La maravilla de la Ascensión de Jesucristo, por David Pawson
Jesús vino a este mundo de una forma diferente de todos los demás, y salió de él
de una forma diferente de todos los demás también. Ambos fueron bastante
únicos. Les he hablado de su nacimiento —su llegada—, lo diferente que fue,
pero ahora hablaré de su partida, y es muy diferente. No dejó este mundo hasta
cuarenta días después de su muerte. Asombroso. Se llevó su cuerpo con él, cosa
que nadie más hace, y dejó este mundo mientras aún estaba vivo. Nadie más ha
dejado este mundo de esa forma. Lo llamamos su ascensión. La crucifixión,
sepultura y resurrección de Jesús son centrales y fundamentales para nuestra fe.
La encarnación las precedió y la ascensión las siguió. La encarnación, la entrada
al mundo, fue una preparación para esas tres cosas —la crucifixión, la sepultura
y la resurrección— y la ascensión las completó, cuando Jesús volvió al cielo. El
calendario de la iglesia siempre ha incluido el Día de la Ascensión. Cada credo
cristiano que se haya escrito incluye siempre la frase “ascendió al cielo”, luego
de la resurrección. Sin embargo, para nuestra sorpresa, la ascensión es
posiblemente el elemento que menos atención recibe del credo. ¿Cuándo fue la
última vez que escucharon un sermón sobre la ascensión?
La ascensión es posiblemente el elemento que menos atención recibe del credo. ¿Cuándo fue la última vez que escucharon un sermón sobre la ascensión
Forma una parte integral de nuestra fe, de la historia de Jesús, pero se la
ignora. ¿Por qué se la ignora? Por un lado, ocurrió un jueves. El Día de la
Ascensión no es un domingo, así que tiende a ser ignorado. Pero Navidad no
siempre es un domingo, y lo celebramos. Por lo tanto, no creo que el hecho de
que la ascensión haya ocurrido cuarenta días después de la resurrección y, por lo
tanto, a mitad de semana, sea la razón por la que nunca escuchamos acerca del
tema. Intentemos una segunda razón. Todos preferimos decir “hola” a decir
“adiós”. Nos encanta saludar a las personas cuando llegan, y estamos algo tristes
cuando parten. De modo que celebramos la llegada de Jesús pero no su partida.
Tal vez es porque no nos gusta decir adiós, pero no lo creo, porque los doce
discípulos—o los once, que era la cantidad a esta altura— estaban contentos
porque se iba. Estaban llenos de alegría cuando se fue. “¡Adiós, maravilloso,
adiós!”. Eso requiere alguna explicación. Entonces, ¿es psicológico el problema
que tenemos con la ascensión? No, no creo que ésa sea una justificación
suficiente.
Nuestro problema podría ser teológico. La iglesia de Occidente siempre se ha
especializado en la crucifixión, y la de Oriente, en la resurrección. Debo admitir
que soy más “oriental” que “occidental” en esto. Tanto los protestantes como los
católicos han puesto tanto énfasis en la crucifixión, que la resurrección ha
ocupado, de alguna forma, un lugar secundario, pero en Oriente la resurrección
es lo importante. El Domingo de Pascua, en las calles de Moscú, la gente se
saluda con la frase: “Cristo ha resucitado”, y la respuesta es: “Ciertamente ha
resucitado”. Es el saludo habitual en las calles. No creo que ocurra en Estados
Unidos, pero es así en Oriente. Pero ni las iglesias de Oriente ni de Occidente
han enfatizado jamás la ascensión. Han dicho que creen en ella, y forma parte de
su fe, pero no la predican, no piensan en ella, desde el fin de un año al otro,
desde un Día de la Ascensión al próximo. La iglesia a la que asisto ignoraba
completamente el Día de la Ascensión, y les rogué que me dejaran predicar ese
día, un jueves. Dijeron: “Solo te dejaremos predicar si pones por escrito todo lo
que dirás para que lo aprobemos”. Estaba tan desesperado por predicar sobre la
ascensión que escribí todo el mensaje, y me dejaron predicar. Pero, en realidad,
es extraordinario.
Creo que la verdadera razón no es psicológica, cronológica ni teológica, sino
lo que llamo cosmológica: no podemos imaginar dónde está el cielo. Sabemos
ahora mucho más sobre el mundo, nuestra tierra y su lugar en el espacio, y la
ascensión no parece encajar con la forma en que pensamos acerca de nuestro
cosmos. Permítanme tratar de explicarlo. Cuando las personas creían que la
tierra estaba fija y era plana, el cielo estaba arriba y el infierno, abajo. La vida
era muy sencilla. El cielo estaba arriba, el infierno estaba abajo y Jesús ascendió
al cielo allá arriba. No sabían en esos días que la tierra está girando sobre sí y
también alrededor de su órbita. Si el cielo está justo arriba de Jerusalén, entonces
¿dónde está ese lugar cuando la tierra está girando? Así que nos resulta difícil
decir dónde está el cielo con una Tierra que gira. Con todas esas estrellas
girando en sus elipses, ¿dónde pone uno el cielo? ¿Adónde fue Jesús? ¿Y dónde
está ahora? ¿Simplemente desapareció cuando llegó hasta las nubes? Tenemos
todas estas preguntas, y cada vez más estudiosos cristianos están diciendo que la
historia de la ascensión no ocurrió. Dicen que es un mito, una historia con un
mensaje pero no históricamente verdadera. Bueno, yo no creo que sea un mito.
Cuando el primer ruso subió al espacio y volvió hizo un chiste. Dijo a los
rusos: “No vi ningún ángel”. Es cierto que él no los vio, pero ellos lo vieron a él.
Creo que estuvo más cerca de la verdad un astronauta estadounidense, cuando
volvió del espacio y le preguntaron: “¿Se encontró con Dios allá arriba?”. Dijo:
“No, pero si me hubiera quitado el traje espacial me hubiera encontrado con él”,
que era muy acertado. Pero la simple verdad es que la ciencia no ha encontrado
ninguna señal de vida fuera de la Tierra. Esperan encontrarla, y han puesto sus
radiotelescopios, esperando desesperadamente recibir un mensaje desde allá
afuera. Han dejado tabletas en la luna, esperando que alguien allá afuera las
tome y entienda el mensaje. La raza humana se está volviendo muy solitaria, ¿se
han dado cuenta? Estamos desesperados por encontrar a alguien más allá afuera
pero, según la Biblia, “allá afuera” no hay un espacio vacío, sino que está lleno
de vida. El problema es que la ciencia no tiene los instrumentos adecuados para
ver lo que está allá afuera, ni tampoco nosotros. Miramos al espacio. Me he
sentado en el cráter de un gran telescopio para contemplar el cielo, y no he visto
ninguna señal de vida en absoluto, pero sabía que estaba lleno de vida. La Biblia
lo dice. Hay ángeles allá arriba, miles de ellos. El astronauta ruso no los vio,
pero ellos lo vieron a él. El hecho es que hay otra capa de la realidad que no
podemos percibir con nuestros sentidos. Todos los instrumentos científicos son
una simple extensión de nuestros sentidos —vista, oído, o lo que sea— para
permitirnos tener una imagen sensorial de lo que está más allá.
Mi respuesta es que el cielo está en todas partes excepto la tierra. Es así como
parece pensar la Biblia; siempre está pensando en la tierra y el cielo como si no
hubiera nada más. Afortunadamente, la ciencia está comenzando a aceptar esto
con la llegada de lo que se denomina física cuántica, iniciada por un alemán
llamado Max Planck, que introdujo ideas que la ciencia encontró difíciles de
aceptar al principio. Él decía que dos objetos físicos pueden ocupar el mismo
espacio, que los objetos sólidos pueden atravesar objetos sólidos y aparecer en
otro lugar. Este tipo de pensamiento para nuestra mentalidad de “ciencia
popular” es absurdo, pero la física cuántica está comenzando a ver un patrón
completamente nuevo en el universo y a creer que puede haber cosas en el
espacio de una persona que uno no puede ver o del que no puede ser consciente,
pero la Biblia lo ha estado diciendo por años.
Estaba el profeta Eliseo atrapado en la ciudad de Dotán. Un joven, que era su
asistente, se despertó temprano a la mañana, miró afuera y vio las carrozas sirias
todo alrededor. La ciudad estaba completamente rodeada. Dijo: “¡Eliseo, mira!
¡Nos tienen cubiertos! ¡Estamos rodeados de carrozas!”. Eliseo simplemente
dijo: “Señor, ábrele los ojos, por favor”. El asistente volvió a mirar y vio a las
carrozas del cielo rodeando completamente la ciudad, justo encima de las
carrozas sirias. Fue un don raro de Dios poder ver lo invisible, y ver la vida allí
de la que no estamos conscientes. El joven se avergonzó y se dio cuenta de que
había más carrozas celestiales que las sirias, así que no había ningún problema, y
no debía preocuparse. Solo había visto como todos ven, y estaba preocupado,
pero tan pronto Dios abrió sus ojos se dio cuenta de que la situación era
totalmente diferente. Creo que a veces entramos en pánico porque solo vemos lo
que está ocurriendo en el mundo que todos los demás ven. ¡Si tan solo
pudiésemos tener el punto de vista de Dios, y ver lo que está ocurriendo a sus
ojos! Dios sigue estando en el trono. Él está en paz, y no está preocupado por lo
que está ocurriendo. Todo va como él quiere, y él pondrá fin a todo. Cuando
leemos todos los titulares alarmantes en la prensa, entramos en pánico. Decimos:
“¡Está llegando a su fin, es espantoso!”. “Señor, abre sus ojos para que puedan
ver la situación real desde el punto de vista de Dios”.
Pienso que ésa es la razón por la que no nos gusta la ascensión: no encaja en
nuestro mundo seudocientífico. ¿Dónde fue? La respuesta es que dejó la tierra, y
cuando uno deja la tierra uno está en el cielo. Por supuesto, en esos días todavía
pensaban que el cielo tenía siete niveles. Hablaban del cielo donde volaban las
aves, el cielo donde están las nubes, el cielo azul, etc., hasta el séptimo cielo,
donde estaba Dios. Pero el hecho es que Dios está todo alrededor de nosotros.
Vivimos y nos movemos y tenemos nuestra existencia en Dios. Por lo tanto,
preguntarnos dónde se encuentra el cielo en el universo es hacernos la pregunta
errónea. Deberíamos estar preguntando: ¿dónde está el universo en el cielo? Ésa
es una pregunta diferente. El cielo está alrededor de nosotros, y no nos damos
cuenta. Los ángeles nos rodean por completo. Cada culto de adoración realizado
en la tierra tiene ángeles presentes. ¿Lo sabían?!
Hace unos años acostumbraba a predicar a una congregación de uno: solo una
querida anciana que siempre aparecía. Aun cuando el clima en las islas Shetland
era espantoso, con un vendaval soplando, ella estaba. Siempre me decía:
“Bueno, el Señor está aquí, usted está aquí, y yo estoy aquí, así que tengamos el
culto completo”. Yo tenía que tocar el pequeño armonio para los himnos, tenía
que recoger la ofrenda de ella y tenía que predicarle. Esos fueron algunos de los
mejores cultos a los que asistí. Pero cuando he hablado a cantidades pequeñas y
alguien me pregunta cuántos había, digo: “Miles”. Y es así. Cuando adoramos a
Dios, estamos adorando con los ángeles, aunque tal vez no los veamos. Dicho
sea de paso, ¿sabían que los ángeles estudian su corte de cabello? Cuando Pablo
habló de que estaba mal que los hombres tuvieran el cabello largo y que las
mujeres tuvieran el cabello corto, dijo que era “por los ángeles”. Ellos los están
observando cuando adoran. Ellos quieren ver a hombres que reconocen que son
hombres y mujeres que aceptan que son mujeres, y lo demostramos por nuestro
corte de cabello.!
Los ángeles nos están observando, y la liturgia de la Iglesia de Inglaterra lo
deja muy en claro. La liturgia para el servicio de comunión incluye una frase:
“Por lo tanto, con los ángeles y arcángeles, adoramos y magnificamos tu santo
nombre”. ¿Lo recuerdan? Los ángeles se unen a nosotros mientras adoramos.
Tengo una hermosa grabación del canto de ángeles mientras un grupo de jóvenes
estaba cantando. Su canción es literalmente de otro mundo; es una música
gloriosa. Cada vez que ustedes cantan, los ángeles están cantando con ustedes.
“Por lo tanto, con toda la compañía del cielo, magnificamos al Señor”, pero no
los vemos. De tanto en tanto, Dios nos da el privilegio de ver un ángel. Tuve este
privilegio hace unos meses nada más, y es una experiencia sobrecogedora. Dios
les puede abrir ese otro mundo de vez en cuando. Pero solo ocasionalmente. No
sería bueno para nosotros que los estuviéramos viendo todo el tiempo, porque
dejaríamos de ser útiles aquí. Estaríamos pensando tanto en el cielo que no
serviríamos par la tierra, y nos preocuparíamos por el tema. Un día nos uniremos
a ellos y los veremos, y estaremos con ellos, parte de eso. Pero Dios, en su
misericordia y sabiduría, solo nos da atisbos ocasionales del mundo que nos
rodea.
Jesús solo necesitaba dejar la tierra para estar en el cielo, porque el cielo está
todo alrededor de nosotros. Está en todas partes excepto la tierra. Dejó la tierra y
fue al cielo. Un importante obispo, el principal obispo episcopal de Escocia, que
dijo algunas cosas desagradables acerca de mí, también dijo en la BBC: “Jesús
no vuelve porque nunca se fue”. Era lo que predicaba en la BBC. Me veo
tentado a decir: “¡Basura!”. La Biblia presenta el cielo como todo otro lugar que
no sea la tierra. Así que Jesús tuvo que dejar la tierra para volver a casa, al cielo.
Es lo que lo vieron hacer sus discípulos. Hablé acerca de las desapariciones de
Jesús después de la resurrección, pero la última no fue una desaparición, porque
ellos lo vieron partir. Solo lo vieron partir hasta cierto punto, y luego fue llevado
al cielo en una nube y desapareció de su vista en una nube. Puedo decirles ahora
que el viento venía del oeste ese día, porque es la única dirección que trae nubes
a la Tierra Santa. Solo intento hacérselos real. Entonces, con un buen viento
oeste, Jesús simplemente subió y luego fue llevado arriba de la nube. Como en
cierto punto estaba arriba de la nube, solo podían ver la nube. Siguieron
contemplando el cielo, hasta que los ángeles dijeron: “Galileos, ¿por qué están
contemplando el cielo? Volverá, y volverá de la misma forma en que se fue”. Si
tan solo tuviera una videograbadora y hubiera podido grabar la ascensión y la
hubiera reproducido en sentido inverso, tendría una película de la Segunda
Venida. Pero no tenían videograbadoras en esos días, y nadie pensó en hacerlo.
Pero él volverá de la misma forma en que se fue. De nuevo, el pronóstico será
vientos del oeste, y habrá nubes, y bajará a través de las nubes. Así se fue, y así
volverá.!
El universo está, por lo tanto, repleto de vida que es más inteligente y más
fuerte que nosotros. Y Dios es revelado desde el cielo cuando abre nuestros ojos,
cuando necesitamos ver un ángel para saber que estamos recibiendo ayuda del
cielo. Los ángeles cumplen un papel muy importante en el relato, como les dije.
Si no creemos en los ángeles, hay partes enteras del relato bíblico de Jesús que
no tienen ningún sentido. Estuvieron presentes en su concepción, estuvieron en
su nacimiento, anunciándolo a los pastores, estuvieron en las tentaciones en el
desierto, estuvieron en Getsemaní, estuvieron en la tumba, y estuvieron ahí en su
ascensión. Para demostrarles lo inteligentes que son, dijeron a los discípulos,
luego de la resurrección: “Galileos”. No podrían haber dicho eso una semana
antes, porque un discípulo, Judas Iscariote, no era de Galilea. Así que los ángeles
se hubieran equivocado si Judas Iscariote todavía hubiera estado. Pero
estuvieron en lo correcto al decir: “Galileos, ¿por qué están mirando al cielo?”,
porque todos los que quedaban era de Galilea. Solo agrego este detalle. Son
estos pequeños detalles que me convencen de que tenemos un registro verídico
de la ocasión; todo encaja perfectamente. Noten, en el relato de la ascensión,
cuántas veces se mencionan “testigos oculares”. Cinco veces en solo un puñado
de versículos. Escuchen.
Habiendo dicho esto, mientras ellos lo miraban, fue llevado a las alturas hasta que una nube lo ocultó
de su vista. Ellos se quedaron mirando fijamente al cielo mientras él se alejaba. De repente, se les
acercaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: “Galileos, ¿qué hacen aquí mirando al
cielo? Este mismo Jesús, que ha sido llevado de entre ustedes al cielo, vendrá otra vez de la misma
manera que lo han visto irse”.
¿Notaron con cuánta frecuencia hay una referencia a mirar, ver, la vista? Éste
fue un suceso que contó con el testimonio de testigos oculares. Realmente
sucedió; no fue un mito con un significado espiritual. Fue un hecho; realmente
sucedió. Los discípulos lo vieron partir. No había ocurrido así antes. Durante
seis semanas había aparecido ante ellos y de pronto había desaparecido. Estaba
tratando de demostrarles que todavía estaba con ellos cuando desapareció y
todavía estaba escuchando sus conversaciones. Aunque había desaparecido, aún
estaba ahí con ellos. Ahora lo vieron partir, y fue algo muy diferente de las
desapariciones. Desapareció entre las nubes, pero realmente lo vieron partir y se
dieron cuenta de que los estaba dejando. Se dieron cuenta de que ya no se
quedaría escuchando sus conversaciones. Uno pensaría que eso habría rotos sus
corazones. Luego de haber vivido con él durante tres años, su mejor amigo se
había ido. Pero volvieron a Jerusalén regocijándose. Incluso, volvieron haciendo
algo que ningún judío haría jamás: lo adoraron. Para un judío, adorar a un ser
humano era una blasfemia total, una traición total. Pero volvieron a la ciudad
adorando a Jesús. Ellos ahora sabían que era Dios, el Hijo de Dios, plenamente
divino. Estaban tan seguros de que aquel carpintero de Nazaret con quien habían
vivido, comido y dormido era Dios, que lo adoraron. Estaban contentos porque
había vuelto al cielo. Estaban alegres por él y por ellos mismos. Él podría hacer
muchísimo más por ellos en el cielo que si se quedaba en la tierra, y se los
demostraré en un momento.!
¿Cuándo ascendió? Cuarenta días después de la resurrección, diez días antes
de Pentecostés. Nosotros celebramos Pentecostés el domingo, pero la Ascensión
fue el jueves. ¿Dónde ocurrió? Fue en el monte de los Olivos, justo en la cima de
la ciudad de Jerusalén. Ocurrió fuera de la vista de la ciudad. Así como Jesús no
apareció ante Pilato, Anás y Caifás, tampoco en su ascensión quería que los
incrédulos estuvieran mirando. De modo que llevó a los discípulos al monte de
los Olivos, justo arriba, fuera de la vista de la ciudad, y desde allí ascendió al
cielo. Me avergüenza decirles que hay ahora dos iglesias en el monte de los
Olivos que celebran la ascensión. Cada una tiene una especie de molde en
plástico con las huellas de su pie para demostrar con eso que ése fue el lugar
desde donde ascendió. ¡Las cosas que hacen los cristianos! Pero ése es el lugar,
con certeza. ¿Cómo ascendió? No dio un salto. Simplemente subió con sus
manos extendidas sobre ellos, bendiciéndolos. Cuando llegó a cierta altura, vino
una nube, lo levantó y se lo llevó. Esto me recuerda un versículo de los Salmos.
“Él hace los vientos, las nubes sus carrozas”. Ascendió al cielo, un suceso real
en el tiempo y en el espacio. Había aparecido y desaparecido durante seis
semanas, pero ahora sabían que no era algo del todo permanente, pero que
pasaría un tiempo largo antes que volvieran a verlo.
Estos son los hechos. ¿Qué significó todo? Primero, quiero preguntar ¿qué
significó para Jesús? La primera cosa obvia que podemos decir es que estaba
volviendo a casa. Ésa es una frase hermosa, ¿no es cierto? “Vuelvo a casa”. La
casa es donde uno ama más, la casa es donde están los suyos, la casa es donde
uno pertenece, la casa es donde uno se siente relajado. Jesús estaba volviendo a
casa. Cuando éramos niños pequeños, y teníamos que irnos, a la escuela o de
vacaciones, y luego volvíamos a casa, siempre había una hoja apenas pasábamos
la puerta de entrada, que decía: “Bienvenidos a casa”, con un dibujo abajo
relacionado con lo que habíamos estado haciendo, u otra cosa. Mi padre siempre
lo colocaba cuando volvíamos a casa. Así que cuando él murió puse en su lápida
“Bienvenido a casa”. Lord Baden Powell, el fundador del movimiento de scouts,
enseñó a los niños cómo seguirse unos a otros usando señales. Una señal podría
ser una flecha en cierto sentido o una línea que decía “Camino equivocado”,
pero luego había una señal que decía “He ido a casa”, que era un círculo con un
punto en el medio. Cuando Baden Powell falleció, pusieron esa señal sobre la
lápida, un círculo con un punto. Todo scout sabe que significa “He ido a casa”.
El cielo es la casa de Jesús; es ahí donde ha estado tanto tiempo. Ahora, en la
ascensión, estaba volviendo a casa. Se había ido treinta y tres años, pero volvía a
casa.!
Segundo, estaba volviendo a casa sano y salvo. Había estado en batallas.
Había asumido riesgos enormes mientras había estado ausente. Había enfrentado
grandes peligros, pero estaba volviendo a casa sano y salvo, más allá del alcance
de sus enemigos; a salvo al fin.
Tercero, estaba volviendo a casa victorioso. Un emperador romano a menudo
enviaba a un hijo a enfrentar enemigos en un parte muy lejana del imperio.
Cuando el hijo volvía victorioso, el emperador organizaba una procesión de
victoria. En esa procesión estaban los soldados victoriosos, el hijo victorioso en
su carroza, los prisioneros de guerra encadenados, y luego vehículos con todos
los despojos, todo el botín que habían tomado del enemigo. El emperador se
sentaba, la procesión de victoria marchaba por la calle principal de Roma y la
multitud aplaudía a su hijo. Esa imagen es tomada por la Biblia cuando dice que
Jesús ascendió a lo alto llevando cautivos con él, dando dones a los hombres, el
botín de la batalla. Está todo allí: un hijo que vuelve de la batalla, victorioso. Por
lo general, el emperador entonces recompensaba a su hijo diciéndole que se
sentara a su diestra, y entonces el hijo dejaba su carroza, subía los escalones
hasta el trono y se sentaba con su padre. En realidad, no era infrecuente en el
imperio romano que el emperador dijera entonces: “Tú eres ahora el emperador.
Toma la posición del emperador. Tú gobiernas”. Toda esa terminología es
tomada en las cartas de Pablo acerca de la ascensión. Jesús volvía a casa, volvía
a casa sano y salvo, y volvía a casa victorioso.
Solo podemos imaginar la bienvenida que Jesús recibió cuando volvió al
cielo. No se nos dice exactamente, pero ¿piensan que los ángeles podrían
mantenerse en silencio cuando volvió victorioso? Pero lo que pasó, en realidad,
es que fue coronado. La ascensión es la coronación de Jesús, cuando Dios lo
exaltó y le dio el nombre que es sobre todo nombre y fue coronado Rey del
universo. Ustedes saben que los británicos son difíciles de superar cuando se
trata de espectáculos. Han visto que la boda real fue inigualable, y les digo que
podemos hacer el mejor espectáculo del mundo de un acontecimiento
relacionado con la realeza. Puedo recordar vívidamente la primera vez que vi
algo por televisión, que fue la coronación de su Majestad, la reina Isabel. ¡Qué
espectáculo! Sacan una carroza cubierta de oro para esa ocasión. Toda una
carroza cubierta de oro. Es todo un espectáculo. Tal vez les toque verlo
nuevamente durante sus vidas, pero es muy infrecuente. Mi padre fue un
invitado de la familia real en ese evento. Me encanta ver las viejas películas del
evento porque puedo reconocerlo, ¡y siento como si yo hubiera estado ahí!
La ascensión fue el día de la coronación de Cristo, y por eso lo celebramos. El
día en que fue coronado Rey, cuando toda la autoridad en el cielo y la tierra fue
entregada en sus manos, cuando se sentó a la diestra del Padre, y asumió el
control del universo. Eso es lo que significa la ascensión. Es el Rey de reyes,
Señor de señores, Presidente de presidentes, Primer Ministro de primeros
ministros; eso es lo que es. Fue el gran día cuando ascendió al cielo y se sentó en
su trono.
En Filipenses capítulo 2 Pablo dice: “Dios lo súper-exaltó. No solo “lo
exaltó”, como traducen nuestras Biblias, sino la palabra es “. . . lo súper-exaltó y
le dio un nombre sobre todo otro nombre, para que en el nombre de Jesús toda
rodilla se doble y toda lengua confiese que él es Señor para la gloria del Padre”.
Los santos del Antiguo Testamento le habrán dado la bienvenida, los ángeles lo
habrán recibido, el Padre lo habrá recibido. Imaginen la escena. No se nos
describe. Sería casi demasiado para nosotros, pero puedo imaginarla. Éste fue el
gran día que Jesús anhelaba. Soportó la cruz, despreciando la vergüenza por el
gozo que le fue propuesto, y el gozo fue el día de su coronación. Estaba
esperando esto cuando pasó por la cruz. Lo ayudó durante la cruz saber que
estaba esperándolo después. El gobierno ahora está sobre sus hombros.
Tenemos que recordar un detalle que se pasa por alto frecuentemente: cuando
Jesús volvió al cielo era diferente. No era la persona que había salido del cielo;
ahora era humano. ¿Pueden imaginar lo que sintieron los ángeles cuando vieron
a un ser humano, hecho menor que los ángeles, reinando ahora sobre ellos?
Nunca olviden que hay ahora un ser humano en control del universo. Había
bajado, adoptó nuestra naturaleza humana de manera permanente, y volvió al
cielo como un hombre. Sigue siendo un hombre y está gobernando el universo
en representación de nosotros. Lo está haciendo por la iglesia y lo está haciendo
por todo el mundo. Está reinando ahora hasta que todos sus enemigos estén bajo
sus pies. Ése es el objetivo.
Sigue habiendo personas que no lo reconocen, todavía hay naciones que no lo
reconocen, pero él reinará. Uno de los Salmos del Antiguo Testamento más
citados en el Nuevo —en realidad, el texto más citado— es del Salmo 110.
Aparece más veces en el Nuevo Testamento que todo otro texto del Antiguo
Testamento. “Él reinará hasta que todos sus enemigos estén bajo sus pies”. Es lo
que anhelamos. Él está reinando ya, pero hay muchos que aún no lo reconocen.
Un día, toda rodilla se doblará, toda lengua confesará que él es Señor. Así que
hay un hombre en el cielo más alto que nos representa allí. Aún más misterioso,
en cierta forma, para nuestras mentes finitas es que hay ahora un hombre en la
Deidad. Jesús ha llevado nuestra naturaleza humana a la Deidad. Dios es
diferente. No era así antes, pero ahora en la Deidad misma hay una persona que
es un ser humano como nosotros y seguirá siendo un ser humano para siempre.
Cuando Jesús vuelva ustedes verán un ser humano. Ése es el Hijo de Dios, el
eterno Hijo de Dios.!
Eso fue lo que significó para Jesús, pero ahora quiero que veamos la ascensión
desde nuestro punto de vista. ¿Qué significa para nosotros que Jesús haya
ascendido? Bueno, casi les he dicho todo ya: tenemos un ser humano en el
centro mismo del universo. Hablando a una señora católica romana, le dije:
“¿Por qué ora a María?”, y ella respondió: “Porque ella es humana; ella nos
entiende”. Le dije: “Pero, ¿no se da cuenta de que Jesús es humano y nos
entiende? Él ha sido tentado igual que nosotros. Él es la mejor persona que
podríamos tener arriba en el cielo rogando por nosotros cuando hacemos cosas
necias y pecaminosas”. Es una gran cosa para nosotros que tengamos a Jesús
arriba en el cielo, y que haya un solo mediador entre Dios y el hombre, el
hombre Cristo Jesús. No necesitamos a nadie más: lo tenemos a él, y él es un
Sumo Sacerdote perfecto. Necesitamos un sacerdote que nos represente, pero no
necesitamos sacerdotes terrenales; ése es un error que muchas iglesias han
cometido. Somos todos sacerdotes. El sacerdocio de todos los creyentes forma
parte de la enseñanza del Nuevo Testamento, pero necesitamos un Sumo
Sacerdote, y lo tenemos, y el mejor que podríamos tener jamás. Así que somos
todos sacerdotes, pero tenemos un Sumo Sacerdote que nos representa ante Dios.
Vamos a través de él a Dios, aun cuando oramos. Decimos al final de la oración:
“. . . a través de Jesucristo nuestro Señor”, no porque sea una especie de fórmula,
sino porque estamos orando a través de Jesús. Fue Jesús quien dijo: “Todo lo
que pidan en mi nombre yo les daré”. Nuestras oraciones son tomadas por Jesús
y son presentadas al Padre, como nuestro Sumo Sacerdote. ¿Podríamos tener a
alguien mejor, que nos entienda perfectamente, que haya pasado por todo lo que
pasamos nosotros? Él los entiende y los representa a ustedes. Cuando un
cristiano peca, ocurren dos cosas en el cielo. La primera, es que hay una persona
en el cielo que lo acusa. Es el acusador de los hermanos. No piensen que Satanás
está en el infierno. Aún no; está en el cielo. Él acusa a los hermanos en el cielo.
En el concilio celestial dijo: “¡Uno de los tuyos ha pecado!”. Pero el mismo
Nuevo Testamento que nos dice que él acusa a los hermanos nos dice que
tenemos un abogado ante el Padre, y él nos representa contra Satanás. Cada vez
que pecamos, Satanás se toma de eso y dice: “Ahí tienes, Señor, está pecando,
no es santo”. El Señor Jesús interviene como nuestro abogado en lo alto. Lean la
primera carta de Juan, el primer capítulo, que habla de nuestro abogado.
Tenemos un acusador y un abogado. Uno no podría tener un mejor abogado.
Jesús es el mejor abogado que haya habido jamás. Jesús puede decir: “Ni yo te
condeno”, como le dijo a la mujer tomada en adulterio, y él defiende nuestro
caso ante Dios.
Además, él intercede por nosotros. Tendemos a tener una idea demasiado
elevada de nuestra intercesión. Por lo menos, estamos dándole una importancia
excesiva cuando nos olvidamos de su intercesión por nosotros. Cuando nadie
más está orando por ustedes, Jesús lo está haciendo; ¡qué pensamiento! Él es el
más grande intercesor que ha habido jamás. El Nuevo Testamento dice que está
intercediendo por nosotros ante el Padre. Dijo a Simón Pedro: “Pedro, oré por
ti”. Solo dejen que pronuncie sus nombre allí —¿cuál es, María, Pedro, Juan?—
y piensen que Jesús está diciendo: “Estoy orando por ti”. “Oh, Señor, pero estoy
demasiado ocupado intercediendo por las naciones”. “Yo estoy intercediendo
por ti”. Solo recuerden eso, cuando comiencen su intercesión por otras personas.
Comiencen agradeciendo a Jesús por interceder por ustedes y orar por ustedes.
Ésa es solo una de las cosas que está haciendo por ustedes en el cielo. Como oró
por sus discípulos en la tierra, también ora por nosotros ahora en el cielo.
Sigamos adelante y preguntemos qué está haciendo Jesús por nosotros ahora
que no estuvo haciendo por nosotros antes que ascendiera. Acá hay algo que
pueden “twitear”, o lo que sea. Aquí tienen una frase: cuando Jesús ascendió al
cielo se convirtió en un bautista. Dejen que eso penetre sus mentes. Hay dos
personas en el Nuevo Testamento llamadas “bautistas”. Una es el primo de
Jesús, Juan, y la otra, Jesús mismo. De hecho, ambos son descritos con la misma
palabras griegas, ho baptisein, que significa “el que bautiza”, y de ahí surgió el
sustantivo “bautista”. Juan era un bautista; Jesús se convirtió en un bautista
cuando ascendió al cielo.
Permítanme explicarlo. La palabra “bautizar” se traduce muy raramente al
inglés (español). Es transliterada, o sea que se usan letras en inglés (español),
pero sigue siendo la misma palabra griega, “bautizar”. Pero ¿qué significa en
inglés (español)? Significa ser sumergido, zambullido, empapado. Significa,
básicamente, sumergir un sólido por completo en un líquido. Se usaba para
referirse al acto de teñir la lana. Uno tomaba la lana y la metía en la tintura de
color, sumergiéndola completamente, de modo que cada parte quedara
coloreada, y eso se llamaba “bautizar” la lana. La palabra se usaba cuando uno
tomaba una taza y la metía en un tazón de líquido para sacar una bebida. Uno
mete la taza en el líquido y la saca lleno de líquido; la ha “bautizado”. Cuando
un escucha que un barco es “bautizado”, no se refiere a su lanzamiento
rompiendo una botella de champán en la proa, la bendición “Dios bendiga a
todos los que navegan en ella”, y todo eso. Eso no es bautizar un barco. Cuando
un barco se hunde y baja al fondo del océano, los periódicos griegos dicen:
“Barco bautizado”. Siempre significa sumergir un sólido completamente en un
líquido. Ése es el significado de la palabra. Juan sumergía a las personas en el
agua, totalmente. Por lo tanto, fue apodado “Juan el zambullidor” o “Juan el
sumergidor” o “Juan el empapador” o “Juan el bautizador”. Fue él quien dijo:
“Hay alguien que viene después de mí que no los zambullirá en agua, sino que
los zambullirá en el Espíritu Santo; él los empapará con el Espíritu Santo; él los
sumergirá en el Espíritu Santo”. Cuando Jesús vino a la tierra, no hizo eso. Ni
una sola vez, en todo su ministerio, zambulló a alguien en el Espíritu Santo. El
Espíritu Santo estuvo con los discípulos, pero no en ellos. Eso es lo que les dijo
al final de su vida terrenal: “El Espíritu Santo estará en ustedes cuando sean
bautizados en el Espíritu Santo. Cuando sean zambullidos, empapados,
sumergidos en él”. Pero él no lo hizo, y cuando volvió a casa aún no lo había
hecho para nadie. Habló del agua viva que brotaría del interior de los que
creyeran en él, pero era algo que aún no había ocurrido. Jesús no pudo hacerlo
hasta que volviera al cielo y recibiera de su Padre el don del Espíritu Santo para
derramarlo sobre personas comunes y corrientes como nosotros.
Eso fue lo que ocurrió el día de Pentecostés. Jesús dijo: “Quédense en
Jerusalén, y serán bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días. Esperen
hasta que reciban poder; esperen hasta que sean zambullidos, empapados,
sumergidos en el Espíritu Santo”. Fue lo que ocurrió el día de Pentecostés. No
podía ocurrir hasta que Jesús tomara su lugar en el cielo, y entonces recibió el
poder del Espíritu Santo para otros, y lo derramó sobre 120 hombres y mujeres,
incluyendo su madre. Ellos hablaron en lenguas y profetizaron, y el Espíritu
Santo ahora pertenecía a personas. A lo largo de todo el resto de Hechos, cada
vez más personas fueron sumergidas en el Espíritu Santo y zambullidas en el
Espíritu Santo, y así se extendió la iglesia.
Esto es lo que quiero decir cuando digo que, cuando Jesús ascendió al cielo, se
convirtió en un bautista, pero no un bautista estadounidense ni un bautista del
sur. Se convirtió en un bautizador, y ése título le fue dado a él así como a su
primo, Juan. Puedo ver el “tweet” ahora: “Pawson dice que Jesús se convirtió en
bautista”. Pero es cierto, y me gusta decir cosas de una forma inusual, porque
eso los hace pensar, ¿no es cierto? Me pregunto lo que pensaron cuando dije por
primera vez: “Jesús se convirtió en bautista cuando ascendió”. Pero lo hizo, y
ahora podía bautizar a las personas en el Espíritu. Lo ha estado haciendo desde
entonces, y solo podía hacerlo porque volvió allá arriba. Nadie podría ser llenado
con el Espíritu en la tierra hasta que Jesús no hubiera ascendido; ésa es la
verdad. Y, porque ahora está derramando su Espíritu sobre personas, está
derramando dones sobre personas, dones que nunca tuvieron, dones
sobrenaturales para hacer cosas que nunca pudieron hacer antes. Jesús está ahora
derramando su Espíritu y personas ordinarias están recibiendo dones
extraordinarios. Si piensan en sus dones naturales, podrían verse tentados a tener
un complejo de inferioridad. No se preocupen, son excelentes candidatos para el
bautismo en el Espíritu, y se encontrarán haciendo cosas extraordinarias, cosas
que personas comunes no pueden hacer, porque él está derramando su Espíritu y
sus dones. El mayor don del Padre fue su Hijo. El siguiente mayor don del Padre
fue su Espíritu Santo. Él nos dio su Hijo pero, sin el siguiente don, ¿dónde
estaríamos? Él nos ha dado de su Espíritu, dice Juan el apóstol. ¡Qué Señor
generoso!
En otras palabras, la iglesia fue ideada para ser carismática, que significa “con
dones”, una iglesia de ministerios que vienen desde arriba, sean apóstoles,
profetas, evangelistas, pastores o maestros. Yo soy el número cinco de la lista,
un maestro, pero estoy perfectamente feliz con ser el número cinco. De todos
modos, no están clasificados por importancia. Dios da diferentes dones a
diferentes personas para edificar su iglesia, para hacerla fuerte y saludable, y
capaz de hacer el trabajo de él. Jesús incluso dijo a sus discípulos: “Ustedes
harán obras mayores que éstas. Harán milagros más grandes que los que he
hecho yo”. A menudo me preguntan: “¿Cuáles son los milagros más grandes?”.
Mi respuesta es muy sencilla: “Usted haga todos los milagros que pueda y luego
puede pensar en los más grandes. No se preocupe en discutir los más grandes
hasta que los haya hecho todos, y entonces puede avanzar a los más grandes”.
Las personas tienen tanta curiosidad mental acerca de los dones más grandes que
ni siquiera se ocupan de los otros. Hagan lo que hizo Jesús. Sigan haciendo lo
que él acostumbraba hacer. Eso lo que significa el Espíritu: “Yo puedo hacer lo
que hizo Jesús”. Y luego dejemos que él decida cuáles son los dones más
grandes. Ésa es mi respuesta.
Segundo, él no solo es un bautista sino el mediador. Él es la única persona que
necesitamos para que actúe como mediador entre los pecadores y un Dios santo.
Alguien es necesario en el medio, que pueda representar a Dios ante los
pecadores y a los pecadores ante Dios. Todos necesitamos ese mediador. Y,
como él es un hombre, es ideal para ser un mediador entre Dios y el hombre.
Necesitamos que ese mediador ruegue por nosotros debido a ese acusador de los
hermanos. Necesitamos un abogado, y lo tenemos.
Otro título que es dado a Jesús en la carta a los Hebreos, por su ascensión, es
que es nuestro pionero; nuestro “abridor de sendas” sería la traducción. Así fue
construido Estados Unidos, con pioneros que fueron hacia el oeste y abrieron
nuevos territorios. En realidad, la historia de Estados Unidos es la historia de
pioneros que querían ir más allá, hacia territorios desconocidos. Jesús ha ido
como nuestro pionero. ¿Recuerdan que les dije que el orden de Dios bajo él en
su vieja creación era: Dios, ángeles, humanos, animales? En la nueva creación
eso será cambiado. Será: Dios, humanos, ángeles, animales. ¿No es asombroso?
Dios está tomando a seres humanos redimidos y poniéndolos por encima de los
ángeles. Los ángeles pasarán a ser nuestros sirvientes y ellos nos ministrarán; ése
es el destino de ustedes en Cristo. Él ha ido delante de nosotros como pionero. Él
es el primer ser humano en estar por encima de los ángeles, y solo se encuentra
allí para abrir una senda para que nosotros sigamos. Si leen la carta a los
Hebreos, habla de seguir a Jesús a ese alto lugar en la creación. Oh, debemos
prepararnos para nuestro destino. Debemos darnos cuenta de que estamos
llamados a estar por encima de los ángeles y, donde él está sentado, a la diestra
del Padre, es ahí donde estaremos. Él es nuestro pionero. Jesús dijo: “Voy a
prepararles un lugar”. ¿Ha vuelto a la carpintería? ¿Está preparando una casa con
muchas habitaciones? No lo sé. Esperaré para ver. No solo está preparando un
lugar para nosotros, sino una posición para nosotros, y esa posición en la nueva
creación es bastante diferente de la anterior. Él hizo al hombre un poco inferior a
los ángeles, pero vemos a un Hombre ahora por encima de los ángeles, al que
nosotros seguiremos. Dios está cambiando el orden de la creación.
En cuarto lugar, quisiera decir que es nuestro gobernante, nuestro rey.
Primero, está gobernando la iglesia. La iglesia es un cuerpo muy inusual, porque
su cuerpo está en la tierra pero su Cabeza está en el cielo. A veces se produce
una condición espástica, cuando la cabeza no puede controlar al cuerpo, y esto
produce toda clase de problemas. Cuando el cuerpo no hace lo que quiere la
cabeza, uno se encuentra con una enfermedad, una enfermedad muy seria, pero
me temo que ocurre muy a menudo, cuando la iglesia decide lo que quiere hacer,
y la Cabeza no lo quiere. Aun cuando la iglesia es un cuerpo en la tierra, necesita
consultar constantemente a la Cabeza en el cielo, para que sea una clara
demostración del gobierno del cielo en la tierra, una clara demostración del cielo
mismo, una colonia del cielo en la tierra. Ése es el plan de Jesús para la iglesia, y
lo hará si permitimos que nos gobierne y sea nuestra Cabeza.!
Segundo, él es la cabeza del mundo. Pablo sigue diciendo que “él es la cabeza
de todas las cosas para la iglesia”. Él está gobernando las naciones en nombre de
la iglesia, y lo que hace por naciones enteras lo está haciendo por el bien de la
iglesia. Es una verdad hermosa. Él es la cabeza de todas las cosas; nada ocurre
fuera de su dominio. Él está sosteniendo el universo. Él está dibujando el atlas de
las naciones. Él toma territorio de una nación y se la da a otra. Él está a cargo.
Había un niñito en un tren solo. Estaba sentado en un vagón, y parecía estar
bastante contento y en paz. Estaba completamente solo, y los demás pasajeros
del vagón se empezaron a preocupar por él. Pensaban que viajaba solo. Dijeron:
“¿Estás solo?”. Y él dijo: “Sí”. Dijeron: “¿No te preocupa estar solo?”. “No”,
dijo. “¿Por qué no?”. “Bueno”, dijo, “mi papá está conduciendo este tren”. Eso
es lo que uno puede decir de manera sencilla: uno es un hijo de Dios. Uno puede
decir: “Mi Salvador está conduciendo este tren”. Él está a cargo. Él no se
sorprende por nada, no ha perdido el control. Él reunirá todas las cosas, porque
toda la meta de la historia es que todas las cosas se resuman en Cristo. Todo lo
que hacemos para que ocurra eso es participar en el propósito de la historia. Un
día, todo será de él, y anhelamos ese día. El sol, la luna y las estrellas solo brillan
porque Jesús les permite hacerlo. Él podría apagarlos en un instante. Y es lo que
hará un día. Él está a cargo, no solo de la iglesia, no solo del mundo, sino de
todo el universo. Y eso nos da una seguridad. Y ahora les daré el final de la
historia, por lo menos de esa historia. Cuando todo esté bajo sus pies, cuando
toda nación esté bajo su control, cuando todo en todo este universo esté en
Cristo, renunciará a todo. ¿Lo han leído en sus Biblias? Lo entregará todo
nuevamente al Padre. Para que Dios pueda ser todo en todo. ¡Qué frase! Así que
lo está haciendo para su Padre. Y no descansará hasta que las naciones lo
reconozcan, y todo esté bajo sus pies, y luego dirá: “Padre, lo he recuperado todo
para ti. Aquí lo tienes”. Y presentará el reino al Padre, para que su Padre sea
todo en todo.
Voy a hacer un corte aquí y les daré mi testimonio. Seré muy sincero. Durante
muchos años yo era un “binitario”. ¿Saben lo que significa eso? Creía en dos
personas de la Trinidad, y enseñaba dos personas de la Trinidad, porque las
conocía a las dos: conocía al Padre y conocía al Hijo. Estaba feliz de predicar un
evangelio que era tenía que ver con el Padre y el Hijo. No me gustaba predicar
acerca del Espíritu Santo. Tenía que hacerlo una vez al año, porque estaba el
Domingo de Pentecostés en el calendario de la iglesia, y todos esperaban dos
sermones acerca del Espíritu Santo. Mediante la lectura de algunos libros pude
armar lo suficiente como para mantenerlos contentos, pero estaba muy feliz de
volver al evangelio el domingo siguiente; lo que yo pensaba que era el
evangelio. Así que predicaba al Padre y al Hijo, y Dios lo honró, porque él honra
la verdad. Pero no era toda la verdad.
En mi año de posgrado en Cambridge, me había especializado en una
pregunta durante mi investigación: “¿Qué ocurrió el día de Pentecostés en
Hechos 2?”. Había escrito ensayos sobre este tema que lograron buenas
calificaciones. Produje bastantes de estos ensayos y, si ponía suficiente griego en
ellos y citaba a suficientes eruditos, eran aceptados como buenos trabajos de
estudiante, pero no conocía al Espíritu Santo, y eso me molestaba. Pensé: “¿Qué
es esto acerca del Espíritu Santo? Simplemente no entiendo”. Entonces comencé
a tener una iglesia a mi cuidado y trabajé como pastor. Seguía predicando todo
lo que sabía acerca del Padre y el Hijo, pero era binitario, no trinitario.
Un día dije: “Estoy harto de este problema. Voy a predicar acerca del Espíritu
Santo”. Anuncié que predicaría veinte sermones sobre el Espíritu Santo en un
año. Recorrería la Biblia considerando cada mención del Espíritu Santo y las
pondría en mi serie de sermones. Así que comencé con el Espíritu trayendo
orden a partir del caos en la creación, en Génesis. Recorrí todas las historias de
personas como Sansón y los profetas que hablaron por el Espíritu Santo, y todas
las cosas asombrosas que el Espíritu Santo les permitió hacer. Logré recorrer
bastante exitosamente el Antiguo Testamento. Luego comencé el Nuevo
Testamento. Manejé Mateo, Marcos, Lucas bastante bien. Me metí en Juan, y ahí
comenzó a volverse algo complicado. Había arreglado para llegar a Hechos 2 el
Domingo de Pentecostés. Pensé: “Será muy apropiado, ¿no es cierto?”. Pero
todavía no sabía lo que había ocurrido, y todos mis artículos de Cambridge
habían llegado a la conclusión de que Pentecostés estaba demasiado lejos para
que alguien estuviera seguro de lo que había ocurrido; eran bastante escépticos.
Recuerdo que llegué a Juan 15, y empezaba a encontrarme con el agua al cuello.
Comencé a lamentar haberme embarcado en la serie, pero no podía hacer otra
cosa que seguir adelante. Temía llegar a Hechos 2 y decirles: “No sé lo que
pasó”.
Coincidentemente, ocurrió otra cosa en la iglesia. Había un hombre que, cada
primavera, desarrollaba fiebre del heno. Cuando aumentaba la cantidad de polen,
su pecho se congestionaba con fluido y se debilitaba tanto que tenía que
permanecer en cama a veces hasta seis semanas, hasta que se despejaba el pecho.
Era un hombre inteligente, que estaba a cargo de una oficina de patentes en
Londres, donde uno registra una patente para un invento nuevo. Se llamaba
Santiago. Justo en este momento, cuando llegué al capítulo 15 de Juan en la
serie, Santiago tuvo fiebre del heno, sus pulmones se congestionaron y tuvo que
permanecer en la cama, respirando desesperadamente, con una complexión
grisácea. Pensé que tendría que ir a verlo. No quería hacerlo, porque era el líder
extraoficial de la oposición en la iglesia. Siempre hay uno, ¿se han fijado? A
veces hay más de uno, pero por lo general hay un hombre que se opone a todo lo
que sugiere el pastor, y éste era el hombre. A todo lo que yo sugería que la
iglesia hiciera diferente, él se oponía “porque lo hemos hecho antes y no
funcionó” o “porque nunca lo hemos hecho antes y no lo vamos a intentar”, y
eso cubría prácticamente todo. Solía volver a casa de reuniones de la iglesia
realmente frustrado por este hombre, Santiago. Me quejaba ante mi esposa:
“¿Por qué envió Dios a Santiago a esta iglesia?”. Ella me decía: “Mira, David, el
resto de la iglesia está contigo. Es solo Santiago. Es solo él. No te preocupes por
un solo hombre”. Pero yo me preocupaba, porque se me oponía con tanta
frecuencia que uno se preocupa por esta clase de cosas.
Pensé en visitarlo, así que un domingo a la tarde fui a verlo. Todo el camino
hasta su casa no podía sacarme de la cabeza el capítulo 5 de Santiago, tal vez era
porque era su nombre. Recuerdo que decía: “¿Hay alguno enfermo? Que llame a
los ancianos, y lo unjan con aceite, y será sanado”. No podía sacármelo de la
cabeza. Cuando llegué a su dormitorio, y lo vi ahí acostado, luchando por
respirar, me preguntó: “¿Qué piensas de Santiago 5?”. Le dije: “Bueno, he
estado pensando en eso. ¿Por qué preguntas?”. “Tengo que ir a Suiza el jueves
para negocios, y el médico me ha dicho que me quede en la cama varias
semanas. ¿Vendrías a ungirme con aceite?”. Le contesté: “Lo pondré en
oración”. Es una buena salida, ¿no? Fui a casa e intenté orar sobre el tema y
pensé: “No quiero que se sane. Tengo algunas semanas en las que puedo sugerir
cosas a la iglesia que aceptarán”. Estaba agradecido porque estaba enfermo y
dije: “Señor, dame una buena razón por la que no debería ir y ungirlo con
aceite”. El Señor no dijo nada; los cielos eran de bronce. Para el miércoles, yo
estaba bastante mal. Entonces llamó su esposa y me dijo: “Santiago tiene un
pasaje en avión para ir a Suiza mañana. ¿Vendrás a ungirlo con aceite esta
noche?”. A esta altura no podía pensar en una excusa. Era algo que nunca había
hecho antes en mi ministerio. Así que le dije: “Está bien. Iré esta noche”. Fui a la
tienda y compré una botella grande de aceite de oliva, llamé a los otros ancianos
y les dije: “Vamos a la casa de Santiago esta noche”. Llegamos, entonces, a su
dormitorio.
Pero algo había pasado antes que llegáramos. Fui solo al edificio de la iglesia
y me arrodillé en el púlpito e intenté orar por Santiago. ¿Alguna vez han
intentado orar por alguien que no querían que se pusiera bien, que estaban
contentos que estuviera en la cama? Es bastante difícil. No sabía qué decir.
Intenté orar por él, pero no podía. No quería que mejorara. Entonces, de pronto,
estaba hablando en un idioma que nunca había aprendido. Creo que era chino;
sonaba así. De todas formas, oré en este idioma y recuerdo haber mirado mi reloj
y decir: “¡No he estado orando una hora!”. Pero era cierto. Miré el reloj y dije:
“Señor, oré por Santiago durante una hora y no en mi propio idioma”. Me
pregunté si podría repetirlo. Lo hice, y salió algo como en ruso. Estaba orando
por Santiago con todo mi corazón y pensé: “Esto es lo que ocurrió en Hechos 2;
¡esto es!”. Entonces pensé: “Vaya, ¡algo ocurrirá esta noche!”.
Esa noche, algunos de los ancianos fueron conmigo a la habitación y abrimos
la Biblia en Santiago capítulo 5. Lo tratamos casi como un manual de servicio de
un coche. ¿Vieron cómo uno busca lo que tiene que hacer a continuación? Lo
primero era confesar sus pecados unos a otros. Pensé: “Tenemos que hacerlo”.
Así que le dije a Santiago: “Nunca me gustaste”. Él me dijo: “A mí tampoco”.
Seguimos el libro, que decía que lo ungiésemos con aceite. Así que tome la
botella y saqué el corcho, y lo derrame todo sobre su cabeza. Luego miramos la
Biblia y dije: “Hemos hecho todo”. Adivinen lo que pasó. ¡Absolutamente nada!
Permaneció acostado ahí, gris, y pensé que realmente habíamos metido la pata.
Me levanté y hui lo más rápido posible. Llegando a la puerta me volví y dije:
“¿Todavía tienes tu pasaje de avión para mañana, Santiago?”. “Por supuesto”.
Dije: “Te llevaré al aeropuerto”. Luego corrí y pensé: “Estará peor que nunca
ahora porque no ha sido sanado. Era bastante mala la situación antes, pero ahora
he hecho que fuera diez veces peor”. No dormí esa noche, y por la mañana no
me animé a llamarlo.
Fui a mi estudio e intenté trabajar. El teléfono sonó alrededor de las nueve y
media. “Hola, habla Santiago. ¿Me llevarás al aeropuerto a las once?”.
“¡Santiago!”, dije, “¿estás mejor?”. Estaba completamente sorprendido de
escuchar su voz, que sonaba saludable, sin ninguna ronquera. Contestó: “Sí,
estoy mejor. He ido a cortarme el pelo para ir a Suiza, y el peluquero me dijo:
‘Me temo, señor, que voy a tener que lavarle el cabello antes de cortárselo.
Jamás vi un cabello tan aceitoso en mi vida’”. Dije: “Pero, Santiago, ¿sientes que
podrás hacerlo? ¿Tu médico dice que puedes ir?”. “Sí, he ido a ver al médico”.
“¿Qué ocurrió?”, pregunté. “En el medio de la noche fue como si dos manos
enormes me hubieran apretado el pecho y eliminé un balde completo de líquido.
¡Puedo respirar!”. Así que lo llevé al aeropuerto. Ahora bien, este hombre se
convirtió en mi mejor amigo. No solo eso, sino que él y su esposa fueron
bautizados en el Espíritu Santo. No solo eso, aunque siempre había tenido el
pecho débil desde niño, nunca lo volvió a tener.
Subí al púlpito el domingo siguiente para continuar mi serie sobre el Espíritu
Santo. Pensé que había predicado como antes en todos los sermones anteriores.
Había preparado mis notas semanas antes. Simplemente tomé el estudio
siguiente en el Espíritu Santo en Juan, como sería normal. No estaba consciente
de ninguna diferencia en absoluto. Pero un joven se me acercó después y dijo:
“¿Qué le ocurrió esta semana?”. “¿Por qué preguntas?”, dije. “¡Esta semana sabe
de lo que está hablando!”. Ese hombre es ahora un misionero que trabaja entre
los iraníes, un joven carpintero en realidad. A partir de ahí estaba en una nueva
dimensión del ministerio y he seguido así, creo, desde entonces. Soy trinitario:
creo en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Ése es mi testimonio sobre esto.
Espero que ustedes hayan tenido la misma experiencia, y que conozcan
personalmente al Padre, y a su Hijo, y al Espíritu Santo. Si es así, son cristianos
verdaderos.
Volvamos a la cuestión de la ascensión. Cuando la ascensión es descuidada, se
introducen ciertas cosas que no forman parte realmente del evangelio del Nuevo
Testamento. Una vez que uno cree que Cristo ha ascendido y está sentado a la
diestra de Dios, uno ya no habla de “invitar a Cristo a su vida, abrir su corazón y
dejar entrar a Cristo”, como si el pequeño Jesús se metiera en su corazón. Uno
piensa en él como aquí en la tierra, viviendo en los corazones de las personas,
pero cuando realmente cree en la ascensión, sabe que está allá arriba, donde está
el Padre, gobernando el universo. Uno tiene una visión mucho más grande de
Jesús, no un Jesús que viene a mí en la tierra, sino que está reinando allá arriba.
Es su Espíritu que viene aquí. Pero muy a menudo los evangelistas dicen: “Abre
tu corazón y deja entrar a Jesús”. Usan un texto que no tiene ningún significado
para la evangelización: “Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi
voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo”. Ésa es una palabra
profética para una iglesia que ha perdido a Cristo; no tiene nada que ver con la
conversión. Pero ese texto ha sido sacado del contexto. Hay solo dos versículos
en todas las cartas de Pablo que hablan de Cristo en nosotros. Uno está en
Colosenses: “Cristo en ustedes, la esperanza de gloria”. “Ustedes” es plural, no
singular. No es Cristo “en usted, en usted y en usted”, sino Cristo “en ustedes”.
El otro versículo es “ya no vivo yo, sino Cristo en mí”. Está claro que en ambos
casos Pablo está hablando del Espíritu de Cristo; es eso lo que está en nosotros.
Pero decenas de veces Pablo habla de que uno está en Cristo, que es el mayor.
Dos veces habla de “Cristo en nosotros”, pero está claramente queriendo decir
por el contexto que el Espíritu está en nosotros. Pero en todas las demás
ocasiones dice que el cristiano es alguien que está en Cristo. Cuando se
convirtieron en cristianos, no estaban diciendo: “Cristo, ven aquí”, sino dijeron:
“Ahora estoy en Cristo”. Eso es algo completamente diferente, porque significa
que ustedes están allá arriba ahora. Ustedes están sentados con él en lugares
celestiales. Él no está acá abajo, así que, si están en Cristo, están allá arriba. Eso
tiene profundas implicaciones con relación a la forma de vivir.
Como dijo Pablo a los cristianos de Colosas, “Ya que han resucitado con
Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de
Dios. Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra, pues
ustedes han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios” (Colosenses
3:1-3). Jesús dijo algo muy parecido: “Más bien, acumulen para sí tesoros en el
cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar.
Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mateo 6:20-21).
Cristo está allá arriba, y cuando ustedes llegan a estar en Cristo, ya están en el
cielo. Sus espíritus están allí. Sus cuerpos podrán estar todavía en la tierra y
todavía estar convenciéndolos cada día de que están todavía en la tierra, pero en
realidad ahora están en Cristo, sentados con él en lugares celestiales en el
espíritu de ustedes.
Y cuando mueren, ustedes no van al cielo, porque ya están ahí. Lo que ocurre
cuando mueren es que sus cuerpos dejan de decirles que están en la tierra y sus
espíritus se dan cuenta de dónde están, y dónde han estado durante tanto tiempo.
Para el cristiano, la muerte ya ha pasado, y por lo tanto uno no va al cielo, sino
que simplemente permanece ahí en Cristo. De lo que tienen conciencia, lo que
les dicen sus espíritus, es que están en Cristo en el cielo. Así que la muerte no
debe ser temida, uno no va a ningún lado; uno ya está en el cielo. Ésa es la
verdad espiritual; sus espíritus ya están ahí. El problema es que, cuando me
despierto a la mañana, mi cuerpo me dice que estoy acá abajo, y si no me cuido
me olvido de que estoy allá arriba. Mis sentidos me hablan demasiado acerca de
mi entorno aquí abajo. Escuchen al espíritu de ustedes. Por eso Pablo dice: “Ya
que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo
sentado a la derecha de Dios”. Ahí es donde estoy ahora espiritualmente. Si
estoy dando una charla aquí, ésa es la dirección de mi cuerpo en el momento,
pero mi espíritu está escondido con Cristo en gloria. ¡Amén!
Cuando muera, mi cuerpo simplemente dejará de hablarme acerca de la tierra,
y escucharé lo que dice mi espíritu: “Estás con Cristo. Estás en él y has estado en
él durante muchos años sin darte cuenta plenamente”. Pablo está enseñando
constantemente: “Busquen las cosas de arriba, vivan en Cristo, vivan en el cielo
ahora, dense cuenta de que sus espíritus están en él. Él no está tanto en ustedes,
aquí abajo; ustedes están en él, allá arriba. Ésa es la verdad que ustedes necesitan
decirse constantemente, de modo que vivan como si ya estuvieran allá arriba”.
No traigan a Cristo aquí abajo. No intenten persuadir a las personas a invitar a
Cristo a sus pequeñas vidas; llévenlas a Cristo para que estén en él. No
encontramos una traza de toda esta terminología, esta jerga que usamos en la
evangelización, en el Nuevo Testamento. Lo que encontramos allí es: Cree en
Cristo, que está a la diestra del Padre, y recibe su Espíritu Santo en la tierra.
Nunca dicen: “Recibe a Cristo”. Nunca dicen: “Entréguense a Cristo”. Nunca
dicen: “Invítalo a tu corazón”. Todo eso es un lenguaje que hemos inventado.
Ellos decían: “Arrepiéntanse hacia Dios, crean en Jesús, reciban al Espíritu
Santo, sean bautizados en el nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”. Está
todo ahí. La vida cristiana debía ser trinitaria desde el principio. Que el Señor
nos mantenga en esa relación trinitaria, demostrando cómo es el cielo a la tierra
que nos rodea, por su nombre. Amén.
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La maravilla de la Ascensión de Jesucristo, por David Pawson
Revisado por el equipo de Nexo Cristiano
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septiembre 21, 2021
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