Transitando hacia nuevos paradigmas en la iglesia
Transitamos hacia nuevos paradigmas que la pandemia del coronavirus está gestando, y que afectará nuestra forma de ver el mundo, de ser iglesia, vivir la vida cristiana, y de ejercer un liderazgo cristiano.
El avance del virus en cuestión de semanas, y el no disponer de un medio de control y de vacunación, se ha impuesto como prevención medidas similares de no hace muchas décadas atrás. Miles de millones de personas estamos en aislamiento social y preventivo en nuestras casas. Prohibición de todos tipos de eventos, incluso de poder congregarnos en nuestras iglesias. Imposición de un distanciamiento social y físico. Nada de abrazos, ni de besos, no tocar a otro, usar cubrebocas. Solo tocarnos con los codos. Cambios en el comportamiento social de la mitad de la población del mundo, que se mantendrán por varios años, o décadas.
Sobre esto, el doctor Anthony Fauci, epidemiólogo responsable de combatir el coronavirus en los Estados Unidos, sugirió erradicar para siempre el saludo de manos, una costumbre muy occidental, a fin de evitar nuevos posibles brotes infecciosos a futuro. Aunado a esta postura, el especialista dijo al The Wall Street Journal que el lavado de mano tiene que convertirse en un hábito que deberá adoptarse de manera automática. Un mundo humillado por un virus La pandemia ha afectado todos los aspectos sociales de la vida humana, desde lo personal a lo social, desde el trabajo hasta las artes. Derribando economías de países del tercer mundo. Peleas entre naciones por insumos para combatir el coronavirus. Lo mejor y peor de la gente se exponen públicamente, todo vale.
Depresión, temor, pánico, ansiedad, aumento de la diabetes, la obesidad, la mala alimentación, desesperanza, estrés, agotamiento, algunos de estos males que los países del primer mundo conocen desde hace años, se están incrementado globalmente.
El mundo donde fuimos concebidos ya ha quedado atrás. Fue humillado por un virus, una pequeñísima partícula imperceptible incluso para un microscopio óptico, que ni siquiera alcanza a ser un organismo vivo. Dios humilló a Jonás con un simple gusano que enfermó la planta que le proporcionaba sombra mientras esperaba que Nínive fuese destruida. La compasión divina prevaleció, Nínive fue salvada, pero Jonás, ¿habrá aprendido la lección? No lo sabemos, el final está abierto.
¿Como será la repuesta post-pandémica del mundo hacia su Creador, y cuál será la repuesta de las iglesias cristianas? El futuro es incierto y desesperanzador Aun no podemos aventurar ninguna presunción seria sobre nuestro futuro; la dinámica del dominio del virus así lo muestra, además de las esperadas especulaciones políticas y económicas de las principales potencias del mundo.
La incertidumbre se apoderó de gobiernos, empresarios, políticos y de todos los estamentos de poder. Pero los cristianos, que hemos renacido a una “esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos” (1 Pedro 1.3), sabemos que no podemos reaccionar como el mundo.
Sobre esto, el doctor Anthony Fauci, epidemiólogo responsable de combatir el coronavirus en los Estados Unidos, sugirió erradicar para siempre el saludo de manos, una costumbre muy occidental, a fin de evitar nuevos posibles brotes infecciosos a futuro. Aunado a esta postura, el especialista dijo al The Wall Street Journal que el lavado de mano tiene que convertirse en un hábito que deberá adoptarse de manera automática. Un mundo humillado por un virus La pandemia ha afectado todos los aspectos sociales de la vida humana, desde lo personal a lo social, desde el trabajo hasta las artes. Derribando economías de países del tercer mundo. Peleas entre naciones por insumos para combatir el coronavirus. Lo mejor y peor de la gente se exponen públicamente, todo vale.
Depresión, temor, pánico, ansiedad, aumento de la diabetes, la obesidad, la mala alimentación, desesperanza, estrés, agotamiento, algunos de estos males que los países del primer mundo conocen desde hace años, se están incrementado globalmente.
El mundo donde fuimos concebidos ya ha quedado atrás. Fue humillado por un virus, una pequeñísima partícula imperceptible incluso para un microscopio óptico, que ni siquiera alcanza a ser un organismo vivo. Dios humilló a Jonás con un simple gusano que enfermó la planta que le proporcionaba sombra mientras esperaba que Nínive fuese destruida. La compasión divina prevaleció, Nínive fue salvada, pero Jonás, ¿habrá aprendido la lección? No lo sabemos, el final está abierto.
¿Como será la repuesta post-pandémica del mundo hacia su Creador, y cuál será la repuesta de las iglesias cristianas? El futuro es incierto y desesperanzador Aun no podemos aventurar ninguna presunción seria sobre nuestro futuro; la dinámica del dominio del virus así lo muestra, además de las esperadas especulaciones políticas y económicas de las principales potencias del mundo.
La incertidumbre se apoderó de gobiernos, empresarios, políticos y de todos los estamentos de poder. Pero los cristianos, que hemos renacido a una “esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos” (1 Pedro 1.3), sabemos que no podemos reaccionar como el mundo.
¿La iglesia está en cuarentena? Los evangélicos nos caracterizamos por estar siempre en una reunión. Creería que no somos cristianos si no nos reunimos para algo. ¿La cuarentena nos impide ser buenos cristianos, nos impide rendirle culto al Señor, adorarle en comunidad, y celebrar los sacramentos?
En algunos casos, a los templos y otros inmuebles de las iglesias se les está dando uso como comedores populares, y otros usos tan necesarios en este tiempo. Pero son muchos más los que están vacíos, y permanecerán vacíos por un tiempo más. Se encuentran afectados pagos de alquileres de locales, sustento de pastores, y de misioneros en el exterior, continuidad de programas de TV, y medios de comunicación. Y una considerable cantidad de ministerios paraeclesiásticos que dependen de ofrendas voluntarias.
La mayoría de las congregaciones evangélicas en América Latina son de cuño pentecostal, carismáticas, y algunas no muy claras en sus posturas doctrinales. Claro que aman y sirven al Señor con amor, sinceridad y fidelidad. No lo dudo. Me atrevo a confesar que hasta me dan una “santa envidia” por sus logros ministeriales. Pero…
En algunos casos, a los templos y otros inmuebles de las iglesias se les está dando uso como comedores populares, y otros usos tan necesarios en este tiempo. Pero son muchos más los que están vacíos, y permanecerán vacíos por un tiempo más. Se encuentran afectados pagos de alquileres de locales, sustento de pastores, y de misioneros en el exterior, continuidad de programas de TV, y medios de comunicación. Y una considerable cantidad de ministerios paraeclesiásticos que dependen de ofrendas voluntarias.
La mayoría de las congregaciones evangélicas en América Latina son de cuño pentecostal, carismáticas, y algunas no muy claras en sus posturas doctrinales. Claro que aman y sirven al Señor con amor, sinceridad y fidelidad. No lo dudo. Me atrevo a confesar que hasta me dan una “santa envidia” por sus logros ministeriales. Pero…
Liderazgo verticalista
Con un ejercicio del ministerio pastoral muy verticalista, todo gira alrededor de la persona y figura del pastor. Donde lo que tiene mayor relevancia es la reunión de adoración del domingo. Sin reunión dominical no hay iglesia, un concepto discutible. La iglesia se define por su misión, que mediante su cumplimiento y obediencia vive la comunión; en comunión se ejerce la adoración. Sin misión no hay razón de ser iglesia.
El pastor es quien toma la mayoría de las decisiones; incluso cuando consulta a los obreros y líderes, en realidad ya es una decisión tomada. El concepto de figura paternal del pastor, que ha ejercido mucha influencia en los últimos tiempos en los movimientos apostólicos. Congregaciones donde al pastor o apóstol lo llaman “papi”, un liderazgo exageradamente verticalista y patriarcal, que puede resultar en un crecimiento numérico rápido e interesante, pero donde esta metodología pastor-céntrica ha derivado en creyentes con escaso conocimiento bíblico, pobre aplicación de la Palabra de Dios, y mal ejercicio bíblico de los dones del Espíritu Santo. Tres áreas que hacen a la vida normal del cristiano, y que se hacen tan necesarias en este tiempo de crisis por el coronavirus y de aislamiento social.
El pastor es quien toma la mayoría de las decisiones; incluso cuando consulta a los obreros y líderes, en realidad ya es una decisión tomada. El concepto de figura paternal del pastor, que ha ejercido mucha influencia en los últimos tiempos en los movimientos apostólicos. Congregaciones donde al pastor o apóstol lo llaman “papi”, un liderazgo exageradamente verticalista y patriarcal, que puede resultar en un crecimiento numérico rápido e interesante, pero donde esta metodología pastor-céntrica ha derivado en creyentes con escaso conocimiento bíblico, pobre aplicación de la Palabra de Dios, y mal ejercicio bíblico de los dones del Espíritu Santo. Tres áreas que hacen a la vida normal del cristiano, y que se hacen tan necesarias en este tiempo de crisis por el coronavirus y de aislamiento social.
Congregaciones litúrgicas.
Hemos conformado comunidades mayormente litúrgicas antes que misionales. Sin la reunión dominical no hay iglesia. Pero nuestra fe es la vivencia comunitaria de la realidad de Cristo en el lugar y situación en que estemos.
Suponer que el primer domingo subsiguiente a la cuarentena todo volverá a ser igual al último día que nos reunimos en el templo, o que es cuestión de días más y todo volverá a la normalidad, es un pensamiento ilusorio.
Una publicación en la revista Science, en la que se analiza el periodo post-pandémico, pronostica que el distanciamiento social para evitar la transmisión del coronavirus puede ser necesario, de manera intermitente, hasta el 2022. Además, la investigación menciona que la incidencia total de la enfermedad durante los próximos cinco años dependerá de si entra o no en circulación regular después de la pandemia inicial que, a su vez, depende de la inmunidad. “A menos que la capacidad de atención crítica se incremente sustancialmente o se disponga de un tratamiento o vacuna”, el distanciamiento social y físico va a persistir para todos.
No habrá abrazos, ni besos en la mejilla, ni saludos de manos, ni el pastor en la puerta saludando uno por uno, ni reuniones de ágape. Estaremos alabando al Señor con las manos en alto, pero usando cubrebocas. La cantidad permitida de asistentes en las reuniones será progresiva. Habrá que pensar en horarios alternativos. Colocar más lavatorios de manos.
Suponer que el primer domingo subsiguiente a la cuarentena todo volverá a ser igual al último día que nos reunimos en el templo, o que es cuestión de días más y todo volverá a la normalidad, es un pensamiento ilusorio.
Una publicación en la revista Science, en la que se analiza el periodo post-pandémico, pronostica que el distanciamiento social para evitar la transmisión del coronavirus puede ser necesario, de manera intermitente, hasta el 2022. Además, la investigación menciona que la incidencia total de la enfermedad durante los próximos cinco años dependerá de si entra o no en circulación regular después de la pandemia inicial que, a su vez, depende de la inmunidad. “A menos que la capacidad de atención crítica se incremente sustancialmente o se disponga de un tratamiento o vacuna”, el distanciamiento social y físico va a persistir para todos.
No habrá abrazos, ni besos en la mejilla, ni saludos de manos, ni el pastor en la puerta saludando uno por uno, ni reuniones de ágape. Estaremos alabando al Señor con las manos en alto, pero usando cubrebocas. La cantidad permitida de asistentes en las reuniones será progresiva. Habrá que pensar en horarios alternativos. Colocar más lavatorios de manos.
¿Qué pasará con los pastores en situación de riesgo? Asistirán a ministrar igual, ¿es correcto?
¿Cómo ir implementando ministerios en esas etapas?
¿Tendremos imposición de manos?
¿Surgirá el “codazo santo” o la “unción del codo”?
¿Y cómo bautizaremos?
Pero mientras seguimos en esta situación, lo urgente, antes de una reflexión teológica sobre lo que estamos viviendo, es ejercer una pastoral de base.
¿Cómo seguimos entonces con la tarea pastoral? La pandemia nos obliga a disponer de los recursos que la tecnología nos ofrece. ¿Que sería sin Internet, o la telefonía móvil, en este tiempo, para estar en contacto con nuestros hermanos en la fe y con familiares? ¿O para poder darle cierta continuidad a las reuniones dominicales, estudios bíblicos, y desde luego para los pastores ejercer un “ministerio virtual”?
Mensajes en vivo por Facebook o Youtube
Seguramente has convocado a un video en vivo por Facebook o YouTube, tienes un grupo de WhatsApp, o reuniones virtuales usando alguna aplicación web. ¡Qué bien! ¡Sigue adelante con eso! Pero como pastor, ¿estás llamando a los miembros de tu congregación? No me refiero a que hayas enviado un mensaje de texto, o por WhatsApp, sino una llamada intencional, dedicada a escuchar, orar juntos, conocer de forma más personal su situación actual. Dedicar tiempo de calidad con tus hermanos que pastoreas. El aislamiento social tiene sus graves consecuencias anímicas y espirituales, y hay que ocuparse de atender. Y también no te olvides de preocuparte por su situación económica, ¿cuáles son sus necesidades? … ¿Cómo suplirlas? ¿Conoces a la familia de la persona que llamas? ¿Hay síntomas de violencia en ese hogar? ¿Hay alguna enfermedad preexistente que aumente la probabilidad de contagio? ¿Y qué de nuestros hermanos mayores? ¿Hemos ejercido alguna pastoral para la tercera edad? ¿Estás brindando información relevante? ¿Estás en contacto con los organismos gubernamentales que están trabajando en suplir las necesidades de la población, como distribución de alimentos y agua, y atención a personas mayores? Como pastor, tal vez puedas tramitar un permiso de circulación para asistir espiritualmente a las personas. No dudes de hacer respetar ese derecho. No podemos dejar la “salud mental” de los hermanos en manos del estado, si tenemos los medios para ofrecer una consejería pastoral, y una manera de ser una iglesia relevante es ser una comunidad terapéutica.
La acción social en el barrio
Y acercar ayuda, no solo a los miembros de tu iglesia local, sino a los vecinos del barrio. Entiendo que se presupone que la tarea pastoral consiste en guiar a la iglesia local, pero la iglesia está en un barrio o localidad, que es nuestra parroquia de acción pastoral. Y aunque los vecinos rechacen el mensaje del evangelio, siempre van a esperar una repuesta social de la iglesia del barrio. Sin importar nuestra denominación, o lo que diga el cartel de nuestros templos.
Cuánto valor tiene en este tiempo, el texto de de Tesalonicenses 5.11: “Por eso, anímense y fortalézcanse unos a otros, tal como ya lo están haciendo”.
Cuánto valor tiene en este tiempo, el texto de de Tesalonicenses 5.11: “Por eso, anímense y fortalézcanse unos a otros, tal como ya lo están haciendo”.
Pastores digitales, iglesias virtuales, ofrendas online, y también Cena del Señor “virtual”, ¿no será demasiado?
He leído algunos comentarios sosteniendo que las reuniones online (en línea) nunca serán un sustituto de los servicios presenciales, o por qué la “Cena del Señor virtual” es imposible. Coincido con algunas de sus posturas. Nada puede reemplazar una reunión física de adoración al Señor. No hay el mismo estimulo, ese efecto de “contagio benigno” de adorar juntos, de alabar al unísono al Señor, de escuchar con atención la Palabra del Señor. No poder ejercer plenamente los dones del Espíritu Santo. Además de no poder cumplir físicamente con ese imperativo paulino de “saludarse unos a otros con beso santo”, que tiene la misma raíz que la palabra “salud”. Estamos sometidos a no poder saludar de manera física al otro, para no comprometer su salud.¡Vaya ironía del coronavirus!
Los que están en contra de la celebración de la Cena del Señor en forma virtual objetan la ausencia física de los creyentes y, por ende, no hay cuerpo. Claro que la Iglesia de Cristo, jamás será una iglesia virtual.
El Señor Jesús, nuestro Salvador, no vino al mundo en forma virtual, ni fue un holograma trasmitido desde el cielo. ¿Podemos llegar a incurrir en un neo-gnosticismo, por decir que existe una iglesia virtual? La gran afirmación del evangelista Juan es “lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida” (1 Juan 1.1). La iglesia es física, no virtual.
¿Podemos tener o no una Cena del Señor virtual? No pretendo hacer una exégesis sobre el tema, sino una apreciación de perspectivas, y de experiencias compartidas. Sin ánimo de generar controversias, sabiendo que nadie estaba preparado para esta pandemia, donde no hay una hermenéutica apropiada.
Ya en situaciones anteriores, como la gripe aviar o el SIDA, se discutía si había que servir el vino en una copa grande, o usar copitas individuales para prevenir el contagio. Pero, ¿por qué esperar a que se autoricen las reuniones en los templos para celebrar la Cena del Señor? ¿A que todos los hermanos estemos juntos celebrando en el templo? Quizás sea solo cuestión de semanas o meses, pero mientras tanto…
¿Cómo cumplir con este sacramento, sin alterar la esencia de la ordenanza?
Algunas iglesias están ministrando la Cena a través de YouTube en vivo, o en Facebook Live, donde el pastor ministra desde su casa, rodeado de su familia. ¿Pero qué comunión hay en ese acto virtual? ¿Cómo se discernió el cuerpo? ¿En qué consistió la proclama de la muerte de Cristo?
No hay una mínima comunión de ningún tipo. A quien está del otro lado no se le puede ver, escuchar, dialogar, se encuentra solo o sola, ¿cuál es su estado de ánimo? No hay discernimiento. Un frío “amén” o un “gloria a Dios” en los comentarios de Facebook, o de YouTube, no expresan espiritualidad, y menos comunión. Demasiado frívolo, poco pastoral, nada laborioso.
He leído algunos comentarios sosteniendo que las reuniones online (en línea) nunca serán un sustituto de los servicios presenciales, o por qué la “Cena del Señor virtual” es imposible. Coincido con algunas de sus posturas. Nada puede reemplazar una reunión física de adoración al Señor. No hay el mismo estimulo, ese efecto de “contagio benigno” de adorar juntos, de alabar al unísono al Señor, de escuchar con atención la Palabra del Señor. No poder ejercer plenamente los dones del Espíritu Santo. Además de no poder cumplir físicamente con ese imperativo paulino de “saludarse unos a otros con beso santo”, que tiene la misma raíz que la palabra “salud”. Estamos sometidos a no poder saludar de manera física al otro, para no comprometer su salud.¡Vaya ironía del coronavirus!
Los que están en contra de la celebración de la Cena del Señor en forma virtual objetan la ausencia física de los creyentes y, por ende, no hay cuerpo. Claro que la Iglesia de Cristo, jamás será una iglesia virtual.
El Señor Jesús, nuestro Salvador, no vino al mundo en forma virtual, ni fue un holograma trasmitido desde el cielo. ¿Podemos llegar a incurrir en un neo-gnosticismo, por decir que existe una iglesia virtual? La gran afirmación del evangelista Juan es “lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida” (1 Juan 1.1). La iglesia es física, no virtual.
¿Podemos tener o no una Cena del Señor virtual? No pretendo hacer una exégesis sobre el tema, sino una apreciación de perspectivas, y de experiencias compartidas. Sin ánimo de generar controversias, sabiendo que nadie estaba preparado para esta pandemia, donde no hay una hermenéutica apropiada.
Ya en situaciones anteriores, como la gripe aviar o el SIDA, se discutía si había que servir el vino en una copa grande, o usar copitas individuales para prevenir el contagio. Pero, ¿por qué esperar a que se autoricen las reuniones en los templos para celebrar la Cena del Señor? ¿A que todos los hermanos estemos juntos celebrando en el templo? Quizás sea solo cuestión de semanas o meses, pero mientras tanto…
¿Cómo cumplir con este sacramento, sin alterar la esencia de la ordenanza?
Algunas iglesias están ministrando la Cena a través de YouTube en vivo, o en Facebook Live, donde el pastor ministra desde su casa, rodeado de su familia. ¿Pero qué comunión hay en ese acto virtual? ¿Cómo se discernió el cuerpo? ¿En qué consistió la proclama de la muerte de Cristo?
No hay una mínima comunión de ningún tipo. A quien está del otro lado no se le puede ver, escuchar, dialogar, se encuentra solo o sola, ¿cuál es su estado de ánimo? No hay discernimiento. Un frío “amén” o un “gloria a Dios” en los comentarios de Facebook, o de YouTube, no expresan espiritualidad, y menos comunión. Demasiado frívolo, poco pastoral, nada laborioso.
Que la iglesia vuelva a sus orígenes
Regreso a lo que mencioné anteriormente: es una apreciación de perspectivas.
El Señor instauró el sacramento de la Cena antes de que naciera la iglesia en Hechos 2. La perspectiva no es desde lo sacramental, sino que en esta nueva realidad temporal que vivimos, la iglesia se vuelve a la simpleza de sus orígenes. Comunidades básicas de fe congregadas en sus casas. Familias que, aisladas preventivamente en sus casas, se reúnen en un mismo día y horario de forma virtual con otras familias, con el fin de adorar, orar, escuchar la Palabra. Una red virtual de pequeñas comunidades físicas, donde son los miembros de esa familia en su casa quienes celebran la Cena del Señor.
He aquí la importancia del discipulado bíblico, he aquí la manifestación de la horizontalidad de la iglesia de Cristo, en el lugar donde la cuarentena nos encontró.
Para concluir, hay otras herramientas que facilitan el diálogo virtual y el verse al menos los rostros. Contemplar su estado de ánimo, si hay ansiedad o esperanza, pesar o gozo. Darle lugar al hermano que está en su casa compartir una lectura, un devocional, guíe en una oración, o en una alabanza. Estimular cierta espontaneidad que muchas veces no tenemos en nuestras reuniones físicas. Como la plataforma Zoom, tan mentada en estas semanas por su crecimiento, que permite varias decenas de participantes al mismo tiempo. O Skype, hasta 50 participantes. O Cisco Webex, muy similar a Zoom y algunas otras no tan conocidas. El popular WhatsApp no es recomendable, pues solo permite cuatro participantes simultáneos. La mayoría de estas plataformas vienen con modalidades gratuitas, aunque limitadas en sus opciones, pero también con tarifas accesibles para una congregación. Requieren una labor, un aprendizaje en su uso y aplicación, pero no son imposible de utilizar. En tal caso, Santiago 1.5 se aplica también muy bien para esta ocasión.
¡Te saludo con un codazo santo!
Walter Zurdo
El Señor instauró el sacramento de la Cena antes de que naciera la iglesia en Hechos 2. La perspectiva no es desde lo sacramental, sino que en esta nueva realidad temporal que vivimos, la iglesia se vuelve a la simpleza de sus orígenes. Comunidades básicas de fe congregadas en sus casas. Familias que, aisladas preventivamente en sus casas, se reúnen en un mismo día y horario de forma virtual con otras familias, con el fin de adorar, orar, escuchar la Palabra. Una red virtual de pequeñas comunidades físicas, donde son los miembros de esa familia en su casa quienes celebran la Cena del Señor.
He aquí la importancia del discipulado bíblico, he aquí la manifestación de la horizontalidad de la iglesia de Cristo, en el lugar donde la cuarentena nos encontró.
Para concluir, hay otras herramientas que facilitan el diálogo virtual y el verse al menos los rostros. Contemplar su estado de ánimo, si hay ansiedad o esperanza, pesar o gozo. Darle lugar al hermano que está en su casa compartir una lectura, un devocional, guíe en una oración, o en una alabanza. Estimular cierta espontaneidad que muchas veces no tenemos en nuestras reuniones físicas. Como la plataforma Zoom, tan mentada en estas semanas por su crecimiento, que permite varias decenas de participantes al mismo tiempo. O Skype, hasta 50 participantes. O Cisco Webex, muy similar a Zoom y algunas otras no tan conocidas. El popular WhatsApp no es recomendable, pues solo permite cuatro participantes simultáneos. La mayoría de estas plataformas vienen con modalidades gratuitas, aunque limitadas en sus opciones, pero también con tarifas accesibles para una congregación. Requieren una labor, un aprendizaje en su uso y aplicación, pero no son imposible de utilizar. En tal caso, Santiago 1.5 se aplica también muy bien para esta ocasión.
¡Te saludo con un codazo santo!
Walter Zurdo
Fuente: Revista La Fuente
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Transitando hacia nuevos paradigmas en la iglesia
Revisado por el equipo de Nexo Cristiano
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abril 23, 2020
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