El pastor y la Biblia, por Dietrich Bonhoeffer
La preparación de un sermón empieza en la oración y la reflexión propia del predicador. Porque la predicación no es para que el predicador se luzca, ni ofrezca una conferencia de los temas que él domina. Sino es un servicio a la Palabra de Dios, que es la debe llegar a cada persona de la comunidad
El pastor se encuentra con la Biblia en tres ambientes: en el púlpito, en su mesa de trabajo, y en el reclinatorio En ocasiones no se encuentra con ella. También, aun siendo él quien la predica, a veces, no la usa bien, o no la usa. Es fundamental que la emplee correctamente en estos tres lugares.
Para que consiga utilizarla bien, debe librar una lucha, pues aun entre los pastores se observa que la Biblia es un libro que muchos desdeñan. «Perdónanos nuestras ofensas». ¡Aun por esto! Sostener esta lucha, por el uso legítimo de la Escritura, será la mejor teología. El protestante debe llegar a la madurez en la manera como trata el texto bíblico. El pastor sólo consigue utilizar correctamente de la palabra de Dios cuando se encuentra con ella enteramente en este triple sentido. No puede encontrarse con ella de una manera, sin hacerlo de las otras. Nadie puede interpretar la Biblia en el púlpito si no lo ha hecho antes en su mesa de estudio y en el reclinatorio.
En el púlpito
Este es el lugar que más caracteriza al pastor evangélico de una comunidad. Este es su uso legítimo. La Palabra quiere ser interpretada como proclamación de la verdad.
El predicador es solamente siervo y mandadero de ella. En el púlpito, el predicador no la usa para su propio provecho: se deja usar a sí mismo por ella. Confía plenamente en la Escritura. Su propósito es que la Escritura encuentre su camino dentro de la congregación a fin de llegar a cada creyente. El propósito es que cada persona alcance la madurez en el uso de ella. Esta es la tarea evangelizadora del predicador.
En la mesa de estudio
En la mesa de estudio
El pastor, cuando se encuentra con la Biblia, debe ser consciente de con qué está tratando. Se trata del conocimiento de la Verdad. Para ello debe atender las siguientes consideraciones:
La Biblia es la Palabra de Dios. En esto se diferencia de todo libro. Esta consideración no debe descuidarla en ninguna tarea que emprenda con ella.
De este libro ha aprendido la Iglesia la Verdad desde hace más de veinte siglos. En primer lugar, nosotros mismos no la leemos correctamente. De esto no siempre se ha podido defender la teología liberal. La Reforma y la iglesia antigua son intérpretes más eficaces que nosotros.
Este libro ha consolado y guiado hacia Dios a millones. Bien se puede afirmar que cada una de sus palabras ha hecho y posee su propia historia en la cristiandad. La crítica debe cuidarse bien de no escandalizar tan fácilmente a la congregación.
Este libro ha consolado y guiado hacia Dios a millones. Bien se puede afirmar que cada una de sus palabras ha hecho y posee su propia historia en la cristiandad. La crítica debe cuidarse bien de no escandalizar tan fácilmente a la congregación.
El conocimiento de la Escritura de la Escritura no debe servir para la fama y el orgullo del predicador. El espíritu humilde es superior al espíritu inteligente. Estudiamos las Escrituras como representantes de la comunidad del Cristo. Lo hacemos a fin de que nuestra predicación sea más excelente que la anterior, y que nuestra oración se perfeccione más cada vez que nos acercamos al trono de la gracia.
La lectura superficial y precipitada es indigna y perjudicial para un ministro ordenado. Cada predicador y pastor necesita conocer profunda y ampliamente la Escritura. Esto nos lo enseñaron los Padres de la Iglesia, Agustín, Lutero y los reformadores. También nos lo enseñaron nuestros abuelos. Lutero leía el Antiguo Testamento dos veces al año y el Nuevo Testamento con más frecuencia. Debemos dedicarnos al estudio de la Escritura en las horas del día en que somos más productivos, y así también debemos proceder con la oración.
El conocimiento de la Escritura es esencial para llevar a cabo nuestro trabajo en la congregación; no solo para la predicación, sino también cuando nos acercamos a un lecho de muerte, a los enfermos, a los intranquilos, a los desesperados y a los orgullosos. Mientras ministramos en la cura de las almas (Seelsorge), el diablo mismo se enfrenta a nosotros. Y no podemos resistirlo de otra manera que con la Palabra.
El conocimiento de la Escritura debe fundamentar las afirmaciones que sustentamos pública y teológicamente. Debemos ser capaces de comprobar con la Biblia lo que proclamamos. El suelo firme lo encontraremos sólo si permanecemos en ella. De lo contrario, fundamentamos teorías con la vida y no con la Palabra. Historias sensacionales no proveen el cimiento de ninguna verdad. Los argumentos decisivos para la Iglesia provienen de la Escritura: la posición político-eclesiástica de cada acto de los consejos de la hermandad (Bruderráte), las comisiones examinadoras, los seminarios teológicos
A todo teólogo le llega el momento en que debe ajustarse completamente sólo a la Escritura, delante de la cual es totalmente responsable, y no ya a sus maestros. Nadie debe permanecer a los pies de ningún maestro. El pastor evangélico es responsable delante de la Escritura. Debe ser capaz de ofrecer pruebas bíblicas para sus decisiones, acciones y posturas. Para alcanzar esta competencia debe convertirse en adulto. Los sectarios nos colocan en apuros cuando nos enfrentamos con ellos en la lucha, por su abuso de la comprobación bíblica, pues generalmente conocen la Biblia mejor que nosotros. Empero nosotros necesitamos un conocimiento superior, tanto del detalle como de la totalidad de la Escritura. El estudio de la Escritura pertenece al trabajo diario, aun cuando se presenten los impedimentos más urgentes. Ciertamente lo más probable es que el estudio diario nos ahorre tiempo.
En el reclinatorio
La lectura superficial y precipitada es indigna y perjudicial para un ministro ordenado. Cada predicador y pastor necesita conocer profunda y ampliamente la Escritura. Esto nos lo enseñaron los Padres de la Iglesia, Agustín, Lutero y los reformadores. También nos lo enseñaron nuestros abuelos. Lutero leía el Antiguo Testamento dos veces al año y el Nuevo Testamento con más frecuencia. Debemos dedicarnos al estudio de la Escritura en las horas del día en que somos más productivos, y así también debemos proceder con la oración.
El conocimiento de la Escritura es esencial para llevar a cabo nuestro trabajo en la congregación; no solo para la predicación, sino también cuando nos acercamos a un lecho de muerte, a los enfermos, a los intranquilos, a los desesperados y a los orgullosos. Mientras ministramos en la cura de las almas (Seelsorge), el diablo mismo se enfrenta a nosotros. Y no podemos resistirlo de otra manera que con la Palabra.
A todo teólogo le llega el momento en que debe ajustarse completamente sólo a la Escritura, delante de la cual es totalmente responsable, y no ya a sus maestros. Nadie debe permanecer a los pies de ningún maestro. El pastor evangélico es responsable delante de la Escritura. Debe ser capaz de ofrecer pruebas bíblicas para sus decisiones, acciones y posturas. Para alcanzar esta competencia debe convertirse en adulto. Los sectarios nos colocan en apuros cuando nos enfrentamos con ellos en la lucha, por su abuso de la comprobación bíblica, pues generalmente conocen la Biblia mejor que nosotros. Empero nosotros necesitamos un conocimiento superior, tanto del detalle como de la totalidad de la Escritura. El estudio de la Escritura pertenece al trabajo diario, aun cuando se presenten los impedimentos más urgentes. Ciertamente lo más probable es que el estudio diario nos ahorre tiempo.
En el reclinatorio
Este mueble ha desaparecido de nuestro despacho pastoral. Lutero poseía uno. Pero lo que no debería desaparecer de la oración del pastor es la Biblia. Él mismo debe estar impregnado de la palabra de Dios: debe orar esa Palabra. Como predicador intérprete debe basar sus oraciones en la Escritura. Debe tomarse el tiempo para meditar en la Palabra en oración. Ella debe hablarle a él mismo, no debe acercarse a ella solamente para descubrir material para exhortar y enseñar a otros. «Nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la Palabra» (Hechos 6.2–4) proseuxe (oración) y diakonía tou lógou (servicio de la Palabra).
El pastor debe orar más que los otros miembros de la congregación. Sus motivos son mayores. Necesita afianzar su propia fe en Dios y en su Palabra. Meditar la Escritura en oración es lo único que lo ayudará a mantener sus pies en tierra firme.
Necesita este refugio cuando ya no sepa qué acción tomar y el diablo le quiere arrancar la fe del corazón. Lo necesita para cada hora decisiva. Necesita meditar en la Escritura cuando le parece imposible orar. Ella lo impulsa hacia la cruz que Cristo cargó y lo coloca, con sus sufrimientos y aflicciones, en la correcta relación que debe sostener con su propia cruz. Debe comenzar cada día meditando en la Biblia. Así nada ni nadie le arrebatará su fe del corazón. Antes de que nos encontremos con los hombres debemos antes habernos encontrado con Cristo. Antes de tomar nuestras propias decisiones, debemos ubicarnos a la luz de las decisiones de Dios.
Esta meditación en la Escritura es un trabajo y no una divagación. No se trata de que busquemos novedades en la Biblia ni grandes pensamientos, sino, sencillamente, de que la escuchemos y que la guardemos y meditemos en nuestro corazón. No tenemos ningún derecho ni debemos pretender que en una lectura en oración captemos algo especial. No es para experiencias extraordinarias. Sólo hemos recibido la orden de llevar a cabo este servicio. Sencillamente sólo falta que convirtamos en nuestra esa Palabra y nos dejemos seducir por ella. Dios quiere que su Palabra sea leída y orada. A Dios le corresponde actuar libremente después de que hayamos cumplido nuestra tarea. Al pastor sólo le corresponde ser fiel y obediente.
Así es como puede llevarse a cabo la auténtica predicación. La preparación de un sermón empieza en la oración y la meditación propia del predicador. Porque la predicación no es para que el predicador se luzca, ni ofrezca una conferencia de los temas que él domina. Sino es un servicio a la Palabra de Dios, que es la debe llegar a cada persona de la comunidad.
Esa preparación continúa en el estudio del texto: ¿qué dice esta pasaje?, ¿qué me está hablando Dios?, ¿a qué nos guía en nuestras circunstancias actuales? No existe otra manera en que el pastor pueda prepararse para ser servidor y testigo de esa Palabra para con los demás. Servidor fiel y obediente.
El pastor debe orar más que los otros miembros de la congregación. Sus motivos son mayores. Necesita afianzar su propia fe en Dios y en su Palabra. Meditar la Escritura en oración es lo único que lo ayudará a mantener sus pies en tierra firme.
Necesita este refugio cuando ya no sepa qué acción tomar y el diablo le quiere arrancar la fe del corazón. Lo necesita para cada hora decisiva. Necesita meditar en la Escritura cuando le parece imposible orar. Ella lo impulsa hacia la cruz que Cristo cargó y lo coloca, con sus sufrimientos y aflicciones, en la correcta relación que debe sostener con su propia cruz. Debe comenzar cada día meditando en la Biblia. Así nada ni nadie le arrebatará su fe del corazón. Antes de que nos encontremos con los hombres debemos antes habernos encontrado con Cristo. Antes de tomar nuestras propias decisiones, debemos ubicarnos a la luz de las decisiones de Dios.
Esta meditación en la Escritura es un trabajo y no una divagación. No se trata de que busquemos novedades en la Biblia ni grandes pensamientos, sino, sencillamente, de que la escuchemos y que la guardemos y meditemos en nuestro corazón. No tenemos ningún derecho ni debemos pretender que en una lectura en oración captemos algo especial. No es para experiencias extraordinarias. Sólo hemos recibido la orden de llevar a cabo este servicio. Sencillamente sólo falta que convirtamos en nuestra esa Palabra y nos dejemos seducir por ella. Dios quiere que su Palabra sea leída y orada. A Dios le corresponde actuar libremente después de que hayamos cumplido nuestra tarea. Al pastor sólo le corresponde ser fiel y obediente.
Así es como puede llevarse a cabo la auténtica predicación. La preparación de un sermón empieza en la oración y la meditación propia del predicador. Porque la predicación no es para que el predicador se luzca, ni ofrezca una conferencia de los temas que él domina. Sino es un servicio a la Palabra de Dios, que es la debe llegar a cada persona de la comunidad.
Esa preparación continúa en el estudio del texto: ¿qué dice esta pasaje?, ¿qué me está hablando Dios?, ¿a qué nos guía en nuestras circunstancias actuales? No existe otra manera en que el pastor pueda prepararse para ser servidor y testigo de esa Palabra para con los demás. Servidor fiel y obediente.
Sobre el autor:
Dietrich Bonhoeffer Fue un joven teólogo y predicador alemán. A los 39 años de edad, por sus actividades en la resistencia al régimen nazi, fue ahorcado el 9 de abril de 1945. Sus escritos sobre temas teológicos y pastorales han alcanzado popularidad mundial.
Este artículo es parte de las notas de un curso de Homilética que Bonhoeffer dictó en el semestre de 1936/37, en la ciudad de Finkenwalde
Publicado anteriormente por DesarrolloCristiano.com
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Revisado por el equipo de Nexo Cristiano
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mayo 23, 2023
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