El progreso del Peregrino, libro y filme
El libro El progreso del peregrino es una novela alegórica escrita por John Bunyan, originalmente publicada en inglés en 1678, y considerada una de las obras clásicas literarias. Ha sido traducida a más de cien idiomas. Consta de dos partes, la primera fue publicada en 1678 y expandida en 1679, y la segunda fue publicada en 1684. Y se convertido en el libro más leído, depués de la Biblia
Resumen del libro
El protagonista se llama Cristiano, y la mayoría de los personajes son llamados por su característica más evidente. Relata el viaje de Cristiano por su vida, buscando la salvación.
Todo comienza en un lugar llamado Ciudad de destrucción, Cristiano encuentra un libro y al estar interesado en su lectura pronto halla su condición de perdido. Se halla ante un dilema, pues no quiere morir por el hecho de pensar que el infierno sería el lugar a donde debería dirigirse. Un hombre llamado Evangelista es el que le ayuda a encontrar el camino hacia la salvación.
Cristiano se halla perdido entre diversas opiniones pero escucha a este hombre, después de mancharse en el pantano de desconfianza; luego, se topa con un hombre que le hace desviarse de su camino.
Siente que ha fallado y que no debe de seguir así; Evangelista lo encuentra y le hace ver su error; llega con él a la puerta donde Buena Voluntad le hace entrar y le conduce al hogar del Intérprete.
Allí, le enseñan cosas indispensables y el camino hacia la cruz. Es en la cruz en donde la carga inicial que tenía el protagonista se le cae, y se le otorga el derecho a la Ciudad Celestial.
Al cruzar el collado de dificultades, llega a un lugar donde los leones atemorizan a este hombre; el portero le dice que no tenga temor de ellos, que están ahí para probar la fe de los peregrinos. Una vez dentro, se encuentra con unas doncellas que le interrogan y le hacen un examen.
Es en ese lugar en donde Cristiano se prepara con una armadura especial para la parte más importante de este libro, la pelea con el mismo diablo "apolion". Es interesante ver la forma como Bunyan describe esta lucha y como Cristiano sale librado de ésta.
Al atravesar el valle de sombra de muerte, ve a lo lejos a alguien cuyo nombre es Fiel. Llegan a un paraje llamado Feria de Vanidad en el cual los habitantes encarcelan a estos peregrinos por no haber comprado nada proveniente de ese lugar.
Cristiano sale del cepo, pero Fiel es llevado a la hoguera. Luego, conoce a alguien llamado Esperanza. Juntos, caminan hasta llegar a un sitio llamado Campo de la Vereda.
La negligencia les condujo cerca del Castillo de las Dudas y son llevados al calabozo por un gigante llamado Desesperación. Escapan de ahí empleando la llave de las promesas.
Arriban pronto a la tierra de Beulah, y más adelante llegan hacia su destino final: la Ciudad Celestial.
Desde nuestro canal en Telegram - ver: t.me/nexocristiano - están disponibles para descargar ediciones en PDF y en EPUB para que leas esta maravillosa obra. Y la película animada al pie de este post
La importancia de la obra de Juan Bunyan en la cultura occidental.
En su excelente y conocida obra de divulgación La cultura: todo lo que hay que saber, el profesor Dietrich Schwanitz incluye la obra de John Bunyan El Progreso del Peregrino, en su relación de “libros que han cambiado el mundo”.
¿Qué hace a un prestigioso intelectual alemán del siglo XXI dar tanta importancia a un librito alegórico insignificante, escrito en el siglo XVII por el hijo de un calderero de Elstow, mientras estaba en la cárcel por desobediencia civil?
Desde el primer momento en que salió de la imprenta, El Progreso del Peregrino se convirtió en un best-seller, hasta el punto que, a la muerte de Bunyan (1688), ya se habían publicado once ediciones y se habían vendido más de cien mil ejemplares, cifra sorprendente en aquella época.
La primera edición vio la luz en 1678, y un año después, 1679, una segunda, corregida y ampliada. A partir de aquí, se publicaron, en vida del propio Bunyan, nueve ediciones más: 1680, 1681, 1682, 1683, 1684, 1685 y 1688. La primera edición norteamericana, en la todavía denominada América Colonial, apareció tan sólo tres años después de la primera edición inglesa, en 1681. Tuvo, pues, una difusión masiva entre los puritanos y comunidades protestantes “noconformistas” a ambos lados del Atlántico, cuyos fieles lo leían a diario junto con la Biblia y otro best-seller de la época, Foxe’s Book of Martyrs,2 una obra sobre la historia de los mártires, especialmente de la Reforma y puritanos, y que, como The Pilgrim’s Progress, iba encaminado a fortalecer la fe de los creyentes en una época de privaciones y dificultades.
Esto hizo que El Progreso del Peregrino se convirtiera en uno de los libros más difundidos de la historia y más traducido a otros idiomas después de la Biblia, incluso a lenguas desconocidas en los días de Bunyan. Tres siglos después, el viaje de Cristiano a la Ciudad Celestial es conocido por asiáticos en el Oriente y africanos en el Occidente; por esquimales del Polo Norte y aborígenes del Pacífico Sur. Ha estado presente y disponible en las librerías, continuadamente y sin interrupciones desde su primera edición. Y existen hoy en el mercado todo tipo de ediciones: ilustradas, comentadas, infantiles o de bibliófilo, en más de doscientos idiomas.
Encuadrada en el género de la literatura alegórica y exponente tardío de lo que se conoce como devotio moderna, surgida con Thomas de Kempis y su Imitación de Cristo, la obra de Bunyan ha sido reconocida y elogiada por los eruditos de todos los tiempos como una obra maestra de la lengua inglesa, y resulta difícil que una persona educada en el mundo anglosajón no lo haya leído o la conozca al menos como referencia. Se han publicado numerosos comentarios al texto y es citado habitualmente por los grandes autores de la literatura inglesa y norteamericana, desde Samuel Johnson, que afirma en una de sus obras que: «El mérito más grande de este libro es que el hombre más cultivado no puede encontrar otra lectura más elevada para encomiar, y a la vez, un niño no encontraría nada más divertido»; pasando por Nathaniel Hawthorne en Celestial Railroad (El ferrocarril celestial); El ferrocarril celestial; John Bucham en Mister Standfast e incluso Alan Moore, que incluye el personaje principal de El Progreso del Peregrino, Cristiano, como miembro del grupo en la primera versión de su novela The League of Extraordinary Men (Liga Extraordinaria).
Su impacto en el mundo del arte ha sido también enorme. Sirvió como fuente de inspiración para algunos de los artistas e ilustradores de más renombre en el mundo anglosajón de los siglos XVIII y XIX como John Flaxman, William Blake, Joseph Kyle, Henry Courtney Selous, Edward Goodall, Frederic Edwin Church, Jasper Frances Cropsey, Daniel Hunttington, Norman Rockwell, y muchos más; las pinturas y grabados que reproducen diferentes escenas del camino de Cristiano, son incontables. Hollywood ha situado también a Cristiano en la gran pantalla en numerosas ocasiones, con estrellas de la talla de Leam Neeson (La lista de Schindler, El Reino de los Cielos), Jenny Cunningham o Tina Heath, y existen numerosas versiones en DVD. Y una versión animada distribuida por CanZion Films, que se proyectos varios cines de toda Latinoamericana, en España por BoscoFilms.
El famoso compositor Ralph Vaughan Williams escribió en 1951 una ópera basada en el libro y titulada The Pilgrim’s Progress, estrenada en Londres el 26 de mayo de 1951, y Bob Dylan tiene un álbum titulado The Pilgrim’s Progress.
Estamos convencidos, sin embargo, que no fue únicamente esta difusión masiva y su impacto cultural lo que impulsó a Dietrich Schwanitz a incluirlo en su relación de “libros que han cambiado el mundo”. Su apreciación es bastante más profunda y va mucho más allá. Schwanitz considera que El Progreso del Peregrino es un texto clave para entender la esencia teológica y sociológica del movimiento puritano, y con ello, las bases de la cultura anglosajona. Sin ello, afirma Schwanitz «el capitalismo sería otra cosa, Inglaterra no hubiera sido la avanzadilla de la modernización, y Estados Unidos hubiera evolucionado de otro modo».
Criterio que comparte ampliamente otro peso pesado de la sociología moderna, el profesor de Harvard Samuel P. Hunttington, quien en su obra ¿Quiénes somos: los desafíos de la identidad nacional estadounidense? no duda en mencionarlo como un elemento determinante en la fundación de los Estados Unidos de América.
Los personajes centrales de Bunyan, Cristiano y Cristiana, son el más claro exponente de una nueva forma de entender la teología, y con ello, de una nueva forma de entender el mundo; establecen las bases de un nuevo modelo de sociedad.
Cristiano y Cristiana, abandonan todo lo que poseen en su Ciudad de Destrucción y emprenden su viaje hacia la Ciudad Celestial, enfrentando en el camino toda clase de peligros, hasta lograr su propósito. Con ello, cumplen dos funciones: se convierten, por un lado, en símbolo alegórico de todos aquellos peregrinos puritanos que, abandonando todo lo que poseían en su Inglaterra natal, emprendieron viaje en el Mayflower al Nuevo Mundo para establecer allí un nuevo modelo de sociedad más libre y pluralista; pero, además, definen también el nuevo modelo de relación entre el hombre y Dios surgido de la Reforma y adoptado por el protestantismo noconformista.
Un nuevo modelo soteriológico, en el que la salvación rompe su vínculo y dependencia de la Entidad eclesial como ente administrador y canal transmisor de la gracia divina, y se transforma en una relación directa y personal del hombre con Dios, entre el pecador redimido y su Redentor amante; libre de intermediarios y dependiente, única y exclusivamente, de la decisión personal de cada individuo a través de la gracia y por medio de la fe. Un modelo que, años más tarde, cristalizaría en la esencia teológica del actual movimiento evangélico.
Ese modelo soteriológico del pensamiento puritano, independiente e individualista, magistralmente descrito por Bunyan a través de sus peregrinos Cristiano y Cristiana, ha influido decisivamente en la forja del pensamiento y la cultura anglosajona, especialmente la norteamericana; donde cada cual depende de sí mismo y de su propio esfuerzo; donde cada ciudadano se siente peregrino y vive la angustia de progresar, consciente de que puede alcanzar todo aquello que se proponga, si está dispuesto a luchar por ello con todas sus fuerzas hasta alcanzar la meta.
Bunyan, con sus personajes, no hizo más que describir simbólicamente las diferencias, bien marcadas, que a partir de la Reforma protestante del siglo XVI han delimitado a las dos culturas que han configurado la sociedad occidental de los últimos quinientos años: la católica romana, circunscrita mayoritariamente a los países de la ribera mediterránea y Latinoamérica; y la germánica-anglo-sajona, del Norte de Europa y los Estados Unidos. Dos modelos de sociedad muy diferentes en sus concepciones, por no decir divergentes o incluso enfrentados entre sí.
Tenemos, por un lado, el modelo de sociedad conformista fomentado por la Iglesia Católica Romana, aliada -hasta bien entrado el siglo XX- de sistemas políticos absolutistas y propensa a mantener las diferencias de clases. Un modelo que, si bien por un lado aplastaba las legítimas aspiraciones del pueblo para autogobernarse, le compensaba, por otro lado, librándole de la angustia de tener que pensar por sí mismo. Un modelo social en el que la riqueza y el éxito se han vinculado históricamente a la herencia o a la suerte; donde el trabajo ha sido visto, tradicionalmente, como un estigma, un castigo de Dios al que se ven sometidas las clases inferiores; por lo que, el objetivo ha sido siempre tratar de evitarlo -o cuanto menos, limitarlo al mínimo exigible y necesario- lo que ha mermado sensiblemente la capacidad productiva, la competitividad y el crecimiento económico de las sociedades donde se ha impuesto.
En el otro lado, tenemos el modelo del protestantismo no-conformista: individualista, independiente, favorable a la igualdad y a la democracia, donde la riqueza y el éxito no se vinculan a la herencia o a la suerte, sino a la iniciativa privada y a la laboriosidad individual. Donde el trabajo no se ve como un castigo divino, sino todo lo contrario, como un privilegio, un don de Dios. Donde, en igualdad de oportunidades, la suerte de cada uno surge de su propio esfuerzo y productividad. Donde cada ciudadano, consciente de que su éxito o fracaso depende únicamente de sus propias decisiones, emprende su camino en solitario, como hicieran el Peregrino y la Peregrina de Bunyan, y acepta voluntariamente la angustia de progresar hasta alcanzar las metas y objetivos que se ha propuesto.
Dos modelos bien distintos de sociedad, cuyas consecuencias han sido, hasta hace muy poco, un desarrollo más rápido y un crecimiento económico más elevado en los países germánicos y anglosajones, de cultura protestante, que en los países latinos, de tradición católica. Teoría que ya desarrolló y expuso ampliamente Max Weber en su conocida obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo.
En este sentido, cabe decir que El Progreso del Peregrino de John Bunyan, va más allá de ser una obra maestra de la literatura alegórica y un pilar de teología evangélica; puede calificarse, además, como pionero y precursor de los muchos libros de estímulo y motivación personal, tan apreciados y tan de moda en nuestros días.
Fuente: Editorial Clie
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Estamos convencidos, sin embargo, que no fue únicamente esta difusión masiva y su impacto cultural lo que impulsó a Dietrich Schwanitz a incluirlo en su relación de “libros que han cambiado el mundo”. Su apreciación es bastante más profunda y va mucho más allá. Schwanitz considera que El Progreso del Peregrino es un texto clave para entender la esencia teológica y sociológica del movimiento puritano, y con ello, las bases de la cultura anglosajona. Sin ello, afirma Schwanitz «el capitalismo sería otra cosa, Inglaterra no hubiera sido la avanzadilla de la modernización, y Estados Unidos hubiera evolucionado de otro modo».
Criterio que comparte ampliamente otro peso pesado de la sociología moderna, el profesor de Harvard Samuel P. Hunttington, quien en su obra ¿Quiénes somos: los desafíos de la identidad nacional estadounidense? no duda en mencionarlo como un elemento determinante en la fundación de los Estados Unidos de América.
Los personajes centrales de Bunyan, Cristiano y Cristiana, son el más claro exponente de una nueva forma de entender la teología, y con ello, de una nueva forma de entender el mundo; establecen las bases de un nuevo modelo de sociedad.
Cristiano y Cristiana, abandonan todo lo que poseen en su Ciudad de Destrucción y emprenden su viaje hacia la Ciudad Celestial, enfrentando en el camino toda clase de peligros, hasta lograr su propósito. Con ello, cumplen dos funciones: se convierten, por un lado, en símbolo alegórico de todos aquellos peregrinos puritanos que, abandonando todo lo que poseían en su Inglaterra natal, emprendieron viaje en el Mayflower al Nuevo Mundo para establecer allí un nuevo modelo de sociedad más libre y pluralista; pero, además, definen también el nuevo modelo de relación entre el hombre y Dios surgido de la Reforma y adoptado por el protestantismo noconformista.
Un nuevo modelo soteriológico, en el que la salvación rompe su vínculo y dependencia de la Entidad eclesial como ente administrador y canal transmisor de la gracia divina, y se transforma en una relación directa y personal del hombre con Dios, entre el pecador redimido y su Redentor amante; libre de intermediarios y dependiente, única y exclusivamente, de la decisión personal de cada individuo a través de la gracia y por medio de la fe. Un modelo que, años más tarde, cristalizaría en la esencia teológica del actual movimiento evangélico.
Ese modelo soteriológico del pensamiento puritano, independiente e individualista, magistralmente descrito por Bunyan a través de sus peregrinos Cristiano y Cristiana, ha influido decisivamente en la forja del pensamiento y la cultura anglosajona, especialmente la norteamericana; donde cada cual depende de sí mismo y de su propio esfuerzo; donde cada ciudadano se siente peregrino y vive la angustia de progresar, consciente de que puede alcanzar todo aquello que se proponga, si está dispuesto a luchar por ello con todas sus fuerzas hasta alcanzar la meta.
Bunyan, con sus personajes, no hizo más que describir simbólicamente las diferencias, bien marcadas, que a partir de la Reforma protestante del siglo XVI han delimitado a las dos culturas que han configurado la sociedad occidental de los últimos quinientos años: la católica romana, circunscrita mayoritariamente a los países de la ribera mediterránea y Latinoamérica; y la germánica-anglo-sajona, del Norte de Europa y los Estados Unidos. Dos modelos de sociedad muy diferentes en sus concepciones, por no decir divergentes o incluso enfrentados entre sí.
Tenemos, por un lado, el modelo de sociedad conformista fomentado por la Iglesia Católica Romana, aliada -hasta bien entrado el siglo XX- de sistemas políticos absolutistas y propensa a mantener las diferencias de clases. Un modelo que, si bien por un lado aplastaba las legítimas aspiraciones del pueblo para autogobernarse, le compensaba, por otro lado, librándole de la angustia de tener que pensar por sí mismo. Un modelo social en el que la riqueza y el éxito se han vinculado históricamente a la herencia o a la suerte; donde el trabajo ha sido visto, tradicionalmente, como un estigma, un castigo de Dios al que se ven sometidas las clases inferiores; por lo que, el objetivo ha sido siempre tratar de evitarlo -o cuanto menos, limitarlo al mínimo exigible y necesario- lo que ha mermado sensiblemente la capacidad productiva, la competitividad y el crecimiento económico de las sociedades donde se ha impuesto.
En el otro lado, tenemos el modelo del protestantismo no-conformista: individualista, independiente, favorable a la igualdad y a la democracia, donde la riqueza y el éxito no se vinculan a la herencia o a la suerte, sino a la iniciativa privada y a la laboriosidad individual. Donde el trabajo no se ve como un castigo divino, sino todo lo contrario, como un privilegio, un don de Dios. Donde, en igualdad de oportunidades, la suerte de cada uno surge de su propio esfuerzo y productividad. Donde cada ciudadano, consciente de que su éxito o fracaso depende únicamente de sus propias decisiones, emprende su camino en solitario, como hicieran el Peregrino y la Peregrina de Bunyan, y acepta voluntariamente la angustia de progresar hasta alcanzar las metas y objetivos que se ha propuesto.
Dos modelos bien distintos de sociedad, cuyas consecuencias han sido, hasta hace muy poco, un desarrollo más rápido y un crecimiento económico más elevado en los países germánicos y anglosajones, de cultura protestante, que en los países latinos, de tradición católica. Teoría que ya desarrolló y expuso ampliamente Max Weber en su conocida obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo.
En este sentido, cabe decir que El Progreso del Peregrino de John Bunyan, va más allá de ser una obra maestra de la literatura alegórica y un pilar de teología evangélica; puede calificarse, además, como pionero y precursor de los muchos libros de estímulo y motivación personal, tan apreciados y tan de moda en nuestros días.
Fuente: Editorial Clie
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Revisado por el equipo de Nexo Cristiano
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octubre 09, 2021
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