cuando, al enviar a sus discípulos a proclamar
el evangelio, les exhortó a proclamado por
todos los medios a su alcance y que, si era
realmente necesario, también usarán
palabras. La proclamación del evangelio
incluye todo lo que hacemos movidos por el
Espíritu de Jesús, quien, «al ver a las
multitudes, tuvo compasión de ellas, porque
estaban agobiadas y desamparadas, como
ovejas sin pastor» (Mateo 9.36).
En conclusión, la misión integral es el medio
designado por Dios para llevar a cabo en la
historia, por medio de la iglesia en el poder
del Espíritu, su propósito de amor y justicia
revelado en Jesucristo
Sobre al autor:
René Padilla (Quito, 1932 – Buenos Aires, 27 de abril de 2021)1 fue un teólogo evangélico y misiónologo ecuatoriano, conocido por acuñar el término "misión integral", en la década de 1970, para articular la evangelización y el activismo social.
Fuente: Publicado originalmente en la revista Kairos, noviembre 2007
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Revisado por el equipo de Nexo Cristiano
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abril 04, 2024
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